Ese documento anunciaba al mundo las razones de la guerra en la Isla,
iniciada el 24 de febrero de ese año, para lograr su independencia.
Por primera vez en la historia patria se dirigían
las fuerzas revolucionarias gracias a la concertación de una organización
superior, el Partido Revolucionario Cubano, que aglutinó el liderazgo de los líderes
veteranos, en unión de las nuevas hornadas de patriotas, lo cual tenía el
propósito de evitar problemas de división y caudillismo presentes en las dos
contiendas anteriores que hicieron fracasar los anhelos independentistas.
En el contexto internacional de finales del siglo
XIX, pocos proyectos proclamaron con tanta claridad como el Manifiesto de
Montecristi los principios para iniciar una insurrección, que solo sería
“terminable por la victoria o el sepulcro” y conducida por próceres sin odio,
señala un artículo de la Agencia Cubana de Noticias.
Una parte del texto decía: “Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto, conocedor
celoso de su derecho y del ajeno; o de cultura mucho mayor, en lo más humilde
de él, que las masas llaneras o indias con que, a la voz de los héroes primados
de la emancipación, se mudaron de hatos en naciones las silenciosas colonias de
América”.
Infografía: de la red social X.
El documento se adelantó a su tiempo y alertó sobre
las sanguinarias dictaduras que luego proliferaron en la arrancada del siglo XX
en el continente, con el surgimiento de las clases explotadoras nacionales
nacidas de las viejas estructuras colonialistas. Analizaba críticamente el
pasado de los procesos independentistas latinoamericanos de inicios del siglo
XIX, frustrados por el caudillismo y guerras civiles fratricidas.
Igualmente, denunció y rechazó el racismo, el
miedo al negro, factor que contribuyó al Pacto
del Zanjón y a la conclusión de la contienda de los Diez Años y alertó:
“La Revolución, con su carga de mártires
desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la emigración y de la
tregua en la isla, la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese
inicuamente levantar por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a la
Revolución”.
El nuevo proyecto libertario no pretendía ninguna
intervención militar extranjera para concluir la guerra que en aquel contexto
solo podría ser la de Estados Unidos, lo que se evidencia en su afirmación de
que:
“Los cubanos
empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos. No nos
maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero
responda el acero”.
Ese ideal antimperialista del Apóstol, esbozado
en Montecristi, fue claramente completado poco después y expresado en carta
a su amigo Manuel Mercado, horas antes de caer en combate el 19 de mayo de
1895, circunstancia que dejaría inconcluso su legado para construir una Cuba
verdaderamente independiente.
Desde entonces, aquellos principios de rechazo al
imperio recogidos someramente en el Manifiesto se incluyeron y profundizaron
en su memorable misiva en la que confiesa que toda su obra y lo que hará es
para impedir la extensión a Latinoamérica del “norte revuelto y brutal que nos
desprecia”.
Ese legado eterno de la patria mantiene plena vigencia para los tiempos actuales y futuros de Cuba en su lucha. (Redacción digital. Foto: Facebook Cimex)
FNY