La
designación de Germán Mesa (La HJabana, 1967) como nuevo director del equipo Cuba de beisbol
hasta 2028, con la responsabilidad inmediata de conducir el elenco en el VI
Clásico Mundial del próximo año, ha provocado reacciones diversas.
No es para
menos: cuando se trata de la dirección del equipo nacional, los cubanos no
opinan… sienten.
Confieso
que no era mi candidato preferido. Lo digo con respeto y franqueza. Fue coach
de banca en los más recientes fracasos del equipo nacional, incluyendo el
Premier 12, donde Cuba terminó en el fondo de la tabla. Pensé entonces que lo
lógico era oxigenar la dirección, abrir paso a nuevos rostros, renovar ideas.
Apostar por lo distinto.
Pero
también reconozco que Germán Mesa no es un improvisado. Nadie puede dudar de
que fue uno de los mejores torpederos en la historia de nuestras Series Nacionales y, sin discusión, el más espectacular.
Sus
atrapadas —acrobáticas, imposibles— marcaron a generaciones. Su paso por
Industriales, al que llevó al título en 2010, sigue en la memoria colectiva de
una ciudad que vive el beisbol con el alma. Y como director, ha tenido triunfos
en Nicaragua y actuaciones decorosas en ligas del área.
Soy su
amigo, pero eso no me impide juzgar con objetividad. Conozco su amor
profundo por el beisbol, su entrega diaria, su voluntad de crecer. Es un hombre
que escucha, que consulta, que se ha hecho fuerte con la experiencia y que, a
pesar de las adversidades, sigue creyendo en el proyecto Cuba.
Apenas
unas horas después de su nombramiento, llamó a este medio (Tribuna de La Habana) para ofrecerse, para tender puentes con la prensa. Esa humildad
también cuenta.
No es mago,
aunque lo apoden así. No puede sacar títulos de un sombrero, sobre todo en un
contexto tan complejo como el actual, donde el éxodo de peloteros hacia ligas
extranjeras ha erosionado la base del talento disponible. Su gran reto será
tender puentes, convocar sin imposiciones, ilusionar a peloteros de todos los
rincones y credos, incluidos los que hoy militan en la MLB (Ligas Mayores de
Beisbol).
Si logra
eso, habrá dado un paso gigante.
Entiendo a
quienes no están conformes. Es válido. Cada cual tiene su visión. Pero creo que
ahora no se trata de estar de acuerdo o no con la elección. Se trata de sumar.
De acompañar. De dar el beneficio de la duda a alguien que se ha ganado con
creces el respeto del beisbol cubano.
Porque
apoyar a Germán, en este momento, no es apoyar a un hombre: es respaldar al
equipo que nos representa en el mundo.
El beisbol,
ese que late en cada barrio y esquina del país, tiene el don de unirnos más
allá de nuestras diferencias. Y Germán Mesa, con sus virtudes y defectos, será
por los próximos años la cara visible de ese sentimiento compartido.
No lo
idealicemos. No le exijamos milagros. Pero sí démosle la oportunidad de
demostrar que puede estar a la altura del desafío.
Quizá no era la opción que muchos queríamos. Pero ahora es la que tenemos. Y merece, al menos, un voto de confianza. Porque el Clásico está cerca. Porque el tiempo apremia. Y porque, sobre todo, Cuba necesita volver a soñar. Aunque sea con los pies en la tierra. (Redacción Digital. Con información de Tribuna de La Habana. Foto: Radio Bayamo/archivo)
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