La Estatua de la República de Cuba

La estatua de la República de Cuba


Entre los muchos y muy valiosos tesoros que guarda el Capitolio de La Habana, el más vistoso es la estatua de la República.

Aunque el mérito de esta obra suele atribuirse por ignorancia al presidente Gerardo Machado, en realidad fue su secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes y Quesada, hijo del Padre de la Patria, quien encargó la obra al célebre escultor italiano Angelo Zanelli, artista que había dado a su país el magnífico Friso de la Patria.

El encargo inicial comprendía dos colosales figuras de bronce, una masculina y otra femenina de 6,50 metros de altura, que serían ubicadas en los flacos de la gran escalinata central que iba a dar paso a la entrada principal del Capitolio de La Habana, y una tercera que debía ser más grande y se colocaría en el salón central del palacio.

Zanelli fundió en bronce las estatuas más pequeñas, en Nápoles, y la mayor en Roma. Aunque en un principio pensó tomar como modelo las estatuas de Pallas Atenea, diosa griega de la sabiduría y la guerra justa, desistió en parte de ese proyecto porque comprendió que los modelos griegos que tenía en mente no guardaban relación con la belleza de la mujer cubana, que él admiraba, y terminó tomando como modelo nada menos que a una mulata de cuerpo sensual llamada Lilly Valti.

Para el rostro, sin embargo, se inspiró en la esposa cubana de un amigo italiano, la señora Elena de Cárdenas. La postura de la estatua sí continuó estando inspirada en Atenea.

El trabajo demoró dos años, y cuando estuvo listo, la figura mayor tuvo que ser dividida en tres partes y embalada así rumbo a Cuba. El barco que la conducía llegó al puerto de La Habana el 17 de abril de 1929.

Las cajas con los tres fragmentos fueron izadas en hombros por la escalinata de granito del edificio, de 55 peldaños. Ya se había decidido con anterioridad que la escultura sería colocada en el llamado Salón de los Pasos Perdidos, cuyo nombre se debe a que el inmenso local poseía una acústica peculiar (más bien una ausencia de ella), debida tal vez a que se le considera “el más monumental de los espacios existentes en los edificios públicos del país, con casi 50 metros de largo 14.50 metros de ancho y casi 20 metros de puntal”. Se desembalaron las partes y se colocó la escultura sobre un pedestal colocado días antes de que el edificio fuera inaugurado el 20 de mayo, fecha que coincidió con la segunda toma de posesión de Machado.

La estatua de la República, deslumbrante por su porte mayestático y su gigantismo, está hueca. Se yergue sobre una plataforma de 2,50 metros de altura tallada en mármol egipcio antiguo, mismo material utilizado en el monumento del papa Eduardo VII en la basílica de San Pedro, en Roma.

Desde la punta de su sandalia hasta la de la lanza que esgrime con conciencia total de su poder, mide 18,16 metros de altura, y tiene un peso de 49 toneladas. Su cabeza luce el gorro frigio, que entre los griegos simboliza la Libertad, y también fue llevado durante y después de la Revolución francesa por varias de sus más insignes figuras, además de ostentarlo igualmente la simbólica figura principal del gran óleo La libertad guiando al pueblo, debido al pincel del artista francés Eugene Delacroix. Su brazo izquierdo descansa sobre el escudo nacional, que se apoya en el pedestal. Las formas tropicales de la mujer mestiza que sirvió como modelo a Zanelli para el cuerpo de la estatua presentan marcada definición muscular y aparecen apenas veladas por una finísima túnica. El conjunto estuvo al principio laminado por tres chapas de oro de 22 quilates.

La estatua tiene secretos, como los tensores que posee en su interior y que la mantienen erguida. En la parte delantera del pedestal, aparece esculpido un barco de remos con algunos signos zodiacales grabados en la quilla.

Se considera la tercera estatua bajo techo más grande del planeta, después del gran Buda de Nara, en Japón, y la erigida en memoria del presidente estadounidense Abraham Lincoln, en Washington.

La habanera ha sido reparada en dos ocasiones. La primera en 1983, debido a una inclinación hacia un costado, causada por fallos en sus tensores invisibles. La segunda ocasión solo incluyó su limpieza por medios mecánicos y químicos. En 2006, como ya había perdido casi todo el oro que la recubría, el doctor Eusebio Leal gestionó labores para devolverle el lustre, trabajo que estuvo a cargo de un equipo de expertos rusos.

La estatua de la República de Cuba
Foto: Sputnik.

Una labor aún más profunda fue llevada a cabo de nuevo por un equipo de especialistas rusos en 2018. La estatua fue nuevamente limpiada por medios mecánicos y químicos, se le restauraron algunas fisuras que presentaba el metal y fue laminada por segunda vez, en esta ocasión con oro de 24 quilates, totalmente puro y procedente de los montes rusos.

Leal agradeció públicamente al presidente de Rusia, Vladimir Putin, el apoyo brindado a la restauración total del Capitolio.

La estatua de la República no solo señorea en el Salón de los Pasos Perdidos para recordar al mundo entero la inquebrantable decisión cubana de mantener por siempre su soberanía. Ella también es guardiana de otro de los más impresionantes tesoros que albergó una vez este emblemático edificio. (Gina Picart Baluja. Foto de portada: Tribuna de La Habana)

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