El Día de las Madres es fecha venerada para los cubanos, que aprenden desde pequeños que la progenitora de José Martí fue Leonor Pérez, y que el Apóstol fue el primigenio de una prole de ocho hijos, que la amaron y reverenciaron.
Leonor supo
reconocer la nobleza y sobrada capacidad de Martí para las grandes empresas, y
él la amó entrañablemente y la tuvo presente en poesías y cartas, como la que
le escribió, a modo de despedida, desde Montecristi,
el 28 de marzo de 1895, cuando le dice: “El deber de un hombre está allí donde
es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el
recuerdo de mi madre”.
Pero no todos
saben que el Héroe Nacional tuvo en
la patriota Paulina Hernández, conocida como Paulina Pedroso, una madre simbólica que lo cuidó cuando trataron
de matarlo.
¿QUIÉN FUE PAULINA?
Nacida el 10 de
mayo de 1855, en Consolación del Sur, Pinar del Río, Paulina Hernández fue hija
de esclavos carabalíes, que compraron su libertad.
En Tampa y Cayo
Hueso, adonde emigró con su esposo, Ruperto Pedroso, experimentado tabaquero,
ella fue despalilladora ocasional, lectora de tabaquería, cocinera, costurera,
autora musical, activista a favor de la independencia de Cuba y fundadora de la
Liga de Instrucción en Tampa, que
promovía la educación entre los emigrados negros.
El apellido
Pedroso lo tomó de su marido, y ambos construyeron en suelo tampeño una humilde
y amplia casa de madera, que sirvió luego de refugio a muchos miembros del Partido Revolucionario Cubano, entre
ellos José Martí.
Trabajó a favor
de la unificación revolucionaria y ayudó a constituir la Sociedad de Socorros
La Caridad, agrupación femenina de la cual fue tesorera.
LA OTRA MADRE DE MARTÍ
Con sobradas
razones, identificó el Apóstol a Paulina Hernández como su “madre negra”.
Cuando en
diciembre de 1892 él fue objeto de un envenenamiento en Tampa, realizado por
agentes al servicio de España, que pusieron su vida en peligro, fue ella quien
llevó a su casa a Martí y lo atendió como eficaz enfermera, suministrándole los
medicamentos y preparando sus alimentos, para evitar nuevos intentos de
eliminarlo.
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Imagen: tomada de Ecured. |
Ella fue crucial
en aquella etapa y se comportó como una madre
auténtica. Paulina murió en Cuba en 1913, ciega y pobre. Cuando supo
cercano su final, pidió ser enterrada con la foto que le dedicara Martí, que
decía: “Para Paulina, mi madre negra”.
(Redacción Digital, con información de Radio Reloj. Imagen de portada: red social X)
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