Oscar Hurtado y la sombra de Valencia el mudo


En la primera decena de este agosto, se cumplieron 104 años del natalicio del escritor y periodista habanero Oscar Hurtado (1919-1977).

En relación con su figura, hay un tema que me apasiona desde que llegó a mis manos aquel rotograbado del periódico Revolución, del 17 de junio de 1963, en el que aparecen varios materiales muy interesantes, incluido uno que se titula Los misterios de la Luna, firmado por Hurtado.

¿Fue real o no la existencia de su abuelo Valencia el Mudo, personaje icónico del excelente prosista capitalino?

Si la memoria no me traiciona, Los papeles de Valencia el Mudo se divide en la noveleta homónima y en un dossier de hechos interesantes y misteriosos titulado Rocío del dragón, muy influido por la evidente lectura de El retorno de los brujos, de los franceses André Bergier y Louis Pauwels.

En la obra, Hurtado cuenta la historia de su abuelo Valencia, a quien también llamaban el celta Perlé.

Este era dueño de esclavos y de una importante plantación de azúcar en las afueras de La Habana, y estaba casado con la bellísima mulata haitiana Eva Marie Duvalier.

Su marido, desde joven, era aficionado a las ciencias ocultas y oscuras y había perdido la lengua durante un ritual de misa negra.

Hurtado cuenta que él pasó gran parte de su infancia en la plantación de su abuelo y fue criado por la mulata Eva Marie, a quien amaba en secreto con amor de niño.

En Los papeles…, Hurtado hace referencia a que su abuelo poseía en una torre de aquella propiedad un observatorio desde donde él y su esposa estudiaban atentamente el curso de los astros.

Asegura haberse colado a escondidas en la torre y divisado, desde su telescopio, a dos de los personajes fantásticos más interesantes y terroríficos del folclore campesino y de la literatura fantástica cubana: la cucaracha gigante y la bola de candela.

Pero lo que me interesa es que, en el texto de Hurtado que aparece en el ya mencionado rotograbado, el escritor habla de su abuelo como de alguien con existencia real, menciona una vez más la pérdida de su lengua y hace la salvedad de que Valencia fue la primera persona en Cuba que poseyó un observatorio particular.

De inmediato, reproduce textualmente varias supuestas anotaciones hechas por el aludido sobre fenómenos que él y eminentes científicos de otros países y épocas habían observado en la superficie lunar.

No tengo manera de saber, pues requeriría una investigación de dimensiones imposibles para mí, si el supuesto abuelo valenciano de Hurtado fue o no un ente real, aunque, desde luego, abuelos tuvo como cualquier ser humano.

Tampoco me resulta posible investigar todas y cada una de las numerosas referencias a astrónomos, descubrimientos, sucesos y observaciones que aparecen citados a lo largo del texto, en apariencia anotados por Valencia, y reproduzco solo una de ellas para que el lector pueda hacerse una idea de lo que digo:

[…] Estas observaciones, y algunas más extraordinarias que algunos calificarían de alucinantes, se registran en cualquier región de la Luna así como del espacio cósmico, según lo encuentro en los papeles de mi abuelo. En Popular Science, 34-158, el astrónomo Serviss nos dice que una sombra que Schroeter vio en Los Alpes Lunares. Primeramente vio una luz.

Pero cuando esa región fue iluminada por el sol en el lugar donde la luz estaba había una sombra redonda. Casos como este estaban relacionados con otros como este entre los papeles de Valencia el Mudo. Popular Astronomy, 20-398. En el comienzo de la noche del 27 de enero de 1912, el doctor F.B. Harris vio sobre la luna “un enorme objeto negro” que estimó ser de algo más de los 400 kilómetros de largo y de 80 de ancho. “El objeto se parecía a un gran cuervo posado. No puedo sino pensar que contemplé un interesante e inusual fenómeno Entonces las nubes cortaron la visión”.

A las 5 de la mañana del día 20 de octubre de 1824 una luz fue vista sobre la parte oscura de la Luna por Gruithuisen. Al poco tiempo desapareció. Seis minutos más tarde apareció de nuevo y desapareció otra vez; después brilló intermitente hasta las 5:30 a.m hasta que la luz del alba dio fin a la observación (Scientific. American, Sup., 7-2712). La luz en Aristarco brilló de nuevo en 1825, según J.B. Emmett (Annals of Philosopy, 28-238

            EL CRATER LINNE

Ninguna historia de desapariciones en la Luna está completa sin el famoso “cuadrado de Madler”. Al borde del Mare Frigorias, no lejos del cráter Platón, hay una extensa “bahía que Madler describió, completamente cuadrada, dentro del cual había una formación en cruz con los bordes blancos. H.P. Wilkins, usando el mayor telescopio de Europa, reporta recientemente que uno de los lados del cuadrado ya no existe y que la cruz desapareció.

Después de leer estos párrafos citados, que supuestamente son anotaciones de Valencia el Mudo, el lector habrá llegado junto conmigo a la conclusión de que resulta empresa titánica corroborar todos los datos ofrecidos, entre otras cosas porque sería una ensoñación creer que podemos tener acceso al fondo del archivo necesario para semejante tarea, y no hay que creer para nada que ni siquiera la mitad de esas publicaciones se encuentren todavía en nuestras bibliotecas después de tantos años.

Lo que resulta evidente es que Hurtado sí las manejaba, o eso podemos suponer por el momento. Como se aprecia, todas eran publicaciones en inglés, probablemente revistas.

Yo estoy casi segura —solo por dejar el consabido margen de duda—, de que Valencia el Mudo nunca existió tal como nos lo ha descrito Hurtado; que no hubo abuelo hacendado, ni telescopio, ni mulata haitiana, ni vampiros ni zombies ni anotaciones astronómicas de ningún tipo, sino que se trata de un personaje de ficción extraordinariamente construido hasta en sus más perfilados entresijos. Un apócrifo, aunque el término se le quede pequeño.

Es posible que le venga mejor la clasificación de alter ego del escritor, o mejor aún las dos cosas en una, o en otras palabras: Valencia sería el propio Hurtado despojado de las amarras de la realidad y liberado para vivir en la construcción egoica de un mundo uraniano que permitió al escritor realizarse en la extraordinaria creatividad de su imaginación.

Este tipo de mixtificación, en la que personajes literarios viven vidas reales, no se encuentra con frecuencia en la historia de la literatura, y un caso que siempre se cita es el de los múltiples alter ego del escritor portugués Fernando Pessoa, quien, si no hubiera sido un genio de la escritura, habría encarnado un caso severo de personalidad múltiple, ya que los personajes literarios en que se desdoblaba pasaban de 40.

Para decirlo de una manera más sencilla: Valencia el Mudo era la identidad que Oscar Hurtado hubiera querido impersonar, si acaso fuera posible el milagro de que uno pudiera escoger identidades, como se escoge un traje.

Creo, en fin, que Los misterios de la Luna es un texto de ficción de principio a fin. (Gina Picart Baluja)

ARTÍCULO RELACIONADO:

Vampiros en La Habana… de Oscar Hurtado

Publicar un comentario

Gracias por participar

Artículo Anterior Artículo Siguiente