El 20 de mayo de
1902, las autoridades interventoras de
Estados Unidos en Cuba entregaron el poder en La Habana al primer
presidente cubano, Tomás Estrada Palma.
En ciudades y
poblados del país fue festejada la proclamación de la República, después de 30
años de lucha cubana por independizarse del colonialismo español.
Miles de personas
se aglomeraron a lo largo de la bahía de La Habana y frente al Palacio de los Capitanes Generales para
contemplar cómo en ese edificio y en El
Morro arriaron la bandera estadounidense y se izó la de la estrella solitaria, mientras globos con banderas cubanas
se elevaban y arcos triunfales hechos de madera se alzaron en todo el país, con
motivos patrióticos o relacionados a la amistad con el presuntamente
desinteresado vecino del Norte, que “había
hecho posible” la independencia del país.
Conjuntamente,
los primeros estudios fotográficos reproducían imágenes de bellas jovencitas
acicaladas con la bandera cubana, al lado de un soldado estadounidense que gallardamente la resguardaba, en tanto
la gran prensa de la época reflejaba el acontecimiento, sin ahorrar palabras de
agradecimiento a la intervención militar de Estados Unidos.
Ese fue el
ideario popular dibujado en los medios, que escondía los verdaderos intereses
del naciente imperialismo, que solo pudo tener éxito después de la caída en
combate de José Martí y Antonio Maceo, principales líderes que,
con clara conciencia antimperialista, podían garantizar la unidad de los
cubanos para impedir los designios anexionistas.
Escaseaban los
patriotas que advirtieron los verdaderos objetivos de los falsos aliados, descritos con mucha sinceridad por uno de los
principales actores de esa trama, el gobernador estadounidense Leonardo Wood:
“Por supuesto que a Cuba se
le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único
indicado ahora es la anexión (…) Es bien evidente que está absolutamente en
nuestras manos (…) Con el control, que sin duda pronto se convertirá en
posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el
mundo (…) La Isla se norteamericanizará gradualmente y a su debido tiempo
contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el
mundo”.
No le faltaban
razones al entusiasmado Wood por la instauración del primer sistema neocolonial en el orbe en la nación vecina, ya
prevista por los fundadores de EE. UU. como la fruta madura que caería en sus
manos, después de desgajarse del imperio colonial español.
Esperaron
pacientemente hasta que en 1898 los cubanos en su tercera guerra de
independencia pronosticaban la segura derrota de España en cuestión de tiempo.
La oportuna y
misteriosa voladura del acorazado Maine
en la bahía de La Habana, a inicios de 1898, dio el impulso final para la
intervención de las tropas estadounidenses que requerían contar con el apoyo de
los mambises (combatientes cubanos por la independencia en el siglo XIX) para
el desembarco de los marines y operaciones en las costas orientales.
Para ese fin, los
norteños se dirigieron directamente a jefes militares de la zona, como Calixto García, con lo que, además de facilitar sus operaciones, los invasores
sembraron la posible discordia entre las filas independentistas, ya que, como
principio, no hubo un reconocimiento al mando supremo del Ejército Libertador ni
a los órganos de la República de Cuba en Armas.
Después de la valiente
y decisiva ayuda de los cubanos para el triunfo de la campaña militar
norteamericana, los estadounidenses impidieron al Ejército Libertador y al
propio general Calixto García entrar a Santiago de Cuba, para participar en la
rendición hispana en 1898, bajo el pretexto de posibles venganzas de los
cubanos contra los hispanos, lo que motivó la digna respuesta del jefe cubano
en una carta dirigida al general William Shafter, en la cual protestó
enérgicamente por la afrenta.
El destacado jefe
mambí le escribió al militar yanqui:
(…) “no somos un pueblo
salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada; formamos un
ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el ejército de
vuestros antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados
Unidos de América; pero, a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown,
respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la
cobardía.”
Los políticos estadounidenses tuvieron en Tomás Estrada Palma a un servil colaborador. El futuro presidente cubano se había establecido en EE. UU., donde se dedicó a la educación; de sus iniciales posiciones patrióticas durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878), fue derivando a su convencimiento de que sus compatriotas eran incapaces de gobernarse sin la tutela de la gran potencia y previó que la anexión podría ser una solución a su porvenir.
No obstante, esas
consideraciones no eran muy conocidas y llegó a sustituir a Martí al frente del Partido Revolucionario Cubano, el cual
disolvió después de concluida la guerra, clausuró su periódico (Patria) y fue un factor importante en
la desmovilización del Ejército Libertador y de los órganos de dirección de la
Revolución, entre otros servicios brindados a los propósitos imperiales.
También la Administración
estadounidense obligó a la Asamblea
Constituyente, encargada de elaborar la ley fundamental de la República, a
incluir en sus acápites la Enmienda Platt, elaborada por un senador norteamericano
de igual nombre que concedía el derecho a su país de intervenir militarmente,
prohibía a la nación caribeña establecer tratados internacionales, creaba
condiciones para ceder la Isla de Pinos a EE. UU. y obligaba a entregar bahías para bases carboneras, entre otras
condiciones lesivas a la soberanía nacional.
Así nació la república que, en el mundo, estaba considerada un protectorado de Estados Unidos, con apariencia de territorio independiente por contar con una bandera, un himno y un Gobierno presuntamente soberano.
Con #Fidel decimos: ¡el imperio no tendrá a #Cuba jamás! #SiempreAntimperialista pic.twitter.com/xfRCDKcDG4
— Enrique Villuendas (@EVilluendasC) May 20, 2025
No fue hasta el 1ro. de enero de 1959 (con el triunfo de la Revolución) que se inició el desmontaje definitivo de casi 60 años de dominación imperialista en Cuba.
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