Casas y cosas de El Vedado


La venta de terrenos fue lenta en El Vedado, una zona que comenzó a urbanizarse a partir de 1858. Hacia 1870 existían solo unas veinte viviendas, casi todas en las calles Línea y Calzada. Se dice que los primeros vecinos de la localidad fueron el Conde de Pozos Dulces y su familia, propietarios por otra parte de la finca El Vedado. Habitaron los Pozos Dulces una típica casona criolla que se localizaba entre las calles 11, 13, C y D para trasladarse después para Línea esquina a D, en el mismo espacio que ocupa el edificio Montes.

El doctor Antonio González Curquejo fue otro de los pioneros de la barriada. En 1880 construyó en la esquina de Línea y B la residencia que ocuparía junto con los suyos -y que se conserva, muy maltratada y venida a menos- y por B edificaría otras dos casas destinadas al alquiler.

Fue el propio González Curquejo quien dejó constancia de cómo era El Vedado en 1879 y esbozó la lista de sus fundadores. Menciona, entre ellos, a los hermanos José y Cirilo Yarini, médico muy famoso el primero, establecido en Línea y C, en tanto que el otro, con domicilio en Línea y 6, sería uno de los introductores de la estomatología moderna en la isla; tíos ambos del célebre chulo Alberto Yarini.

¿Comercios? En Calzada entre Paseo y 2 estuvo la botica del doctor Bueno, quizás más antigua de El Vedado, y en Línea y D estaba el kiosco de Don Salvador, con su expendio de zambumbia, agua de Loja, horchata, agua de cebada… En 1883 se inauguró, en Calzada esquina a 2, el Salón Trotcha, complementado posteriormente por un cuerpo de madera que se destinó a hotel, y que no solo era muy apreciado como establecimiento hotelero, sino por sus bellísimos jardines.

Entre los cinematógrafos de la barriada estaba la sala Vedado, en Calzada y Paseo. Cine de categoría de a 20 centavos la papeleta, con sillas de tijera que el público movía a su antojo en la platea y con palcos que eran alquilados por las familias. El cine Gris, en E entre 17 y 19, de menor rango, disponía de una tertulia ruidosa y alegre. El cine-teatro Trianon fue, en la década de 1920, uno de lo principales de la capital, y el teatro Auditórium, hoy Amadeo Roldán, en Calzada y D, se inauguró el 28 de diciembre de 1928, con la asistencia del presidente Gerardo Machado que acudió en compañía de toda su familia. Era propiedad de la Sociedad Pro-Arte Musical y dispuso de 2 600 asientos y 24 palcos.

Hacia 1895 hubo un notable desarrollo en “el simpático caserío de El Vedado”, como le llama en una de sus crónicas el poeta Julián del CasalLa cercanía del mar hizo que el reparto cobrara relevancia. En la línea de la costa, desde G hasta 6, se establecieron hacia 1864 varios balnearios. La calle E fue conocida popularmente con el nombre de Baños porque llevaba a las pocetas del balneario El Progreso.

Otro de esos establecimientos, Las Playas, se situaba al final de la calle D, mientras los baños de Carneado se hallaban en lo que hoy sería Malecón y Paseo. La gente se bañaba entonces en lo que se llamaba pocetas de ahogado, que se aprovechaban de la disposición de las rocas o se cavaban artificialmente en ellas. Las había pequeñas, con locales reservados para la familia, y otras, muy amplias, en la que se bañaban, por separado, hombres y mujeres.

El dueño de El Progreso hizo un negocio redondo. Construyó una gran nave para sus pocetas, y en el techo de esa nave habilitó catorce apartamentos dotados de sala-comedor, dos habitaciones y servicios, que alquilaba por cien pesos mensuales, y en Tercera entre B y C edificó varias casas de madera, pequeñas, destinadas también al alquiler durante la temporada veraniega. Sin contar que el derecho al baño de mar costaba 50 centavos. Esos baños -había otros como El Encanto, El Océano- desaparecieron con la ampliación del Malecón, desde la calle G y hasta el río Almendares, en los años 50. Fue demolido entonces el Palacio de Convenciones y Deportes, en Paseo y Mar, para ser sustituido por la Ciudad Deportiva.

Tras el fin de la Guerra de Independencia, en 1898, y la instauración de la República, en 1902, El Vedado adquirió un auge inusitado. Los ricos de abolengo abandonan la atestada y ruidosa Habana Vieja y compran terrenos y construyen en la barriada. Lo hacen también los nuevos ricos y no pocos altos oficiales del Ejército Libertador que cobran sus haberes. Residencias de todos los tamaños, lujos y estilos surgieron por doquier.

Se pobló no solo la parte baja, aledaña al mar, sino también la zona de la  loma, desde la calle Loma hacia el sur. Se pavimentaba la calle 17 y la Havana Electric acometía el tendido eléctrico para extender el tranvía hasta La Chorrera. El Paseo del Prado y la barriada del Cerro quedaban definitivamente desplazados por la gente de mayores recursos.

No tardarían en surgirle rivales a El Vedado con los repartos del oeste de La Habana, al otro lado del Almendares, donde terminarían avecindándose los más ricos. Ya en 1910 la propaganda afirmaba: “Cualquiera puede decir: Yo vivo en El Vedado. Pero no todos pueden decir: Yo vivo en el Country Club”. Muchas regias mansiones de antaño, abandonadas por sus dueños, se convirtieron en colegios, oficinas cuarterías, casas de salud… Quedaron entonces en El Vedado los más tradicionalistas, aunque también algunos ricos como los Gelats, en 17 y H, los Falla Bonet, en 17 e I, los González de Mendoza, en B y 13...

Aún así, El Vedado es uno de los grandes logros del urbanismo contemporáneo, con sus parques, áreas verdes y sus bodegas de esquina. (Tomado de Cubadebate)

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