La Habana cuenta con muchas
curiosidades turísticas, como es el caso de las pocetas de su Malecón,
enfrentadas a los embates del tiempo.
Algunas personas recuerdan que lo de bañarse en el litoral capitalino
no es cosa de los muchachos de hoy, que se arriesgan e incumplen las
orientaciones sanitarias, que buscan divertirse y mitigar el calor, sin tener
que alejarse del centro urbano.
Allí existieron los famosos
baños de mar, que servían de distracción los domingos a los habitantes de
la principal urbe cubana.
A poca distancia de la calzada de San Lázaro, desde el siglo
XIX, se crearon esas pocetas, de
unos cinco metros de largo por dos de ancho aproximadamente, con cerca de tres
metros de profundidad, o algo más, cortadas directamente en la roca de la línea
costera.
Tenían peldaños hechos en la misma piedra y dos aberturas a
través de las cuales entraba y salía el agua. Las limpias rocas de la época y
el flujo constante del agua de mar hacia que resultara muy agradable bañarse allí,
comentan historiadores.
Los baños fueron techados y parcialmente cubiertos por el
frente que daba al mar. La profundidad del agua de esas piscinas naturales y la
amplitud permitía nadar.
El fondo, cubierto de arena y conchas, tenía una apariencia
blanca, como en una playa. Esos baños fueron construidos a expensas del público,
y su uso era libre, aunque estaban divididos por género y color de piel, de
acuerdo con los problemas sociales del
momento.
La actual calle E, de El Vedado, era conocida con el nombre
de Baños y llevaba directamente al balneario El Progreso, el primero de
esos construidos en 1864.
Le siguieron otros como Las
Playas, frente a la calle D; El
Encanto; El Carneado -frente a
la terminación de la calle Paseo- y El
Océano.
Ese mismo entorno albergó a los hoteles más famosos de su
momento en la década de 1950, como es el caso del Capri, que todavía presta
servicios. Hoy, pueden apreciarse los restos de esas pocetas.
El Malecón llegó en los años 30 hasta la calle G o Avenida
de los Presidentes, y más tarde, hasta la desembocadura del río Almendares.
Sin embargo, es apropiado recordar que la historia del
Malecón o Avenida de Antonio Maceo
(1845-1896, patriota cubano), comenzó en 1819, cuando las autoridades
ensancharon los extramuros, pues la ciudad crecía y el espacio costero recorría
desde la entrada de la bahía habanera hasta el Torreón de San Lázaro.
El Malecón de La
Habana fue concebido originalmente por autoridades de los Estados Unidos a
principios del siglo XX.
La construcción de la frontera marítima se inició a
principios de 1900, después de la guerra contra el colonialismo español y que
concluyó en 1898 con la intervención militar norteamericana en el país
antillano.
En la actualidad, puede pasearse por el Malecón y observar
los restos de las pocetas mencionadas, como una curiosa fotografía de aquellos
tiempos de La Habana y las intenciones turísticas de la época, para una urbe en crecimiento. (Redacción
digital. Con información y foto de Prensa Latina)
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