¿Quiere usted ver lo que es
unanimidad? Mire los titulares de la llamada gran prensa internacional sobre la
jornada electoral del pasado domingo en Cuba. ¿Quiere ver lo que es
oficialismo? Compárelos con las declaraciones del Gobierno de Estados Unidos y
su embajada en La Habana sobre el mismo tema.
Aunque la participación en Cuba
supera de modo significativo la de las jornadas electorales en los países donde
radican esos medios de comunicación, abstencionismo
es la palabra de orden de sus coberturas, coincidiendo
muy casualmente con el llamado que hizo previamente la maquinaria de propaganda
en redes digitales, pagada por Washington con destino a la Isla.
Dogmáticos creyentes en que no
existe democracia sin pluripartidismo, por el camino insisten en que no hay
partidos, competencia ni oposición entre los candidatos, pero omiten de dónde
salieron estos.
Hay que imaginar por un instante
lo peligroso que sería para sus audiencias, si supieran que esas candidaturas
las debatió, aprobó, y hasta en ocasiones modificó una Asamblea Municipal
electa a partir del voto secreto de vecinos por una lista de nominados en
asambleas barriales abiertas y públicas. Allí,
en esas reuniones de barrio, cada elector pudo hacer lo que en el modelo
electoral que defienden Estados Unidos y la prensa que le sirve en su guerra
contra Cuba, es monopolio de un partido: nominar y aprobar candidatos.
Si difícil es explicar eso para
los que manejan el democraciómetro internacional, hay que comprender lo
imposible para ellos de revelar la clave del enigma: en esas asambleas cubanas,
base del sistema electoral, no hay “candidatos de oposición” como tampoco los
hay del Partido Comunista: hay candidatos de los vecinos que los proponen y
eligen, y eso que llaman oposición es “tan numeroso” y “con tanta fuerza” que
nunca ha ganado una sola elección en un solo barrio, por más que la apoye
mediática y financieramente Estados Unidos.
Ya a esas alturas sería demasiado
pedir que den contexto, que hablen, no de un bloqueo de más de 60 años, que
sustituyen con la palabra sanciones para difuminar su impacto, sino de los
cientos de nuevas medidas de Trump-Biden que, en medio de una pandemia
cortaron, entre muchas cosas, remesas, combustibles, acceso bancario
internacional y hasta oxígeno, buscando rendir por escaseces, hambre y
enfermedades a la Revolución cubana.
Que a pesar de sufrir esa agresión en modo Valeriano Weyler del siglo
XXI, aplicada a Cuba por Estados Unidos, los cubanos en mayoría imponente –como
la llamarían Washington y esa misma prensa en cualquier otra parte del mundo–
hayan acudido a las urnas a respaldar con su voto su modelo político, no es la
noticia, sino la minoría que ellos interpretan hizo lo que el gendarme mundial
les orientó.
Ya lo sabemos desde hace mucho
tiempo: a diferencia de lo que sucede cuando se habla de otros procesos
electorales, del proceso electoral cubano, los titulares son siempre para el
perdedor: se llama Gobierno estadounidense, aunque el periodismo servil le
llame abstencionismo.
Como los odiadores que recientemente agredieron a nuestros peloteros y sus familiares en Miami, y que aquellos llaman “opositores”, nos ayudan a comprender mejor lo que no queremos cuando estamos a punto de aprobar una Ley de Comunicación para Cuba: una prensa sin ética, controlada por anunciantes, accionistas e intereses corporativos. (Redacción digital. Con información del diario Granma)