El peligro no es Halloween, sino el Ku Kux Klan (+ fotos y video)


 Creo necesario agregar más datos a los aportados por los órganos de prensa y asociaciones nacionales que han expresado su rechazo a la presencia de atuendos propios del Ku Klux Klan en una celebración de Halloween, recién ocurrida en Holguín.

Rechazo al cual me sumo porque, además de provenir de la tradición racista y supremacista blanca más antigua de los Estados Unidos, el Ku Klux Klan es portador de ideología nazi, que tan nefasta fue y es al mundo, y siempre he combatido.

Relacionar Halloween con el Klan y satanizar esa festividad solo puede hacerse por desconocimiento.

No es necesario arrojar el agua sucia de la bañera con el niño dentro, ni condenar a la destrucción al sofá sobre el que se cometió adulterio. Hay que ver el peligro donde realmente está.

Ecured, la enciclopedia colaborativa cubana en Internet, relata los orígenes e historia de esa organización criminal:

Ku Klux Klan (KKK). Es el nombre que han adoptado varias organizaciones en los Estados Unidos creadas desde el siglo XIX que promueven principalmente la xenofobia, así como la supremacía de la raza blanca, homofobia, el antisemitismo, racismo, anticomunismo, y el anticatolicismo. Con frecuencia, estas organizaciones han recurrido al terrorismo, la violencia y actos intimidatorios como la quema de cruces, para oprimir a sus víctimas.

La primera encarnación del Klan fue fundada a finales de 1865 por veteranos del Ejército de los Estados Confederados de América que, después de la Guerra de Secesión, quisieron resistirse a la Reconstrucción. La organización adoptó rápidamente métodos violentos para conseguir sus fines. Sin embargo, hubo una reacción que en poco tiempo llevó a la organización al declive, pues las élites sureñas veían al Klan como un pretexto para que las tropas federales estuvieran activas en los Estados del Sur. El KKK fue formalmente disuelto en 1870 por el Presidente republicano Ulysses S. Grant, a través del “Acta de derechos civiles ” de 1871 (conocida como "El Acta Ku-Klux Klan").

En 1915 se fundó una nueva asociación que utilizaba el mismo nombre, inspirada por el poder que tenían los medios de comunicación de masas. El segundo KKK fue una organización más formal, con membrecía registrada y con una estructura estatal y nacional. El número de miembros llegó a ser de 4 a 5 millones. La popularidad del Klan comenzó a caer en la Gran depresión de 1929, y durante la Segunda Guerra Mundial, ya que algunos miembros destacados del Klan protagonizaron escándalos por apoyar a la Alemania nazi.

Desde entonces, varias agrupaciones diferentes han utilizado el nombre, incluyendo a las que se oponían al Acta de derechos civiles , y a la de segregación en las décadas de 1950 y 1960.

Se afirma que varias agrupaciones diferentes han utilizado el nombre de Ku Kux Klan, la afiliación real se estima en unos cuantos miles. Estos grupos, con operaciones separadas en pequeñas unidades aisladas, son considerados grupos de odio extremo.

El KKK moderno ha sido repudiado por los medios de comunicación, líderes políticos y religiosos de los Estados Unidos. Sin embargo, no ha sido ilegalizado, y vio un crecimiento considerable en los años precedentes a 2017.

 CON IGUAL MIRADA CRÍTICA

Y esta misma mirada analítica dirijámosla ahora a qué es, en realidad, Halloween, cómo se originó y qué representa.

Halloween o Noche de Brujas, como también se conoce hoy en todo el mundo esta festividad navideña, es una mezcla de tradiciones muy antiguas, propias de los países europeos, y que se encuentra, incluso, en el Mediterráneo árabe y en el lejano Japón.

Si hay que fechar su aparición en la Historia con la mayor exactitud posible, hay que decir que sus más remotos antecedentes datan de tres mil años atrás, según la Universidad de Oxford, cuando los pueblos celtas realizaban una de sus fiestas agrarias anuales, llamada entonces Samhain, en la que se despedía al dios solar Lug de la Mano de Plata y se daba la bienvenida al invierno.

Hoy se cree que la celebración duraba una semana. Los sacerdotes celtas, los druidas, enseñaban a los irlandeses paganos que un pueblo mucho más antiguo, inmortal y de origen divino, los Sidhes, verdadero conquistador de la isla, moraba en lo profundo de la tierra, y era posible llegar a ellos y su maravilloso mundo a través de los túmulos o tumbas de piedra característicos de la cultura celta. Durante cada una de las siete noches de Samhain, se abrían las compuertas que separaban a estos seres de los humanos.

El reino de las hadas, los espíritus de los muertos y los demonios también tenía paso franco.

