San Rafael a pluma y lápiz



La calle San Rafael se llamó antes de Los Amigos y también de Monserrate porque conducía a la puerta de ese nombre en la Muralla. Se denominó, asimismo, Del Presidio porque donde se erigió el teatro Tacón –después Nacional, luego Estrada Palma y García Lorca y hoy Gran Teatro Alicia Alonso– existió una penitenciaría regentada por un tal Juan Naranjo.

El 18 de mayo de 1921, el Ayuntamiento habanero le varió a San Rafael el nombre por el de General Carrillo en homenaje a ese remediano que combatió en las tres guerras por la independencia de Cuba y que, dos días después de que se le diera su nombre a la calle, asumiría la vicepresidencia de la República hasta 1925, es decir, bajo el mandato del licenciado Alfredo Zayas y Alfonso. Por decreto ley del presidente José Agripino Barnet, aprobado, a sugerencia del historiador Emilio Roig, por el Consejo de Secretarios (ministros) el 13 de enero de 1936, se le restituyó a la calle su nombre popular de San Rafael.

Solo para hombres

El viajero norteamericano Samuel Hazard afirma en su libro Cuba a pluma y lápiz que hacia 1868 el Escauriza –en la esquina de Prado y San Rafael– era el mayor café de La Habana y anota, como de pasada, que la clientela de este establecimiento, que califica de “fresco y agradable”, estaba conformada solo por hombres. Las damas, comenta el propio escritor y dibujante, podían acudir entonces al café Francios, en la calle Cuba, y al restaurante Las Tullerías, en San Rafael esquina a Consulado, que disponía en los altos de un salón propio para ellas. Era un restaurante más francés que español y su excelente oferta se disfrutaba a precios muy razonables.

Muy cerca de Las Tullerías se ubicaba el néctar-soda El Habanero, y, en el tramo comprendido entre Consulado y Prado, el bar El Refrigerador, propiedad de un asturiano de apellido Mantecón. Fue allí, dice Federico Villoch en una de sus Viejas postales descoloridas donde, alrededor de 1880, se expendió por primera vez en La Habana el lager-beer de barricas que se traía de Nueva York. En los altos de El Refrigerador, los redactores de las revistas La Habana Elegante y El Fígaro habilitaron un local para su esparcimiento y recreación que nombraron Braseri Club.

En San Rafael y Águila estuvo la primera fábrica de cerveza que se montó en Cuba. Fue todo un fracaso en aquel lejano año de 1841, cuando sus propietarios se empeñaron en sustituir la cebada europea por el jugo de la caña de azúcar.

Con posterioridad a 1867 hubo una sala de armas en San Rafael e Industria.

El pulso de la ciudad

Decía Jorge Mañach en 1926 que Obispo era una calle conservadora y recalcitrante que defendía su viejo prestigio con celo conmovedor, y que San Rafael era arribista y nueva rica, en tanto Galiano y Belascoaín no acertaban a definirse. Pero en la misma fecha llamó “encantadora” a la esquina de Galiano y San Rafael, y la calificó de “lujosa, perfumada y trémula”. Precisó el cronista: “Vía crucis de los instintos… por donde, a la hora ‘del cierre’, en que la villa se esponja empapada de crepúsculo, discurre quebradamente el mujerío inefable de La Habana”.

Se dice que por el número elevado de mujeres que concurrían a la zona para hacer sus compras y ver las vidrieras –grupo que se reforzaba con la entrada y salida de las empleadas de las tiendas– es que ese sitio recibió el nombre de “esquina del pecado”. Sin embargo, Eduardo Robreño y René Méndez Capote aseguraban que con tal nombre bautizó antes a la esquina de Galiano y Neptuno el periodista Lozano Casado. Eso poco importa hoy. Lo que resulta verdaderamente significativo es que Galiano y San Rafael se convirtió en el punto comercial por excelencia de la capital.

Hasta 1915, Obispo y O´Reilly fueron en La Habana la meca del comercio y la moda, como lo eran de las secretarías de despacho (ministerios), la banca y los bufetes de prestigio. Esto cambia a partir de esa fecha, cuando la esquina de Galiano y San Rafael empieza a ser lo que fue después. Cinco años más tarde era ya el sitio donde se medía el pulso de la ciudad.

En 1897 abrió sus puertas Fin de Siglo, un pequeño bazar en San Rafael y Águila que creció al ritmo de la gran Habana.

La primera tienda de la que se tienen noticias que funcionó en el área se llamó El Boulevard y ocupó justo el sitio que con el tiempo sería el de la ferretería Tras Val. El cronista desconoce su fecha de inauguración, pero sí que sus propietarios la vendieron en 1887. Aprovechando el espacio, los nuevos dueños abrieron allí La Casa Grande, que prestó servicio hasta 1937, cuando vendieron a su vez el local, donde se instaló el Ten Cents, comercio minorista de artículos varios, casi todos importados, que desde 1924 tenía su sede en San Rafael y Amistad. Donde hoy se encuentra Flogar, estuvo durante años el café La Isla, célebre por sus exquisitos helados. El Encanto nació en 1888 en Guanabacoa. Pasó después a Compostela y Sol, hasta que halló sitio en Galiano y San Rafael y creció desmesuradamente. Cuando el fuego asesino la destruyó en 1961, era la tienda por departamentos más importante del país.

Eran famosas en el mundo las aceras de San Rafael en el tramo comprendido entre Galiano y Prado. En la década de 1960 se prohibió el tránsito de vehículos por dicho tramo, cobró vida entonces el llamado bulevar de San Rafael y las vistosas aceras desparecieron con la restructuración de ese pedazo de calle. En el año 2019, con motivo del aniversario 500 de la fundación de La Habana, se rediseñó el bulevar.

Entre otros establecimientos comerciales sobresalían Cuervo y Sobrino, “los joyeros de confianza”, la joyería de Gastón Bared, que representaba los relojes Omega, Cartier y Berting, y la reputada sastrería Oscar. Peleterías como Ingelmo. Expendedoras de discos como Columbia, Kubaney, Puchito y La Moda. También el hotel Royal Palm, de 200 habitaciones, en la esquina con Industria, y el hotel Bristol, en San Rafael y Amistad, y salas cinematográficas como Cinecito, Dúplex y Rex. (Cubadebate)

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