Hace 15 años, comenzó la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) su estrategia de transformación digital, para, desde el empleo de las nuevas tecnologías, facilitar la vida de los habitantes de La Habana Vieja y beneficiar a los cientos de miles de personas que visitan anualmente el Centro Histórico de la capital.
La idea era que, en concordancia con el Plan de Desarrollo Integral (PEDI) del Centro Histórico, el proyecto se integrara al proceso de rehabilitación urbana y social, permitiera mejorar la gestión institucional y apoyara la puesta en valor, difusión y salvaguarda de los valores patrimoniales.
A inicios de 2023, aquella estrategia, devenida proyecto Ciudad Inteligente, muestra resultados palpables. Eritk Guerra Figueredo, director de Informática y Comunicaciones de la OHCH y líder del proyecto, menciona entre los logros fundamentales la creación del Centro de Información y Orientación a la Comunidad (CIOC), institución que recibe, atiende y orienta las solicitudes de los pobladores de La Habana Vieja, mediante el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones. También hace referencia al desarrollo de las estaciones de autoservicios digitales que, creadas con el apoyo de la Oficina de Facilitación al Pago de la Contribución, permiten el acceso a más de 50 servicios digitales.
En cuanto a la preservación del patrimonio, Guerra Figueredo alude a la elaboración de un repositorio digital, que integra colecciones de instituciones culturales de la Oficina del Historiador y cuenta con más de 11 000 activos agrupados en 33 colecciones, un aporte directo al Programa Nacional de Memoria Histórica. Asimismo, explica que el desarrollo de herramientas y aplicaciones informáticas de apoyo a la museografía ha hecho más atractivo el recorrido por los museos.
Por otra parte, para facilitar la gestión institucional, se han creado herramientas orientadas a la planificación urbana, como el Sistema de Información Territorial (SIT), desarrollado por especialistas del Plan Maestro. Este sistema combina información cartográfica del territorio, con otras fuentes de datos de diversa naturaleza (características y estado técnico de los inmuebles, información socioeconómica, fotos, planos, etc.) y constituye una poderosa herramienta para la toma de decisiones a nivel territorial.
Todo ello ha sido posible, en buena medida, gracias a una infraestructura de conectividad de banda ancha -desplegada de conjunto con Etecsa- que comunica en la actualidad a más de 100 instituciones y puntos de interés en el territorio.
Pero la cooperación ha sido esencial para el rediseño de la iniciativa planteada 15 años atrás. El proyecto cooperativo más importante, que -junto a la madurez institucional alcanzada en estos años- impulsó en 2020 el replanteamiento de Ciudad Inteligente como se concibe actualmente, lleva por nombre “El Centro Histórico de la Habana hacia un modelo de ciudad inteligente con énfasis en el fomento de la economía creativa, en el marco del 500 Aniversario de la Fundación de la Ciudad”. El proyecto está financiado por la Unión Europea, co-financiado por el Ayuntamiento de Barcelona y cuenta con la participación del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) como co-beneficiario.
“Ejecutada desde el año 2020 hasta el 2025, con un aporte externo de tres millones de euros, la iniciativa se une a los esfuerzos de la Oficina del Historiador y los actores a nivel local, provincial y nacional para implementar un modelo piloto de ciudad inteligente en el Centro Histórico”, explica Nelys García Blanco, directora de Cooperación Internacional de la OHCH.
Según la especialista, además de propiciar el necesario financiamiento, la cooperación ha sido imprescindible en la transmisión de conocimientos y en el establecimiento de alianzas estratégicas con otras ciudades y naciones. Para ello han jugado un papel fundamental talleres internacionales como “Planeando la Ciudad Inteligente” –con la participación de especialistas de España, Colombia y Argentina-, la XVII Edición de la Especialización en Pensamiento Estratégico Urbano -durante la cual 22 alumnos de 16 ciudades iberoamericanas compartieron experiencias de gestión de ciudad inteligente- y el XVIII Encuentro Internacional sobre Gestión de Ciudades Patrimoniales “Por una ciudad patrimonial inteligente y accesible”, celebrado en La Habana entre el 17 y 19 de noviembre.
