Esta semana, los Leones de la capital cubana aseguraron su presencia en la postemporada de la 64 Serie Nacional de Béisbol, reafirmando una verdad que el tiempo se empeña en confirmar: mientras exista este formato competitivo, el azul de La Habana encontrará el camino.
Hay equipos que clasifican; y hay otros que, simplemente,
cumplen con su destino. Industriales volvió a hacerlo en una temporada marcada
por la resistencia, la herida y el orgullo.
No fue un trámite, ni una marcha triunfal sin sobresaltos. Fue
una travesía de colmillos apretados y brazos cansados. La barrida ante los
Alazanes de Granma —la única que lograron en toda la campaña— al derrotarlos
este miércoles con marcador final de 10 carreras por 0, terminó siendo el golpe
justo, el rugido necesario para alcanzar las 42 victorias y sellar el pasaje a
los cuartos de final. Una clasificación trabajada con sudor, más que con
alardes.
El equipo dirigido por Guillermo Carmona navegó la temporada con
ausencias, dolencias y ajustes constantes, como casi todos, pero con una
diferencia esencial: nunca perdió el pulso competitivo.
Su pitcheo se erigió en columna vertebral. Fue allí, en el
montículo, donde los Leones encontraron su identidad. Segundo mejor promedio de
efectividad del campeonato, líderes en ponches, dominantes cuando más apretaba
el calendario. Cada lanzamiento fue un argumento, cada entrada una declaración
de principios.
La ofensiva, irregular por momentos, supo responder cuando el
juego lo exigió. Cuartos en cuadrangulares, capaces de producir en los momentos
de mayor presión, con un 26 por ciento de efectividad con corredores en
posición anotadora y 94 carreras empujadas para empatar o tomar ventaja. No
siempre fue vistosa, pero sí oportuna, y en el béisbol, eso también es
carácter.
Hubo sombras. La defensa, históricamente emblema de los azules,
mostró grietas: 86 errores, 55 carreras regaladas, cifras que pesan y que
deberán corregirse si el sueño quiere seguir vivo. Pero incluso ahí, en la
imperfección, se reveló la esencia de este equipo: caer, levantarse y seguir.
Ahora restan tres duelos ante unos Vegueros de Pinar del Río
urgidos, peligrosos, con la soga del adiós al cuello. Industriales ya tiene el
boleto en el bolsillo, pero no el destino escrito. La lucha por una mejor
posición en la tabla sigue abierta, porque caer más abajo significaría chocar
con un rival de mayor jerarquía en el cruce inicial, y este equipo, curtido en
la historia, sabe que los detalles deciden imperios.
No es tiempo de nombres propios. Ahora es momento de celebración
colectiva. Desde el receptor silencioso hasta el relevista que lanzó con el
brazo ardiendo; desde el novato nervioso hasta el veterano que entiende que
este diciembre puede ser el último. Todos han puesto algo en esta
clasificación.
Industriales avanza una vez más. Lo hace con las letras góticas
al pecho, pesadas de historia, cargadas de títulos pasados y de una deuda que
aún duele: más de tres lustros sin levantar el trofeo. Pero también lo hace con
la convicción de quien sabe que, mientras haya un juego por disputar, el león
no se rinde.
Porque en la capital, el béisbol no se hereda: se defiende, y
los Leones, una vez más, están listos para pelearlo todo. Nos vemos en el
estadio.
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(Tribuna de La Habana)
JCDT-SST-BGC
