Cuando el 19 de
mayo de 1850 el general Narciso López enarboló en Cárdenas, y por primera vez
en Cuba, el pabellón nacional, una habanera asentada hacía un lustro en esa
ciudad le escribió a la bandera el primer
poema en suelo patrio.
Fue Cecilia Porras Pita, quien le dice:
En lienzo blanco y lustroso/
con listas color de cielo/
veo un triángulo modelo/
de rojo color precioso/
Es el pabellón glorioso/
causa de tanta querella/
es nuestra bandera bella/
que nos viene a saludar/
y a la patria iluminar/
con la lumbre de su
estrella.
Vio el blasón
desde el hogar, ubicado en las antiguas calles Real y O’Donell, y llegaron
sinceros versos, que no son los más brillantes, pero sí expresión de sus
sentimientos.
Cecilia solo pretendió homenajear a la bandera, y la patria la recompensó con reconocerla como la primera en hacerlo y salvar del anonimato a su lira.
CUBA EN EL CORAZÓN
Cecilia se unió a
los afanes independentistas desde los inicios de la Guerra de los 10 Años
(1868-1878).
Ante el llamado
por una Cuba libre, no dudó en donar valiosas joyas heredadas, incluido un
crucifijo de brillantes, además del dinero que pudo reunir. El donativo le
valió el sobrenombre de Hermana Cruz.
Por sus acciones
de encubrir a tres cubanos de la Junta Revolucionaria procedentes de Estados
Unidos, fue detenida, conducida a la Casa de las Recogidas y condenada a seis años de prisión en la cárcel de
mujeres.
Indultada luego de la mediación de su hijo varón, Manuel Valdés, salió muy enferma de la cárcel; aún en esas condiciones, Cecilia llevó a Cuba en el corazón hasta su fallecimiento en 1899. (Redacción Digital, con información de Radio Reloj. Imagen: Ecured)
ARTÍCULO RELACIONADO
Néstor Leonelo Carbonell: como el grito del águila (+ fotos)
RSL