Desde la cama de un hospital en La Habana, hace ocho décadas partió a
la eternidad Pedro Junco, el autor de Nosotros, uno de los boleros más
famosos y cantados de la historia.
Mi madre siempre me contaba que, cuando conoció a mi papá en el salón
de baile de una sociedad española y él comenzó a enamorarla, solía cantarle al
oído aquella pieza, que trata sobre un amor imposible.
En una ocasión en que la familia, opuesta a aquel noviazgo, la castigó
y no la dejaban salir, mi papá, junto con Ñico, su mejor amigo y novio de mi
tía Nena, también castigada por idéntico motivo, les dieron una serenata desde la calle con esa misma canción.
Como ninguno tocaba ni las maracas, la serenata fue a capella, pero, cuando terminaron, toda
la vecindad estaba en los balcones y los aplaudía. Nadie les lanzó un cubo de
agua.
Luego, cuando entré a la secundaria y, más tarde, a la Academia Nacional
de Bellas Artes San Alejandro, mis condiscípulas me invitaban a todas las
fiestas, pero con la condición de que me llevara mi padre, a quien adoraban por
ser un exquisito y elegante bailador de casino y tener voz melodiosa, cálida y
varonil, que le permitía cantar de maravillas.
Con su elevada estatura germánica, sus ojos azules y su esbeltez
principesca, cuando empezaba a cantar Nosotros,
a pesar de la diferencia de edad entre él y mis compañeras, los suspiros mal
contenidos escapaban de los pechos adolescentes, como burbujitas o maripositas
de colores.
A él le daba lo mismo que hubiera acompañamiento musical o no. La
música estaba en su interior, y él la escuchaba. Su repertorio nunca varió: Nosotros,
Total, Bésame mucho y Lágrimas negras.
Todavía puedo escuchar el eco de los aplausos y los “¡Bravo, Hugo!” que
sus públicos le dedicaban. A mí nadie me prestaba atención.
HISTORIA DE UN AMOR IMPOSIBLE
Yo siempre creí que la canción contaba la historia de una pareja
habanera que no podía llevar adelante su noviazgo por impedimentos de familia a
lo Romeo y Julieta, pero la historia de Pedro Junco, el joven autor, salía con
frecuencia en la prensa, en documentales, en programas musicales, y la razón
por la que compuso Nosotros era muy distinta a lo que yo hasta entonces había
imaginado. Terminé por enterarme.
Para empezar, decían que Pedro
no era habanero y ni siquiera cubano, sino mexicano, y a pesar de sus escasos 23
años, estaba enfermo de tuberculosis, entonces una enfermedad de la que casi
nadie se salvaba.
Era de Pinar del Río y sí estaba tísico. Era un joven muy guapo, bien
parecido y, como Alberto Yarini, acostumbraba a pasear las calles sobre un
caballo blanco. Las mujeres se volvían locas por él, y bajo los cascos de su
cabalgadura quedaba un reguero de corazones palpitantes.
Como es fácil imaginar, un bello joven que hace bullir océanos de
pasión termina viviendo una vida colmada de aventuras, desenfreno que se desató
cuando le diagnosticaron la enfermedad, que quizá había estado latente y la
agravaron los excesos.
Le anunciaron que le quedaba poco tiempo de vida.
Se rumora que estuvo con mujeres casadas y hasta con la trapecista de
un circo y una monja, quien, por cierto, no fue la musa de Nosotros.
En 1997, un historiador pinareño reveló la identidad de la amada
misteriosa en su libro Pedro Junco: viaje a la memoria. Se
trataba de María Victoria Mora Morales.
Según el autor, Amado Martínez
Malo, la joven procedía del poblado de San Juan y Martínez.
El escritor del texto afirma que María provenía de una familia de
profesionales acomodados. Ella fue a estudiar a Pinar del Río, donde Pedrito la
conoció. Su interés fue tan súbito e intenso que hizo que Martínez Malo se la
presentara de inmediato.
Se le recuerda como una joven alta, muy bella, fina y elegante. Parece
que se dedicó al estudio de la historia militar y publicó títulos sobre el
tema, incluido uno sobre la influencia de Antonio Maceo en Latinoamérica, por
el que recibió un importante premio de la Sociedad Columbista Panamericana.
Fue la única novia que Martínez Malo le conoció a Pedrito, el don Juan
pinareño quien, además, era estudiante de la carrera de Derecho.
Según Martínez Malo, otras
composiciones de Junco y hasta poemas suyos están dedicados a esta muchacha,
aunque ninguna canción tuvo el éxito de Nosotros,
que fue estrenada en la radio en 1943.
También fue un pianista dotadísimo, y se recuerda que nadie cantaba sus
propias canciones como él mismo, aunque al parecer declinaba hacerlo fuera de
pequeños auditorios íntimos.
Inexplicablemente, las primeras grabaciones de la canción que salieron
al aire y la dieron a conocer no eran la voz del autor, sino las de otros
intérpretes.
Dicen que la grabó en una placa
que se partió en dos, y no quedó ninguna huella que hoy nos permita saber cómo
eran su timbre, su color, su melodía…
Nosotros se
mantuvo en el hit parade mexicano dos
años seguidos, y cuando el cantante Pedro Vargas visitó La Habana, le trajo a
Junco una placa conmemorativa del hecho, pero Junco nunca llegó a tenerla en
sus manos porque había muerto dos meses después del estreno de la obra.
Falleció en un hospital de La Habana, posiblemente Las Animas, aunque de cierto
no poseo el dato, y en circunstancias verdaderamente de un dramático
romanticismo que parecen sacadas de La
montaña mágica.
Se encontraba en su habitación, habiendo roto ya con la amada, cuando
escuchó en la radio las primeras notas de su composición Soy como soy. Pedro Junco
se sentó en su lecho y, dando muestras
de gran agitación, comenzó a llorar, tuvo un ataque de tos muy violento y la
sangre brotó a raudales de su boca y su nariz, empapando la ropa de cama.
Su hermana salió en busca de ayuda, pero, cuando llegaron los médicos,
ya la hemoptisis lo había desangrado, y el joven había perdido la vida. Una
muerte que recuerda a la del poeta cubano Julián del Casal, iniciador del
modernismo.
Aunque la versión que siempre
ha prevalecido es que su dolencia era la tuberculosis, o consunción o tisis,
como se le llamaba entonces, dicen sus biógrafos y amigos que la verdadera
causa de la muerte nunca llegó a saberse, aunque todo parece indicar que fue
alguna patología pulmonar.
Tuvo un entierro principesco en su ciudad natal, toda la villa acompañó
el féretro cubierto con la bandera cubana y, a su paso, las mujeres lanzaban
flores, mientras un coro enorme cantaba Nosotros.
A veces, cuando pienso en el divorcio de mis padres y en el eterno amor
que mi papá profesó siempre a mi mamá, siento que ningún enamorado debería
cantar esa canción al objeto de su amor, porque tiene un aura trágica, y el
arte, como los conjuros de la magia, tiene el oscuro poder de decretar.
Nosotros es una
canción de amor, es verdad, pero sobre todo es una desgarradora despedida con
la Muerte acechando en cada una de sus estrofas. Puede parecer una superstición
o una fantasía poética, pero yo lo tengo comprobado y juro que es verdad. (Gina Picart Baluja)
Escuche aquí una bella interpretación de Nosotros
Excelente y bello artículo de una brillante pluma. Gracias Gina por contar de una manera mágica esta historia
ResponderBorrarGracias a ti por saber apreciar la belleza del tema y lo que vale el texto.
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