En medio de la algarabía y folclor propio del barrio se escucha una música sublime: Ave María..., e inmediatamente los allí congregados hacen un silencio hermoso. Con solemnidad angelical, Claudio trae en sus brazos a la Virgen de la Caridad frente a todos los presentes. El Fanguito irrumpe en aplausos, emociones y violines.
Las musas de Tropicana le ofrendan a la Patrona de Cuba la belleza y el arte del maestro José Luis González, quien pintó con sus propias manos para la ocasión varios trajes alegóricos a la venerada.
Rosalía Arnaez recuerda el origen de la devoción de los cubanos por Cachita.
"En 1612 apareció en la Bahía de Nipe -algunos dicen- 'un mascarón de proa con la inscripción: Yo soy la Virgen de la Caridad'. Y 75 años después, un criollo nombrado Juan Moreno recogió en las Crónicas de Las Indias que él había sido uno de los tres niños que avistó a la Virgen en la Bahía.
Ella es nuestra Patrona y también de Tenerife, España. En el sincretismo con la religión Yoruba es Oshún, y sus símbolos son el color amarillo y los girasoles. El ocho de septiembre es su día. Ocurren peregrinaciones en su honor. Hay quienes prefieren venerarla en los altares que le tienen en sus hogares, donde le ofrendan y también le piden, especialmente, salud, amor y prosperidad para la familia y para el país".
Lo que no cuenta Rosalía es que esta virgencita perteneció a la Vedet de Cuba, Rosita Fornés, y su albacea, Ismael de la Caridad, la donó al barrio al conocer el anhelo vehemente de los vecinos de El Fanguito de poseer -como muchísimos años atrás- una Cachita propia.
Claudio, líder comunitario y representante de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en esa barriada capitalina, cuenta que el primer altar dedicado a la Caridad del Cobre allí data de los años 40 y la construyó un pescador de la zona, tras salvar la vida en altamar.
Él ofreció el primer don a la virgen mambisa. Luego, los vecinos continuaron adorándola, hasta que, a finales de los años 60, vandalizaron la ermita, y el sitio se convirtió en un solar yermo.
"Con el proceso de transformación del barrio tuvimos la posibilidad de traer la virgen de vuelta. La delegada nos dijo: 'Vamos a hacer un parque, vamos a poner wifi, vamos a poner un busto de Martí', todo con lo que los vecinos estuvimos de acuerdo; pero, además, le planteamos nuestro deseo de tener nuevamente a la Caridad del Cobre, y así sucedió. Fue la primera transformación espiritual del barrio".
El don de gracias a la Caridad del Cobre continúa en El Fanguito, al compás de los violines y tambores.
Madres y padres con hijos pequeños en brazos y una peglaria en el alma, seguramente pidiéndole a la Patrona de Cuba que los proteja. El humo de un tabaco ambienta el lugar. Un niño vestido de amarillo está embelezado en brazos de su padre ante los honores que se le ofrece a La Milagrosa. Una abuela en sillón de ruedas tampoco se ha perdido el toque a la virgen.
Vania Borges le canta a la Caridad del Cobre en El Fanguito, justamente con esa hermosa canción que en sus líneas versa: “Yo sigo aquí en mi Isla (...) Pintando un corazón”. Los vecinos de la barriada capitalina le hacen coro, palmean, bailan, disfrutan. Vania termina."¡Otra, otra!”, le piden. Ella improvisa genialmente; sin instrumentos le despierta el sentimiento y los pies a muchos presentes.
"Cachita esta alborotá y ahora baila el cha, cha, chá.
Cachita esta alborotá y ahora baila el cha, cha, chá.
Cachita esta alborotá y ahora baila el cha, cha, chá", cantan y bailan los vecinos del Fanguito con sincera alegría y devoción.
Ya en su altar, Cachita contempla y bendice a El Fanguito, a Cuba.