En esas noches, era posible reencontrarse con los parientes y amigos fallecidos y también tener encuentros sexuales con los Sidhes, de apariencia idéntica a los elfos que hoy conocemos por los libros de Tolkien y los filmes inspirados en ellos, como la saga de El señor de los anillos.

De estos encuentros, nacían después semidioses y héroes, como Cuchulain, hijo de Lug y considerado el Héroe Nacional de Irlanda.

En la celebración, los participantes sacrificaban animales, encendían un fuego sagrado que debía mantenerse vivo todo el año y se disfrazaban para bailar en torno a las hogueras, llamadas fuegos de Samhain.

El ritual más importante después del prendimiento del fuego tenía lugar cuando los grupos se dirigían hacia los túmulos, alumbrándose con lámparas talladas en vegetales como nabos, calabazas y otros a los que se les tallaban caras humanas y se les colocaba dentro una vela.

Esta fiesta, como todas las celebraciones paganas, llegó a su fin cuando San Patricio llevó el cristianismo a Irlanda, lo cual, aunque no es cierto, se dice que ocurrió de manera incruenta, solo con prédicas, por lo que la Iglesia encontró una solución que no perturbara aquella paz: convirtió los dioses celtas en santos cristianos, los pozos sagrados en pozos del santo tal o más cuál, etc., y Samhain terminó transformada en una inofensiva fiesta de la Cosecha.

En el siglo VII, el papa Bonifacio IV decretó el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, en inglés All Hallow´s Eve, para honrar a todos aquellos mártires que habían dado su vida por su Fe, y es de ahí que se deriva el actual nombre de Halloween. Una solución salomónica, sin duda.

Pero ya se sabe que los pueblos no dejan morir tan fácilmente su pasado, y en las regiones rurales de Irlanda y Escocia, y en todas las naciones celtas, las creencias antiguas, aunque prudentemente ocultas bajo la máscara de las falsas conversiones, continuaron siendo practicadas por los campesinos.

Fue así como las druidesas ataviadas con túnicas negras terminaron convertidas en las temibles Brujas perseguidas en la Edad Media por la Inquisición, y quemadas en la hoguera a menudo en compañía de sus gatos, a quienes la Iglesia y los inquisidores acusaban de ser los “familiares” que las secundaban en sus maleficios.

Ahora bien, los celtas fueron los primeros habitantes de Europa. Escocia y sus islas, Irlanda, Inglaterra, Gales, Holanda, Bélgica, Suiza, Bretaña, Francia (Galia), Italia y España, todos estos países tienen un sustrato cultural celta común. De hecho, los dos primeros asentamientos celtas en el continente se han encontrado en Hallstat y La Tene, en territorio suizo. Ello explica que festivales y celebraciones muy semejantes a Samhain existieran desde una muy remota antigüedad en esos lugares.

Las calabazas talladas con caras humanas y velas en su interior, conocidas en inglés como jack-o’-lantern o lámparas de Jack, provienen del fenómeno natural conocido como fuego fatuo y tienen su origen en la leyenda irlandesa de Jack, el Tacaño y su encuentro con el Diablo, con quien hace un pacto un poco deshonesto para que este jamás pueda llevarse su alma.

Después de un tiempo, Jack muere, pero sus muchos pecados le impedían merecer el Cielo; no obstante, el diablo había prometido no llevarse su alma, y así Jack quedó también fuera del infierno. No tenía adónde ir ni tampoco podía ver el camino entre la oscuridad de la noche, pues no tenía con qué alumbrarse. El diablo le arrojó, a modo de burla, una brasa del fuego del infierno, que nunca deja de arder. Jack ahuecó uno de sus nabos, puso la brasa en su interior y comenzó su eterna peregrinación sin rumbo por todo el mundo, sin encontrar jamás un lugar donde por fin pudiera descansar.

Pero no solo en Irlanda, Escocia, Inglaterra y Gales existe la antigua tradición de tallar faroles a partir de vegetales, pen especial de ciertas variedades de nabos y remolachas.

En casi toda España se usaban tradicionalmente calabazas talladas con forma de cara e iluminadas con velas, y en ocasiones también nabos. Estas tradiciones siguen vivas ahora mismo en Cantabria, Galicia y Castilla y León, Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura, Cataluña o Aragón.

Fue en 1866 cuando los faroles hechos con vegetales comenzaron a asociarse con la fiesta de Halloween.

En 1840, los irlandeses abandonaron su isla huyendo de la Gran Hambruna o Hambre de la Patata, que mató millones de nativos en esa tierra, y llevaron consigo esa tradición a los Estados Unidos, aunque la celebración como tal llegó a EE. UU. y Canadá con los primeros colonos europeos, quienes, antes de lograr plantaciones de nabos y remolachas, consiguieron buenas y abundantes cosechas de calabazas.

