El Partido Comunista de Cuba (PCC), fundado nuevamente el 3 de octubre de 1965, a 58 años de aquel suceso histórico ratifica la vocación unitaria de todas las fuerzas patrióticas y revolucionarias del país, la fidelidad al camino elegido y la voluntad de aportar la innovación y creatividad necesarias para cumplir el proyecto socialista.
Han pasado los años y la organización política es la misma
y, al mismo tiempo, otra, como demandan los problemas y el entorno ingente de
la actualidad.
Pero en la memoria de los cubanos se guarda de manera
indeleble el recuerdo de aquellas jornadas transcurridas en el teatro Charles
Chaplin, después nombrado Karl Marx, que culminaron con la presentación del
Comité Central del PCC, formado tras un proceso que desde 1961 había unido a
las tres organizaciones políticas de aporte más decisivo en las luchas
emancipadoras y por la justicia social del territorio.
“No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos años que no esté ahí representado”, expresó el líder de la Revolución, Fidel Castro, también investido entonces en el cargo de primer secretario de la máxima organización política del país, aquella noche trascendente.
Viene sin falta a la mente de todos, al conmemorar el hecho,
la lectura de la estremecedora carta de despedida remitida por el Comandante
Ernesto Che Guevara a su compañero de lucha y al pueblo de Cuba comunicando que
elegía seguir su combate en otras tierras del mundo por la liberación de
pueblos hermanos.
El flamante Comité Central electo en esa fecha reunía a una
valiosa representación de militantes y combatientes del Movimiento 26 de Julio,
el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular.
Tales entidades y fuerzas motrices de la Revolución
reactivada desde el Primero de Enero de 1959 habían aceptado por voluntad
propia la necesidad de dejar de existir como entes separados y dieron paso a la
unidad tan necesaria, ayer, hoy y siempre.
Primero fueron parte de las ORI, bajo la dirección de Fidel,
como eran conocidas debido a sus siglas las Organizaciones Revolucionarias
Integradas, en lo que fue una suerte de etapa de transición.
Sin embargo, desde el mismo momento de la victoria rebelde
ya se concebía plausible y necesaria la unidad de todas las fuerzas, por lo
cual se creó el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), en
los albores del triunfo.
Cuba, en la voz de su líder político Fidel Castro había
confirmado su decisión de dar carácter socialista a la Revolución -el 16 de
abril de 1961-, empeño que después se estructuraría de manera orgánica, al
elegir el modelo político, económico y social socialista como proyecto de
desarrollo.
Ciertamente, hechos raigales vividos por este pueblo habían
llevado a la elección del socialismo, pero además era reconocida la filiación
marxista-leninista, junto a la martiana, de sus principales figuras.
A ello se sumaba la historia del nacimiento del movimiento
comunista cubano a principios del siglo XX, con raíces en los finales del XIX,
que mostraba a destacados dirigentes y pensadores notables en la lucha por la
justicia social, muchos de los cuales habían entregado su vida en el combate
sin tregua contra el imperialismo y los abusos de la sociedad burguesa.
Fidel dejó muy definido que la ideología del Partido nada
tendría que ver con el pensamiento liberal o burgués, sino con el de la clase
social revolucionaria, el marxismo-leninismo.
Y entonces, como una bella sinergia de la vida se cumplía un
hermoso homenaje en cierto sentido al Partido Comunista de Cuba fundado en
agosto de 1925 por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, combatientes de
excepcional trayectoria y valía.
El guía indiscutible de la Revolución enarboló entonces su concepción de la continuidad hecha propia hoy por el pueblo cubano: “Esta ideología se enlazaba históricamente con las aspiraciones de los heroicos mambises que tanta sangre derramaron por la Independencia de Cuba, la igualdad y la dignidad de sus compatriotas (…) vinculaba la lucha nacional con el movimiento revolucionario mundial, condición indispensable para la liberación nacional y social de nuestro pueblo. La construcción de un partido marxista-leninista que dirige hoy la Revolución y garantiza su continuidad es una de las más grandes hazañas de nuestro pueblo en este período histórico”.
El líder cubano también tuvo palabras de reconocimiento a
los obreros, jóvenes, campesinos y a las combativas organizaciones de masas.
Entonces fue muy sabiamente aquilatada la importancia de la
unidad, un elemento que la revolución y su principal dirigente no dejaron de
preconizar jamás.
Una unidad que llama a detenerse en ella con una óptica
actual, y al mismo tiempo conscientes de estar ante una lección de la historia.
Cristalizó, como todos los procesos sociales, con
integrantes y fuerzas motrices diversas, no siempre coincidentes en las
tácticas.
Ese mismo espíritu y voluntad política anima hoy la brega
por la superación del país, ante las dificultades que atenazan y obstaculizan
nuestro desarrollo, en días corrientes.
Una sociedad cubana integrada por diferentes sectores
poblacionales y grupos etarios, entre los cuales priman los intereses de niños,
adolescentes y jóvenes y el grupo cada vez más mayoritario de personas de la
tercera edad, convoca hoy más que nunca a la unidad y a la solidaridad.
Por cierto, una nación donde impera la certeza de que el
mejoramiento de la vida y el desarrollo solo serán posibles siendo fieles a las
raíces, a los principios de la soberanía y la libertad y a la dedicación
laboriosa y con denuedo al trabajo creador de sus propios habitantes.
El Partido Comunista de Cuba simboliza fielmente la
posibilidad de garantizar la consecución de esos objetivos, como lo ha venido
haciendo, a contrapelo del bloqueo y las agresiones de los enemigos, desde su
surgimiento. Su abnegada trayectoria así lo ha probado.
No solo viene del legado histórico forjado por Mella y
Baliño y otros luchadores comunistas en 1925. Más atrás en el tiempo, fue su
glorioso antecesor el Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí el
10 de abril de 1892 para preparar la Guerra Necesaria emancipadora. El PCC
nunca ha defraudado a esos antecesores. (ACN)