“Corregir distorsiones y reimpulsar la economía” se ha vuelto frase empleada por muchos a la hora de explicar, y explicarse a sí mismos, los caminos por delante para aliviar la crisis socioeconómica que afronta Cuba.
Y urge corregir
ambos, si partimos del apotegma marxista de que la base económica condiciona la
superestructura social.
Son dos
cuestiones que tienen un mismo propósito, pero diferentes escenarios de
intervención. Por lo tanto, conviene saber en primera instancia a qué hoy se
llama distorsiones, que nadie puede
dudar que las haya, pero que sea diferente a las desviaciones de toda la vida,
a las deformaciones que hemos padecido, como parte del riesgo que siempre hay
que afrontar en el país.
Buena parte de
las distorsiones han nacido de las
ilegalidades y la corrupción, tanto como por la falta de control y, no pocas
veces, por la instrumentación de medidas urgentes, del momento, a la carrera -
admitamos, de momento, que con la mejor intención el mundo-, para sortear los
escollos, basándose en una evaluación objetiva de la situación de la economía
de Cuba, causada también, sí, por el recrudecimiento del bloqueo económico,
comercial y financiero impuesto por “Usamerica”.
Ese cerco es solo
una parte, la más siniestra, pero no la única, de una hostilidad perversa que,
en el último decenio, tuvo 243 medidas coercitivas, pensadas para asfixiar y
solo para asfixiar del modo más cínico posible, nuestra existencia.
Desempeñarse en
medio de situación tan adversa está lejos de ser sencillo.
Si en su momento
era ya urgente el reordenamiento monetario -diría que reordenamiento en más de cuatro cosas de la vida
nacional- y no todo salió como se pensaba, o no fue certero o creó otros
errores, hoy es fácil decirlo. Y cómodo.
De entre muchos
dilemas, el más sonado, el que más crítica recibe y sobre el que más
economistas (por cuenta propia) creen saber la solución es el tema de la
dolarización parcial forzosa.
Lo mismo sucede
con la necesidad de generar más ingresos en divisas, potenciar la producción
nacional, fomentar el encadenamiento entre actores económicos y reconocer el papel fundamental de la empresa estatal
socialista.
Son muchos los
que la están pasando mal, ahora mismo, en nuestro país, pero no hay que ser
Nostradamus para darse cuenta de que dólar hay, y no poco, callejeando,
haciendo cola en los comercios, como si nada.
Si la
dolarización parcial es una medida de corto plazo y transitoria, ya se verá
cuán transitoria podrá ser para un país, obligado por todo lo anterior y más, a
hacer malabares para sostenerse a sí
mismo, en un orden mundial que parece más desorden desbocado, sin trazas de
encauzarse en lo que resta de quinquenio. (Jorge Sariol Perea. Imagen de portada: Ministerio de Economía y Planificación)
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