Los disfraces típicos de Halloween son los trajes de brujas, túnicas negras que vienen de los ropajes de las antiguas druidesas celtas, un sombrero negro picudo, aporte de los holandeses y que fue, además, parte de la indumentaria vergonzante impuesta por la Inquisición a sus víctimas, costumbre que repudiaban los protestantes, hijos de la Reforma de Lutero que provocó el rechazo multitudinario en Europa a la Iglesia Católica y el nacimiento de las confesiones protestantes que hoy conocemos.

Las largas calzas de franjas blancas y negras pertenecen también al traje típico de los campesinos holandeses y de las pequeñas criaturas mágicas llamadas gnomos. Las máscaras gatunas rememoran a los gatos como “familiares” y aliados de las brujas, y las túnicas blancas y capuchones y máscaras del mismo color son el disfraz de fantasma que ya se llevaba en la Irlanda precristiana y que se basa en la palidez de los cadáveres. Hasta aquí la explicación de lo que significa Halloween, que jamás tuvo un cariz racista, ni supremacista blanco, ni nazi. Es muy anterior a todas esas concepciones e ideologías.

Ahora bien: los españoles encontraron en el Nuevo Mundo poderosos imperios, como el inca y el azteca, con culturas y religiones muy bien estructuradas, que se empeñaron en destruir a sangre y fuego para levantar sobre ellas sus catedrales dedicadas a sus vírgenes y santos.

No lo lograron, y hoy esas culturas siguen vivas, tienen representantes y tradiciones que se fusionaron con las españolas en algunos casos, y en otros nunca llegaron a desaparecer y se mantienen vigentes, como la Fiesta de los Muertos en México que, salvando las diferencias geográficas y culturales, tiene muchos puntos en común con Halloween, y esas semejanzas, inexplicables para tantas personas, las trata en profundidad la Antropología, pero yo no me extenderé en esos temas aquí.

En Cuba, apenas conocemos las tradiciones y celebraciones de nuestros aborígenes. Más allá del areíto y los nombres y funciones de algunas deidades adoradas por taínos y siboneyes, no podemos aventurarnos más.

Nosotros heredamos las tradiciones religiosas navideñas de España, que, como geográficamente está en otro continente, es, con respecto a Cuba, un país extranjero, y las religiones afrocubanas traídas por los esclavos, en especial yorubas y congos.

Posiblemente las religiones que tienen hoy más seguidores en Cuba son la iglesia católica, la iglesia bautista entre las confesiones protestantes, y las religiones afrocubanas, pero ninguna de las tres es oriunda de esta isla. Todas fueron traídas, de un modo u otro. Todas son extranjeras, aunque ya seamos una nación consolidada y con una identidad reconocible. Y quienes conozcan bien el origen del sacerdocio de Ifá y la historia de Francisco, el esclavo negro liberto que lo trajo de África a Cuba por orden del propio Orula, saben que no miento ni tergiverso nada. Nosotros somos la isla de la mezcla. Crisol de razas y culturas -como nos llamó Fernando Ortiz-, ajiaco humano.

Pero, por encima de lo que somos, está la incontestable realidad de que esta isla no es un suburbio astral, sino está inserta en una comunidad de naciones. Vivimos en un mundo global y globalizado, nos guste o no, y rechazar tradiciones, celebraciones y festividades provenientes de otras zonas del mapamundi, satanizándolas y etiquetándolas como “extranjerizantes”, es una postura a ultranza que se va al extremo del fenómeno y que, históricamente hablando, no deberíamos permitirnos, porque esa, aunque muchos querrán negarlo con fanatismo, es una postura xenófoba, y esta isla, desde que fue descubierta por Cristóbal Colón, se ha caracterizado por recibir a hombres y mujeres de todo el planeta, y aparte de todos los males que ya sabemos trajo consigo la esclavitud, los cubanos nunca hemos practicado la xenofobia en ninguna de sus manifestaciones. Para el pueblo de Cuba, la xenofobia sí es un mal extranjerizante.

Halloween es una fiesta sin culpas. El peligro real, el que debe legítimamente preocuparnos, está allí de donde le vino la idea a un grupo de idiotas de vestir el uniforme del Ku Klux Klan en medio de esa celebración.

Cuba combate el racismo y sigue luchando por lograr una sociedad sin prejuicios, inclusiva, homogénea. Rechaza las doctrinas de ultraderecha sobre supremacía blanca y, por sobre todas las cosas, rechaza cualquier postura ideológica que comulgue con el nazismo, mal que tiene que ser aplastado sin contemplaciones dondequiera que asome su cabeza mefítica y su garra sangrienta. (Redacción digital. Resumen de artículo de Gina Picart)

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