El 22 de enero de 1869, a poco más de tres meses del comienzo de la primera guerra de independencia en los campos orientales de Cuba, un valiente acto protagonizado por artistas criollos en el TeatroVillanueva, en La Habana, ponía en alto el patriotismo y el amor a la libertad de los hijos de esta tierra.
Cuentan que allí se presentaba la obra del género
bufo Perro huevero, aunque le quemen el hocico, cuando el popular guarachero
Jacinto Valdés, lanzó el grito estentóreo de ¡Viva la tierra que produce la
caña!, y el público dio vivas a Cuba libre.
En la función de la noche anterior, el mismo
actor había debutado de algún modo en sus intenciones patrióticas cuando gritó
en ese escenario un viva a Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la gesta
libertaria.
Entonces hubo gran sorpresa entre hispanos, pero
al parecer no la represalia de rigor esperada, lo que animó a los dos bandos a
medir fuerzas al día siguiente.
En la noche del histórico 22 de enero, varias
mujeres criollas fueron ataviadas con los colores de la bandera cubana y el
propio actor de marras portaba una.
A su famoso grito honrando el suelo natal,
espectadores entusiastas respondieron con fervor, como fue real y es leyenda.
Pero las autoridades, apoyadas por el represivo
Cuerpo de Voluntarios de La Habana, estaban preparadas y reaccionaron con
violencia extrema, como era habitual en ellos.
Los voluntarios estaban acicateados por
reverdecer laurales ante algunas opiniones emitidas por el periodista español
Gonzalo Castañón, reaccionario y provocador que los tildara de pasivos.
La compañía Bufos Habaneros, a cargo de la citada
obra, los asistentes generalmente habituales y muchos patriotas sufrieron una
fuerte embestida de un destacamento armado llevado al lugar con paso arrasador
para disparar en el interior del local, golpeando también a mansalva a personas
indefensas, indica un artículo de la Agencia Cubana de Noticias.
De esa forma terrible fue desalojado el
Vlillanueva con el saldo de tres muertos y varios heridos.
Luego del fuego intenso, el teatro fue acordonado
y ocupado por los uniformados, quienes concibieron quemarlo con las personas
dentro y algunos, bayonetas en ristre, desgarraban los vestidos de las señoras
y arrancaban las cintas y flores azules y rojas con que ellas se acicalaron.
Una multa de 200 pesos debió pagar al siguiente
día el empresario del teatro, José Pons Nin, quien recibió amenazas por
permitir aquel acto sedicioso.
Algunos aseguran que el entonces adolescente José
Martí distribuyó personalmente El Diablo Cojuelo y La Patria Libre la noche de
los hechos sangrientos en el Teatro Villanueva.
Sin embargo, sí hay referencias confiables de que
esa noche triste se encontraba en el colegio de Manuel Mendive, revisando y
dando los últimos toques a La Patria Libre, nombre del periódico que días
después publicó y tuvo la vida efímera de un solo número.
En sus Versos sencillos, dos décadas después,
recuerda los infaustos acontecimientos:
XXVII
El enemigo brutal
Nos pone fuego a la casa:
El sable la calle arrasa,
A la luna tropical.
Pocos salieron ilesos
Del sable del español:
La calle, al salir el sol,
Era un reguero de sesos.
Pasa, entre balas, un coche:
Entran, llorando, a una muerta:
Llama una mano a la puerta
En lo negro de la noche.
No hay bala que no taladre
El portón: y la mujer
Que llama, me ha dado el ser:
Me viene a buscar mi madre.
A la boca de la muerte,
Los valientes habaneros
Se quitaron los sombreros
Ante la matrona fuerte.
Y después que nos besamos
Como dos locos, me dijo:
"¡Vamos pronto, vamos, hijo:
La niña está sola: vamos!"
Aquella noche mostró cuán fuerte estaba naciendo
la vocación de un pueblo que tomaba el camino de la independencia y el papel de
la cultura nacida del pueblo como vector de esa noble causa. Por eso la fecha
se ha escogido como Día del Teatro Cubano y sus exponentes humanos, con gran
alegría y satisfacción de todos. (Redacción digital)