Aquellos de nosotros, tal vez los de más edad, que gustábamos de ver espectáculos de magia, ya sea en el circo o en la televisión, habremos escuchado muchas veces la palabra Abracadabra.
Esta era seguida, casi
siempre, por la extraña expresión “pata de cabra”, en boca de un mago que hacía
el truco de aparecer y desaparecer objetos o animales usando un sombrero o
cualquier otro “instrumento mágico, asistido siempre, por supuesto, por la
célebre varita mágica, que nunca podía faltar.
Así como,
probablemente, nunca llegamos a descifrar cómo el mago sacaba del sombrero
misterioso un conejo o interminables varas de pañuelos de colores, tampoco
llegamos a enterarnos del significado del enigmático vocablo Abracadabra.
No solo los magos de
espectáculos modernos usaban esa expresión. Su empleo se pierde en la noche del
tiempo, y se sabe que muchos magos de la antigüedad, hechiceros y hechiceras
hacedores de talismanes, elíxires para casi cualquier cosa, panaceas y otras infinitas
cosas que constituyen el universo de la magia y el encantamiento, hicieron
uso constante de esa palabra.
Han quedado algunos
testimonios escritos, por ejemplo, de que la utilizaba el célebre Simón, mago
de Samaria muy respetado, quien exhibía sus poderes en la Roma imperial de
Nerón e intentó comprar con dinero a los apóstoles Pedro y Pablo el poder de
manifestar el Espíritu Santo. Eso cuenta uno de los libros de la Biblia, Hechos de los Apóstoles.
Parece tarea imposible
intentar descubrir sus orígenes, pero no lo es tanto aclarar su significado,
aunque sea un poco.
Se ha dicho que pudiera
derivar del hebreo antiguo, y que podría significar crearé al hablar, o crearé con la palabra o crearé
con el Verbo, que habría sido pronunciada por Yavé o Jeová, nombre por el
que se conoce al Dios bíblico en el Antiguo Testamento, el sexto día de la
semana de la Creación, cuando hizo del barro al primer hombre, como se cuenta
en el libro del Génesis.
Por
supuesto, no existe testimonio escrito alguno de que Yavé haya pronunciado esa
frase, pero, en cambio, el Génesis sí contiene la expresión En el
principio fue el Verbo.
En
otra versión, la palabra provendría del arameo abra gavra (Crearé al Hombre), y en otras aún, del
latín o el griego. Pero no hay pruebas definitivas de esas suposiciones.
La
palabra Abraxas aparece mencionada por primera vez en Roma a finales
del siglo II y principios del III. El emperador Septimio Severus había nombrado
como tutor de sus hijos al prestigioso erudito Quintus Serenus Sammonicus, cuya
obra escrita se perdió en su casi totalidad.
Uno
de sus pocos textos que ha llegado completo hasta nuestros días es un poema médico-didáctico de 1.115 hexámetros titulado
Liber Medicinalis (Libro
Médico), también conocido con el nombre de De
medicina praecepta saluberrima, y que Sammonico escribió antes del año
212 de Nuestra Era, poco antes de morir.
El
libro es un compendio de remedios populares, la mayoría tomados de Plinio el
Viejo y de Dioscórides (médico y herbolario del rey Mitrídates del Ponto, y cuya
obra sería el principal manual de farmacopea, herbolaria y venenos usado en la
Edad Media y el Renacimiento). Y también fórmulas mágicas, entre las que
aparece la palabra abracadabra, que Sammonico recomienda como cura de la
fiebre aguda.
El sabio aconseja que se
emplee escribiéndola varias veces dentro de un triángulo, y se recite la
fórmula de un modo especial. Luego, habría que colgar un papel al cuello del
enfermo atado con un hilo de lino.
Cabe
destacar que en aquel tiempo la malaria era una de las principales causas de
muerte en muchas regiones del vastísimo imperio romano. Y así fue, con el libro
de medicina de Sammonico, como la palabra en cuestión emprendió su viaje por el
tiempo.
En una edición del Liber Medicinalis, de 1786, puede verse de esta manera:
No tengo explicación sobre cómo la palabra sufrió un curioso desplazamiento de significado, y de encabezar una fórmula mágica para curar fiebres malignas pasó a convertirse en una especie de invocación para aparecer o desaparecer objetos y personas.
Supongo que el culpable es el mecanismo conocido como traslación conceptual
por simplificación. Es decir, del uso “médico” con que aparece en el libro de
Sammonico pasó a integrar la magia folclórica supersticiosa de las clases
populares.
En los llamados “Siglos Oscuros” que siguieron a la caída del Imperio Romano y precedieron el nacimiento de la Edad Media, una inmensa parte de la refinada cultura de la Roma imperial sufrió el mismo proceso a manos de las tribus bárbaras que suplantaron la cultura romana, y que puede seguirse paso a paso en la degradación de las formas del arte y la arquitectura.
Hay también
otra historia sobre la palabra Abracadabra, según la cual era utilizada
por los gnósticos de la secta de los Basilideanos para invocar la ayuda de
espíritus.
Se han encontrado amuletos de piedra con la palabra
grabada que corresponden al siglo II de Nuestra Era, cuando esa secta fue
fundada por Basílides de Alejandría, quien afirmó haber recibido la palabra de
un heredero de las doctrinas nada menos que del Apóstol San Pedro. Según esta historia (¿leyenda?), Abraxas
era el ser supremo reconocido por la secta y Sammonico habría sido uno de sus
seguidores.
El escritor inglés Daniel Defoe
cuenta cómo en 1665, durante la Gran Plaga de Londres que en 18 meses mató a
más de 100 mil personas, muchos londinenses intentaron protegerse escribiendo abracadabra en las puertas de sus
casas.
Cómo del ilustre médico romano la palabra pasó a los gnósticos de Basílides en el siglo II, de ahí a la Edad Media y luego a la civilización europea posterior al Renacimiento, y de ahí llegó a los espectáculos de magia comerciales del siglo XX -y puede que hasta ahora mismo-, se explica del mismo modo: las formas de la cultura popular se trasmiten fundamentalmente por oralidad; los pueblos se encargan de preservarlas y legarlas a las siguientes generaciones, aunque el saber que encierran se vaya convirtiendo en otra cosa. (Gina Picart)