París y el habanero Ramón Fonst, leyenda mundial de esgrima

París y el habanero Ramón Fonst, leyenda mundial de esgrima


Entre los mil 77 atletas de 21 países que participaron en los II Juegos Olímpicos, celebrados en París hace 124 años, estuvo un hijo de La Habana: la leyenda de la esgrima, Ramón Fonst.

"Si haces eso contra Fonst, eres hombre muerto", dijo en chanza el actor australiano-estadounidense Errol Flynn al villano del celuloide Basil Rathbone, cuando este ejecutó incorrectamente una acción en duelo clave de una escena para la película El capitán Blood.

Flynn, que visitaba La Habana con frecuencia, se refería así a su admirado esgrimista Ramón Fonst, gracias a quien en París, en 1900, la nación antillana y Latinoamérica aparecieron por vez primera en lo más alto del firmamento olímpico.

Aquel resultado, en los II Juegos Olímpicos de la era moderna, en nada se debió a la casualidad: Fonst fue tan precoz como estelar, tan longevo como caballeroso, de gran orgullo por representar a su tierra natal al máximo nivel de la competición deportiva.

Logró su primera victoria significativa con apenas 11 años de edad, cuando sorprendió a atletas, cronistas y fanáticos, al ganar el campeonato de florete en Francia -uno de los países de mayor desarrollo en ese deporte-, cinco años antes de coronarse en el Campeonato Mundial de Espada.

En la tercera edición de los Juegos Olímpicos, celebrados en San Luis, Estados Unidos, en 1904, el cubano conquistó cinco medallas áureas, incluidos los títulos individuales en florete y espada.

Mucha actividad física desplegó en la ciudad estadounidense de San Francisco, California, cuando en 1915 esa urbe acogió la llamada Exposición Mundial.

En ese evento, se enfrentó a más de 100 adversarios y reinó en las tres especialidades de su deporte (sable, florete y espada), lo que le valió numerosos y encomiásticos titulares de la prensa norteamericana.

Tan significativo para él como el logro de las medallas fue que la Federación Nacional de Esgrima lo considerara, a partir de entonces, integrante permanente del equipo Cuba, sin tener que participar en justa eliminatoria alguna.

Casi una década después, volvió a defender los colores del pabellón tricolor en los Juegos Olímpicos de París, donde avanzó hasta cuartos de final.

Fue aquella la primera gran competición en la cual quedó sin preseas. No pocos afirmaron que, más que por sus rivales, resultó vencido por la edad, ya que tenía 41 años.

Con su actuación subsiguiente, el propio Fonst se encargó de desmentir tal especulación.

En 1926, en los I Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en México, se bañó en oro en las pruebas individuales de las tres armas.

Cuatro años después, en la segunda edición de ese evento, efectuado en su natal La Habana, dominó en florete y espada, pero una lesión de tobillo le impidió el triplete dorado.

En una reseña sobre el legendario atleta, la Enciclopedia Colaborativa Cubana Ecured destaca que el último gran resultado deportivo de Fonst lo logró a los 55 años de edad, en los IV Juegos Centroamericanos y del Caribe, acogidos por Panamá, cita en la cual se agenció medallas de oro y plata, como integrante de los equipos de espada y florete, en ese orden.

Además de la esgrima, practicó el tiro con pistola, el boxeo y el ciclismo, con triunfos significativos en todas esas disciplinas.

Estadísticos del deporte coinciden en señalar que, en la versátil carrera de Fonst, este acumuló 125 medallas y 25 trofeos.

Tal vez por pasar la vida, prácticamente, sin quedar a la zaga de sus adversarios, casi nadie menciona el último apellido de ese gigante de la esgrima que responde al nombre de Ramón Fonst Segundo. (Francis Norniella Yaujar. Foto: periódico Vanguardia)

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FNY

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