En relación con su figura,
hay un tema que me apasiona desde que llegó a mis manos aquel rotograbado del
periódico Revolución, del 17 de junio de 1963, en el que aparecen varios
materiales muy interesantes, incluido uno que se titula Los misterios de la Luna,
firmado por Hurtado.
¿Fue real o no la
existencia de su abuelo Valencia el Mudo, personaje icónico del excelente
prosista capitalino?
Si la memoria no me
traiciona, Los papeles de Valencia el Mudo se divide en la noveleta
homónima y en un dossier de hechos
interesantes y misteriosos titulado Rocío del dragón, muy influido por la
evidente lectura de El retorno de los brujos, de los franceses André Bergier y
Louis Pauwels.
En la obra, Hurtado
cuenta la historia de su abuelo Valencia, a quien también llamaban el celta
Perlé.
Este era dueño de
esclavos y de una importante plantación de azúcar en las afueras de La Habana, y
estaba casado con la bellísima mulata haitiana Eva Marie Duvalier.
Su marido, desde joven,
era aficionado a las ciencias ocultas y oscuras y había perdido la lengua
durante un ritual de misa negra.
Hurtado cuenta que
él pasó gran parte de su infancia en la plantación de su abuelo y fue criado
por la mulata Eva Marie, a quien amaba en secreto con amor de niño.
En Los papeles…, Hurtado hace referencia a
que su abuelo poseía en una torre de aquella propiedad un observatorio desde
donde él y su esposa estudiaban atentamente el curso de los astros.
Asegura haberse colado a escondidas en la
torre y divisado, desde su telescopio, a dos de los personajes fantásticos más
interesantes y terroríficos del folclore campesino y de la literatura
fantástica cubana: la cucaracha gigante y la bola de candela.
Pero lo que me
interesa es que, en el texto de Hurtado que aparece en el ya mencionado
rotograbado, el escritor habla de su abuelo como de alguien con existencia
real, menciona una vez más la pérdida de su lengua y hace la salvedad de que Valencia
fue la primera persona en Cuba que poseyó un observatorio particular.
De inmediato, reproduce
textualmente varias supuestas anotaciones hechas por el aludido sobre fenómenos
que él y eminentes científicos de otros países y épocas habían observado en la
superficie lunar.
No tengo manera de
saber, pues requeriría una investigación de dimensiones imposibles para mí, si el
supuesto abuelo valenciano de Hurtado fue o no un ente real, aunque, desde
luego, abuelos tuvo como cualquier ser humano.
Tampoco me resulta
posible investigar todas y cada una de las numerosas referencias a astrónomos,
descubrimientos, sucesos y observaciones que aparecen citados a lo largo del
texto, en apariencia anotados por Valencia, y reproduzco solo una de ellas para
que el lector pueda hacerse una idea de lo que digo:
[…] Estas
observaciones, y algunas más extraordinarias que algunos calificarían de
alucinantes, se registran en cualquier región de la Luna así como del espacio
cósmico, según lo encuentro en los papeles de mi abuelo. En Popular Science,
34-158, el astrónomo Serviss nos dice que una sombra que Schroeter vio en Los
Alpes Lunares. Primeramente vio una luz.
Pero cuando esa región fue iluminada por el sol en el lugar donde la
luz estaba había una sombra redonda. Casos como este estaban relacionados con
otros como este entre los papeles de Valencia el Mudo. Popular Astronomy,
20-398. En el comienzo de la noche del 27 de enero de 1912, el doctor F.B.
Harris vio sobre la luna “un enorme objeto negro” que estimó ser de algo más de
los 400 kilómetros de largo y de 80 de ancho. “El objeto se parecía a un gran
cuervo posado. No puedo sino pensar que contemplé un interesante e inusual
fenómeno Entonces las nubes cortaron la visión”.
A las 5 de la mañana del día 20
de octubre de 1824 una luz fue vista sobre la parte oscura de la Luna por
Gruithuisen. Al poco tiempo desapareció. Seis minutos más tarde apareció de
nuevo y desapareció otra vez; después brilló intermitente hasta las 5:30 a.m
hasta que la luz del alba dio fin a la observación (Scientific. American, Sup.,
7-2712). La luz en Aristarco brilló de nuevo en 1825, según J.B. Emmett (Annals
of Philosopy, 28-238
EL CRATER LINNE
Ninguna historia de
desapariciones en la Luna está completa sin el famoso “cuadrado de Madler”. Al
borde del Mare Frigorias, no lejos del cráter Platón, hay una extensa “bahía
que Madler describió, completamente cuadrada, dentro del cual había una
formación en cruz con los bordes blancos. H.P. Wilkins, usando el mayor
telescopio de Europa, reporta recientemente que uno de los lados del cuadrado
ya no existe y que la cruz desapareció.
Después de leer
estos párrafos citados, que supuestamente son anotaciones de Valencia el Mudo,
el lector habrá llegado junto conmigo a la conclusión de que resulta empresa titánica corroborar todos
los datos ofrecidos, entre otras cosas porque sería una ensoñación creer que
podemos tener acceso al fondo del archivo necesario para semejante tarea, y no
hay que creer para nada que ni siquiera la mitad de esas publicaciones se
encuentren todavía en nuestras bibliotecas después de tantos años.
Lo que resulta
evidente es que Hurtado sí las manejaba, o eso podemos suponer por el momento.
Como se aprecia, todas eran publicaciones en inglés, probablemente revistas.
Yo estoy casi segura
—solo por dejar el consabido margen de duda—, de que Valencia el Mudo nunca
existió tal como nos lo ha descrito Hurtado; que no hubo abuelo hacendado, ni
telescopio, ni mulata haitiana, ni vampiros ni zombies ni anotaciones
astronómicas de ningún tipo, sino que se trata de un personaje de ficción
extraordinariamente construido hasta en sus más perfilados entresijos. Un
apócrifo, aunque el término se le quede pequeño.
Es posible que le
venga mejor la clasificación de alter ego
del escritor, o mejor aún las dos cosas en una, o en otras palabras: Valencia
sería el propio Hurtado despojado de las amarras de la realidad y liberado para
vivir en la construcción egoica de un mundo uraniano que permitió al escritor
realizarse en la extraordinaria creatividad de su imaginación.
Este tipo de mixtificación, en la que
personajes literarios viven vidas reales, no se encuentra con frecuencia en la
historia de la literatura, y
un caso que siempre se cita es el de los múltiples alter ego del escritor portugués Fernando Pessoa, quien, si no
hubiera sido un genio de la escritura, habría encarnado un caso severo de
personalidad múltiple, ya que los personajes literarios en que se desdoblaba
pasaban de 40.
Para decirlo de una
manera más sencilla: Valencia el Mudo era la identidad que Oscar Hurtado
hubiera querido impersonar, si acaso fuera posible el milagro de que uno
pudiera escoger identidades, como se escoge un traje.
Creo, en fin, que Los misterios de la Luna es un texto de ficción de principio a fin. (Gina Picart Baluja)
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