El bar-restaurante Gato Tuerto, de La Habana, tiene hilos de contacto con similares en urbes europeas de finales del siglo XIX, como el Chat Noir, de París, o Els Quatre Gats, de Barcelona.
Del establecimiento parisino, nos referimos en un trabajo anterior, por
lo que queda ahondar en la historia del de la ciudad condal.
En 1899, ya existía en el fabuloso Barrio Gótico de Barcelona una
taberna local conocida con el nombre de Els Quatre Gats, que en lengua
castellana significa los cuatro gatos.
Allí solían reunirse el poeta Rubén Darío, los compositores Isaac
Albéniz y Eric Granados, el arquitecto Antoni Gaudí, el pintor Utrillo y otros
intelectuales de renombre.
Una noche, apareció por allí un
adolescente de 17 años, llamado Pablo Picasso. Es posible que, escaso de dinero,
concibiera la idea feliz de cambiar un dibujo suyo por un almuerzo en el local.
Debió ocurrir algo en ese trueque, o a raíz del mismo, porque apenas un
año después Els Quatre Gats exponía en su sede una muestra de obras del joven
pintor, grabador e ilustrador que revolucionó el concepto del arte.
Aquella fue la primera exposición individual del futuro Picasso. Entre las mesas de aquella taberna catalana, nacieron las vanguardias que continuaban el espíritu de renovación de los movimientos rupturistas nacidos décadas antes en París.
Pere Romeu, una figura de la bohemia barcelonesa que pudiera
equipararse a Salis, inauguró esta taberna en Barcelona, siete años después que
el francés creara su Chat Noir.
Hay quien piensa que Romeu,
impresionado por el tiempo que él mismo trabajó en el cabaret parisino como
animador y camarero, sintió el impulso de crear en su ciudad un sitio semejante
donde bullera la vida intelectual y artística con igual ímpetu que entre los
franceses.
Pero Romeu, a diferencia de Salis, no era un hombre de negocios, sino
un soñador que “…solía sentarse al lado de sus clientes y presidir largas
tertulias para discutir sobre temas tan diversos como la forma en que puede
arreglarse el mundo o dirigir el futuro”. Además de espectáculos, ofrecía a su
clientela una cena al mítico coste de dos pesetas.
Rubén Darío calificó a Els Quatre Gats de “algo más que un remedo del
Chat Noir”.
Romeu fue apoyado por sus amigos pintores Utrillo y Rusiñol en aquel
proyecto de abrir una taberna donde, además de comida, se ofreciera alimento
para el espíritu, sazonada con música al piano.
Salón de Els Quatre Gats, en el más puro estilo catalán de interiores. |
Se sabe que la generosidad que caracterizaba al idealista Romeu lo indujo a ofrecer comidas gratis a quienes no podían pagar, con la consiguiente merma de los ingresos del local hasta que, agobiado por las deudas, cerró sus puertas en 1903.
La taberna catalana ha vuelto a
resurgir en estos años en su antigua ubicación, pero ahora es más espaciosa.
Antes del salón comedor se encuentra la cafetería-bar; era allí donde se
hallaba la taberna original, y muchos clientes, cuando llegan, piden que les
sirvan un café en la misma mesa donde Picasso se sentaba a dibujar.
En esta área, se conserva la decoración del local original, al estilo
de una antigua casa catalana con muebles de nogal, mostrador de cerámica
catalana, vigas sencillas con aplicaciones de hierro forjado y vidrieras de
colores en las ventanas.
La nueva administración no se ha limitado a conservar el entorno, sino también el espíritu creador del lugar, de modo que anima concursos literarios y de pintura y espectáculos de títeres para niños. (Gina Picart Baluja. Fotos tomadas de Internet)