«La angustia halla formas soterradas de carcomer el espíritu; y en María Luisa Milanés nada parecía anunciar la desgracia. Más allá de su rebeldía en alguna discusión con el padre o el esposo, ella se comportaba como una “perfecta señorita latina”, para decirlo con sus propias palabras. El aro de bordado cubría los poemas escritos a escondidas de sus dos hombres. Todo lo que en sociedad disimulaba tras una sonrisa o las teclas del piano, emergía en su soledad. La literatura era su refugio, el único sitio donde sentirse libre. Hasta que un día levantó el revólver y apretó el gatillo».
Con esas palabras, el dramaturgo Abel González Melo despierta, sin duda, la curiosidad, y nos invita a acercarnos a la vida de una insigne poetisa bayamesa (1893-1919). Si es usted de los que quedó hechizado, tiene la oportunidad inmejorable de sumergirse en los misterios de esa vida, tempranamente apagada, mediante la puesta en escena de Bayamesa: Réquiem por María Luisa Milanés, que hasta el 29 de enero propone Argos Teatro (Ayestarán No. 307 y 20 de Mayo, Cerro), con dirección de Yailín Coppola.
La historia comienza cuando una actriz descubre en el archivo familiar un cofre con manuscritos inéditos de la insigne escritora. Al compartirlo con los miembros de su compañía de teatro, la figura de esta ardiente feminista y patriota despierta tal atracción en ellos, que se lanzan a preparar un espectáculo inspirado en su existencia.
Sobre las motivaciones que lo llevaron a crear ese maravilloso texto, merecedor del premio Casa de las Américas 2020, González Melo cuenta que fue su madre, Mercedes Melo Pereira, quien le habló por primera vez de esa gran mujer: «Su don literario se hallaba en plenitud cuando decidió acabar, de un disparo en el vientre, con su vida. ¿Qué puede conducir a alguien de 26 años al suicidio, a un suicidio tan fiero y simbólico como este?
«Todo en ella me resultó fascinante y terrible: su nacimiento en elevada cuna, su carácter noble y visionario en medio de un contexto hostil, su persistencia en defender el patrimonio de su fe en el amor y la escritura, la convertían en una heroína trágica en toda regla».
Con esas claves concibió un material híbrido, a medio camino entre la biografía y la ficción, con manejo de abundantes documentos, testimonios y datos históricos para dar vida a personajes y episodios dramáticos en los que se funden versos y prosas de Milanés con palabras del autor.
«Para la escritura conté, afortunadamente, con el apoyo de Teatro Avante, compañía que me encargó la obra y la estrenó en el 34to. Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, en 2019, año del centenario luctuoso de la poetisa. Es indispensable mencionar la colaboración con una de las mayores conocedoras de la obra de María Luisa, la investigadora María del Carmen Muzio, quien me permitió acceder a sus archivos, así como lo importante que resultó para el proyecto la amplia compilación de Alberto Rocasolano Cuando la muerte deja de ser silencio, publicada por Letras Cubanas.
«Se considera que la autobiografía de María Luisa Milanés es el primer manifiesto feminista de Cuba. Su poesía demuestra, igualmente, una enorme clarividencia política, que su padre, el general Luis Milanés, no dejó de censurarla con insistencia. Mientras las mujeres sean víctimas de una sociedad tan machista como la nuestra, mientras la voz de un escritor sea silenciada por motivos ideológicos, creo que esta obra tendrá sentido.
«Que se represente ahora en Argos Teatro, la casa donde he crecido como dramaturgo, director y espectador, es una inmensa alegría: la oportunidad de que las palabras y los cuerpos reactiven la memoria y pongan en primer término el debate sobre cuestiones de entera vigencia», asegura el teatrólogo y profesor, cuya dramaturgia ha buscado siempre la pulsión de lo real.
En tanto, sobre el trabajo con Yailín Coppola comentó que, además de una gran amiga y una extraordinaria mujer de teatro, es cómplice de múltiples viajes escénicos a lo largo de los años: Chamaco, Mecánica, Sistema, El principio de Arquímedes…
«Trabajar con ella es un desafío y un aprendizaje: sus preguntas, sus inquietudes, nacen de las entrañas mismas del oficio. En ella se mezclan la actriz, la directora y la pedagoga con buen gusto, generosidad y sabiduría escénica».
Los retos de contar una historia
En la ardua búsqueda de una obra para defender, a Yailín Coppola lo primero que la seduce son los personajes. En ese sentido se enamoró de María Luisa Milanés, confiesa a JR. Descubrir su poesía, su vida, fue lo que la condujo a decidirse por esta pieza, que habla también de la lucha por vivir, por ser libres.
«Como directora me llamó mucho la atención el juego entre los límites de lo real y la ficción. Abel González Melo me dejó muy claro desde el inicio que esta obra se presenta como una ficción documental, no una biografía, aunque él se inspira y utiliza muchas cosas de origen biográfico».
Otro elemento que a Yailín le resultó fascinante fue esa suerte de teatro dentro del teatro, al poner en escena las interioridades de una compañía en medio de un proceso de creación; una exposición de esa vida interna que por lo general no se presenta al público.
También la cautivaron los temas que se abordan: el amor, el desamor, el rigor de la vida, la incomprensión familiar, las relaciones matrimoniales, la opresión de una sociedad patriarcal y machista, el sistema de poderes, la complejidad de la creación artística y un aspecto tan sensible como el suicidio, provocado en este caso por una depresión y como única vía de solución a los conflictos.
«Era necesario presentar esta obra en nuestro país, primero para darle voz a esa poetisa que está olvidada, silenciada, y porque es un texto que rezuma cubanía.
«A Abel me une una relación personal; somos muy buenos amigos y nos vincula la pasión por el teatro, donde tenemos muchos puntos en común. La colaboración ha sido estrecha. Él estuvo en los ensayos y realizó un trabajo de mesa durante tres sesiones seguidas, fue una labor profunda y seria, basada en la confianza y libertad que me otorgó en todo momento».
Al referirse al proceso de montaje, aseguró Yailín Coppola que fue muy complejo. Desde hace tiempo deseaba realizar un espectáculo en el cual pudiera hacer una especie de extensión de la academia. En su trayectoria como profesora de actuación en la escuela de teatro, era un anhelo personal brindar a algunos estudiantes la oportunidad de experimentar directamente el rigor de una compañía profesional y lo que significa llevar adelante una temporada. Su intención era trasladar a la escena esa esencia pedagógica. Fue precisamente ese el mayor desafío: trabajar con un elenco tan joven, conformado por Chabely Díaz, Eme Fonseka, Ariadna García, Nolan Guerra y Mariana Valdés.
«Quizá la crítica aluda a lo novel del elenco y su inexperiencia. Estoy preparada para todo lo que eso implica. Pero lo que no se puede pasar por alto es que esos actores, a pesar de su juventud, se han comprometido completamente y han trabajado en igualdad con el resto del elenco, que son profesionales con una historia.
«Eso es también lo que durante más de 20 años ha identificado a Argos Teatro y lo distingue de otras compañías: el trabajo directo con el actor y el énfasis en el comportamiento humano, buscando siempre ser transparentes y apostando por la verdad».
Yailín Coppola está convencida de que Bayamesa… podría marcar un antes y un después en su carrera, y seguramente así será, no solo para ella, sino para quienes la acompañan en este viaje de descubrimiento.
«Se trata de ser honestos y reales; eso forma parte de la de la magia y de la belleza de esta obra visible en la juventud: los rostros inocentes y las miradas que brillan en un camino que se inicia».
(Tomado de Juventud Rebelde)