La Habana fue
testigo del meteórico ascenso musical de Amadeo Roldán, una de las figuras imprescindibles del pentagrama cubano.
Roldán abogó por
utilizar instrumentos autóctonos y llamó a hacer arte americano, además de incorporar
en su música los implementos afrocubanos, no como simple acompañamiento, sino
como elemento protagónico, destaca una reseña del periodista Oscar Ferrer, en reciente artículo para
la emisora nacional cubana Radio Reloj.
Este compositor
cubano, que nació en París el 12 de julio de 1900 y realizó sus primeros
estudios musicales en España, fue primer violín de la Orquesta Filarmónica de Madrid.
A los 19 años, se
trasladó a Cuba, donde completó su formación musical y tocó viola y violín
concertino en diversas orquestas, incluida la Filarmónica de La Habana, añade la reseña de Ferrer.
Roldán, hijo de
madre cubana y padre español, adoptó la ciudadanía de su progenitora, luego de
llegar a La Habana.
Después de tocar
en numerosos conciertos, decidió dedicarse por entero a la composición y
colaboró con Alejo Carpentier en las
audiciones de Música Nueva.
En 1927, Roldán
fundó y fue primer violín del Cuarteto de La Habana.
Es sabido que
todas sus composiciones estuvieron vinculadas con su origen cubano, del cual
siempre mostró orgullo.
Algunas de sus
más notables obras son Tres pequeños poemas, el ballet
afrocubano La rebambaramba, Obertura
sobre temas cubanos, El milagro de
Anaquillé, Danza negra y el poema
Changó.
Su obra Rítmicas
fue, quizás, el primer ejemplo de música escrita para instrumentos de percusión.
Además, creó Los tres
toques, para orquesta de cámara, y Motivos de son, con letra de Nicolás
Guillén.
Dirigió
conciertos en París, Berlín y Budapest, y su música invadió otros muchos
escenarios.
Roldán fue el mejor compositor cubano de su época; murió en La Habana, joven y en pleno goce de sus facultades creadoras, el 7 de marzo de 1939, concluye el artículo.
(Redacción Digital. Imagen: periódico Invasor)
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