En el bullicioso corazón de La Habana, donde la vida urbana late con intensidad, se esconde un rincón de serenidad y belleza que transporta a sus visitantes a la lejana Tierra del Sol Naciente. El Jardín Japonés de La Habana es un lugar que invita a la meditación y la contemplación, ofreciendo un oasis de paz en medio de la agitación de la capital.
El Jardín Japonés de La Habana fue inaugurado el 26
de octubre de 1989 por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Este
jardín, único en Cuba, se encuentra ubicado dentro del Parque Metropolitano de La
Habana, en el Jardín Botánico Nacional, y es una maravilla paisajística de cinco hectáreas. Nació como
un proyecto de colaboración entre Japón y Cuba, un símbolo de la amistad y los
lazos culturales que unen a ambos países. Su diseño se inspira en los
tradicionales jardines japoneses, con cierta influencia de los jardines zen, conocidos
por su armonía y equilibrio, que buscan conectar el espíritu con la esencia de
la naturaleza en un espacio reducido.
Un paisaje cuidadosamente diseñado recibe a los visitantes del Jardín
Japonés. El sonido suave del agua que fluye por los pequeños arroyos y
estanques ayuda a crear un ambiente de relajación. Los puentes de madera,
construidos con precisión meticulosa, permiten a los visitantes caminar sobre
el agua mientras les permiten admirar los koi,
peces que son símbolo de buena fortuna en la cultura japonesa.
El jardín se organiza en torno a varios elementos clave que son
fundamentales en el diseño tradicional japonés. Las rocas, cuidadosamente
seleccionadas y colocadas, representan montañas y simbolizan la estabilidad. La
vegetación, que incluye bambú, pinos y flores de cerezo, está dispuesta de
manera que se integre armoniosamente con el paisaje. Cada planta y árbol han sido
seleccionados y ubicados con una intención específica, porque reflejan el
principio japonés de wabi-sabi, que
encuentra belleza en la imperfección y la transitoriedad, la impermanencia de
la belleza y la calma.
Uno de los aspectos más impresionantes del Jardín Japonés de La Habana es
su casa de té, donde los visitantes pueden participar en la ceremonia del té,
una práctica ancestral que encarna la filosofía de la simplicidad y la paz
interior. La arquitectura de la casa de té, con su techo de tejas y sus paredes
de papel de arroz, es un testimonio de la atención al detalle y la autenticidad
del diseño.
El Jardín Japonés es también un centro de actividades culturales. Con
frecuencia se organizan talleres de caligrafía japonesa, ikebana (arte floral
japonés) y artes marciales, lo que permite a los visitantes sumergirse en las
tradiciones japonesas. Además, el jardín alberga festivales durante todo el
año, como el Hanami o celebración de la floración de los cerezos, donde la
música y la danza tradicionales del país del sol naciente llenan el aire de
alegría y color.
Más allá de su belleza estética, el Jardín Japonés de La Habana es un
símbolo de la amistad y la cooperación entre Japón y Cuba. Este espacio verde
fue inaugurado en 2005, con la presencia de dignatarios de ambos países, y
desde entonces ha servido como un puente cultural que estrecha los lazos entre
ambas naciones. Es un recordatorio de que la diferencia de estéticas y culturas
nunca impide hallar puntos de encuentro y cooperación entre los pueblos que
verdaderamente lo deseen.
En el Jardín Japonés de La Habana el visitante un rincón de paz y belleza
que ofrece un respiro del estrés que promueve la dinámica de la vida urbana. Es
un rincón mágico donde la naturaleza y la cultura se entrelazan, creando un
espacio que invita a la reflexión y el disfrute. Ya sea para participar en una
ceremonia del té, pasear por sus senderos o simplemente sentarse y meditar,
este jardín ofrece una experiencia única y enriquecedora. (Gina Picart Baluja. Foto: red social X)
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