Este 3 de diciembre se celebra el Día del Trabajador de la Salud Pública de Cuba y el de la Medicina Latinoamericana, en la fecha del aniversario del natalicio del notable científico Carlos J. Finlay, que sobresalió en la segunda mitad del siglo XIX por descubrir el agente trasmisor de la fiebre amarilla.
Nacido en 1833 en Santa María de Puerto Príncipe, nombre con el cual se conocía la actual ciudad de Camagüey, y descendiente de una familia de médicos ingleses, Finlay cursó buena parte de su Enseñanza Primaria y toda la Secundaria en Alemania y Francia.
Con posterioridad, alcanzó la condición de doctor en Medicina en la ciudad de Filadelfia, Estados Unidos de América.
En 1855, revalidó sus estudios en la Universidad de La Habana. Este centro universitario le expidió el título de Licenciado en Medicina y Cirugía en 1857.
Finlay realizó toda su actividad profesional en Cuba y se dedicó por entero, igualmente, al estudio de las enfermedades que aquejaban a la población.
Estuvo muy vinculado a los centros científicos existentes en el territorio cubano y, según consta, la mayoría de sus trabajos los leyó y discutió en el seno de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Entre sus múltiples trabajos, algunos trataron sobre el tétanos infantil, la tuberculosis, el paludismo, la lepra y otras enfermedades.
El mayor aporte de Finlay a la medicina a nivel internacional está referido a la teoría del agente intermediario en la trasmisión de enfermedades infecciosas, que le permitió descubrir la forma de propagación y control de la fiebre amarilla, cuestión que constituía el más terrible azote epidemiológico en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX.
No resultó fácil que esto se le reconociera. Los Estados Unidos intentaron favorecer al científico Walter Reed, quien presidió, en 1901, la cuarta comisión estadounidense que vino a Cuba, precisamente, para "demostrar" in situ que la fiebre amarilla tenía un origen bacteriano y que, por tanto, Finlay estaba equivocado.
Finlay había estado en los Estados Unidos en febrero de 1881 para presentar su trabajo "El mosquito considerado hipotéticamente como agente de la transmisión de la fiebre amarilla", pero fue ignorado.
En 1911, se llegó a reconocer a nivel internacional la teoría de Finlay cuando Francia le otorgó la orden oficial de la Legión de Honor, e Inglaterra la medalla Mary Kinsley.
También el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, celebrado en Roma en 1954, ratificó al cubano como el único descubridor del agente trasmisor de la fiebre amarilla y la aplicación de su doctrina en el saneamiento del trópico.
Dos años después, en otro evento de ese tipo efectuado en España, se acordó la ejecución de una campaña intensa para que los libros de texto, diccionarios enciclopédicos y medios de divulgación no atribuyeran a otras personas la gloria que, por derecho propio, le pertenecía a Finlay.
Este científico cubano también estuvo responsabilizado, en la etapa inicial del siglo XX, con lo referido a la organización de la salud pública cubana.
Falleció en La Habana el 19 de agosto de 1915.
En Cuba, y en La Habana de manera específica, donde llevó adelante gran parte de su fructífera labor, se le rinde homenaje a Carlos J. Finlay.
Cuba otorga la Orden que se identifica con su nombre a los que sobresalen en el campo de las ciencias.
También en la capital cubana hay varios complejos monumentarios que reflejan y rinden homenaje a Finlay, como por ejemplo en el barrio de Pogolotti, donde residió y realizó sus investigaciones, en otras partes de Marianao y en el parque que se halla frente al actual Instituto Superior de Diseño, en el municipio de Centro Habana.
El Parque finlay ocupa el área comprendida en la manzana entre las calles Estrella, Belascoaín, Maloja y División. Allí existe un monumento en mármol de carrara en honor al médico cubano, obra del escultor español Ramón Mateu.
A más de un metro de altura sobre el pedestal, se refleja a Finlay sentado con una larga túnica en actitud venerable, mientras lee un voluminoso libro sobre el símbolo de la medicina.
Junto al monumento principal se erigieron también varios bustos (obras del propio Ramón Mateu) en honor de los colaboradores de Carlos J. Finlay, los doctores Claudio Delgado y Juan Guiteras, y los miembros de la Comisión Americana que aprobó la teoría del sabio cubano. (Tomado del Portal del Ciudadano de La Habana)