La Agencia de Medio Ambiente (AMA) sobresale entre las instituciones cubanas que han tenido un trabajo meritorio, reconocido a lo largo de muchos años, no por ganancias financieras generadas ni por bienes materiales producidos (que tanta falta nos hacen), sino por la utilidad pública, porque representa a largo plazo un resultado plausible.
Está pensada para
salvaguardar la vida, educar, prevenir y encontrar modos de actuación ante la
naturaleza.
El propósito más
reconocido de AMA es la investigación, gestión y protección de los recursos
naturales y el medio ambiente en Cuba.
Su esencia está
en la dinámica de enfrentar los desafíos ambientales del país, relacionados con
la biodiversidad, el cambio climático y
el desarrollo sostenible, teniendo en cuenta siempre la conservación del
patrimonio natural.
Tal vez el
propósito de conservar el patrimonio natural sea una de sus tareas más
complejas, pues supone arbitrar interpretaciones diversas e, incluso, enfrentar
contradicciones entre crecimiento económico, equidad social y sustentabilidad
ambiental.
¡Y eso no es
poco! Supone educación y cultura, entendidas como ámbitos inseparables de la conciencia social, así como también
voluntad política y apoyo financiero, todo interconectado, pero no siempre en
la misma sintonía.
En la realización
de la Tarea Vida, Plan del Estado para el enfrentamiento al cambio climático,
AMA ha tenido otro de los complejos escenarios de trabajo a largo plazo, que
más ha precisado de la gestión de la ciencia aplicada al medio ambiente y los
recursos naturales, tanto como unir
voluntades.
Creada hace 31
años, sigue teniendo los mismos retos, más otros nacidos de las actuales
circunstancias.
En su batallar
del momento, le urge contar con la conciencia individual, pues está concebida
para salvaguardar la vida, educar, prevenir y encontrar modos de actuación
sistémicos con el medioambiente en el que vivimos todos, y a todos nos
concierne la responsabilidad de armonizar con él. (Jorge Sariol Perea. Imagen de portada: tomada de Prensa Latina)
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