Al decir de Guerra Figueredo, un hito en la historia de esos vínculos tuvo lugar en mayo de 2017, con la inauguración del Centro para la Interpretación de las Relaciones entre Cuba y Europa. El apoyo de los proyectos de cooperación internacional, financiados por la Unión Europea, ha posibilitado que el centro cuente con 14 salas temáticas, una mediateca y una sala polivalente.
A partir de esa experiencia, los especialistas al frente de Ciudad Inteligente, vinculados a un equipo multidisciplinario, han salido del perímetro del Centro Histórico para desarrollar iniciativas similares en instituciones como el Centro Fidel Castro Ruz, las salas de museo del Capitolio Nacional, el Museo Nacional del Ferrocarril, entre otras.
Extender el proyecto desde La Habana Vieja hasta otros municipios no parece, sin embargo, una alternativa para el futuro inmediato. “Los problemas, retos, ideas y conceptos que manejamos son comunes para la mayoría de los municipios cubanos, sobre todo aquellos que forman parte de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba, con quienes tenemos estrechas relaciones de trabajo. Sin embargo, hacer extensivos los resultados, servicios o herramientas desarrolladas como parte del proyecto a otros municipios, requiere un trabajo previo de evaluación de las particularidades de cada territorio, sus prioridades, planes de desarrollo, recursos, etc., y también de la voluntad política de las autoridades y decisores territoriales”, afirma Guerra Figueredo.
En los propios predios de La Habana Vieja falta camino por recorrer. El coordinador del proyecto Ciudad Inteligente comenta que aún se trabaja en diferentes fases de concepción, diseño e implementación de acciones como el despliegue de una infraestructura tecnológica orientada a la conectividad pública; la integración de servicios de atención a la población; el pago a la contribución y demás trámites de administración pública relacionados con el uso de suelo y la vivienda; el despliegue de un sistema de iluminación pública inteligente que permita optimizar los recursos energéticos, el desarrollo de proyectos pilotos de transformación digital en instituciones educacionales y de salud; la integración de servicios a las plataformas de pago digitales, entre otras cuestiones.
¿A qué modelo de ciudad inteligente se aspira entonces? Es un camino que se debe construir poco a poco, en función de las necesidades y del propio desarrollo del territorio. Hay un grupo de ideas o principios que Guerra Figueredo puntualiza:
“Consideramos que la ciudad inteligente no puede ser la acumulación de equipamiento tecnológico o servicios, per se, sin un análisis de impacto social y económico que pudieran tener, y sin una valoración exacta de los beneficios que estos pueden representar para el proceso de desarrollo local. Creemos que la inteligencia estará en la manera de enfocar, adaptar e implementar la estrategia en nuestras condiciones actuales, con la participación de todos los actores del territorio, considerando las mejores prácticas a nivel internacional y en total sintonía con la política nacional”.
Además, menciona la importancia de tener como eje de atención al ciudadano y al patrimonio, entendido este en su concepto más amplio, desde un punto de vista cultural y social, lo cual distingue la propuesta Ciudad Inteligente del Centro Histórico de La Habana de otras experiencias similares consultadas, que simplifican la importancia de la cultura en cualquier proceso de desarrollo local.
En estos años de búsqueda de una ciudad inteligente han existido grandes desafíos y satisfacciones. “Si alguna conclusión quisiera sacar es que podemos avanzar, aun cuando desde el punto de vista material no esté todo resuelto. Buscar alternativas a esas carencias, hurgar en las reservas de conocimientos y talento que hoy tiene nuestra sociedad ha sido una gran enseñanza”, afirma Guerra Figueredo.
Existen numerosos proyectos en instituciones, universidades, formas de gestión no estatal, y emanados de los propios ciudadanos, que pueden tributar a la ciudad inteligente que se quiere construir. El reto está integrar armónicamente todas esas iniciativas, definiendo prioridades según su impacto y posibilidades reales de trascendencia, para preservar el patrimonio y facilitar la vida de la ciudadanía.