No alcanzan los agradecimientos, homenajes o tributos para significar qué representó y representa EusebioLeal para La Habana y para Cuba.
En este aniversario de su natalicio permanece la estela de
Eusebio, ese joven de formación tardía, pero de brío irresoluto ante la
incandescencia de la ciudad que lo vio nacer, eternamente leal a su país y a su
historia.
La Habana tuvo en él un defensor a contracorriente del
tiempo, de la burocracia y la indiferencia o la apatía. Despertó Eusebio por
donde transitaba un halo especial. En más de una ocasión y con suma
inteligencia y sensibilidad, enfrentó las urgencias de su presente con la mano
en el futuro, incierto, sí, pero enfrentado a la obra de un hombre para el cual
la lucha contra las eventualidades nunca fue motivo de pena, sino de
superación. Como expresó en una ocasión:
“¿Qué será entonces de La Habana, o de nosotros y de nuestra
memoria? Seremos recordados en la medida en que hayamos aportado a la ciudad
algo realmente positivo y útil. Algo positivo en lo intangible, en lo
educativo, en la memoria de sí misma, en la memoria de nosotros, en sus
monumentos y espacios públicos, en sus plazas y teatros, en la memoria de sus
trabajadores, de sus familias y creadores. Pero será también una memoria
material, qué sería de nosotros si perdiésemos esa ciudad que amamos”.
El rencuentro vigoroso de su trabajo nunca quedó estático,
apadrinado por la suerte o el consenso de lo fortuito. Al contrario, el amor
por salvar La Habana, por fortalecer la conciencia de habitar y construir una
vida sobre los muros de la historia del país, siempre condujeron a buen puerto
los esfuerzos de Eusebio.
Cuando sabía que la pendiente de su tránsito descendía
inexorablemente, cuando notábamos en su verbo, otrora encendido, las delicadas
inconsecuencias del paso del tiempo, Eusebio continuó la obra enarbolada como
historiador de la ciudad, como hijo de Cuba, como ciudadano de este espacio
compartido con el cielo que lo vio nacer. “[…] la vida es breve pero el arte es
largo; por eso es conveniente aprender y alcanzar sabiduría. La sabiduría nos
permite descifrar los misterios de la vida. Nos permite tener paciencia y
enfrentar los problemas con serenidad. No creer todo perdido”, afirmó en uno de
sus discursos.
En un ejercicio de aprehensión para con el mundo, Leal
cultivó una sabiduría sin elogios, útil en tanto estaba destinada a ser
compartida sin ignorar el proceso de cambios sustantivos y profundos que
necesitaría, y vital para todos aquellos interesados en cultivarla tras un
proceso formativo, pero no excluyente, de compromiso y superación.
Mucho hizo Leal por Cuba y su capital, menos de lo que él seguro
aspiraba en su tiempo de vida. En todo el compendio de su obra nos enseñó la
importancia de construir el espacio vital de nuestros propios mundos teniendo
en el sentido de pertenencia una raíz fundacional del bienestar común. Y en esa
obra, inacabada, nos demostró cuánto se puede hacer con voluntad y trabajo,
constancia y planificación.
Lo recordamos todos. Quienes lo veían caminar por el CentroHistórico, quienes trabajan en la Oficina del Historiador. Lo recuerdan los niños con los que habló, los amigos, las personas que lo frecuentaron, sus colegas más cercanos y aquellos dichosos de estar en su compañía. Cuba recuerda a Leal en un tempo diferente, con la fútil certidumbre de la nostalgia del pasado, con la certeza del contraste de esta realidad que, por suerte, constituye un compromiso no solo con él, sino también con nosotros mismos.
Estatua de Eusebio Leal, de José Villa Soberón, frente al Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo de la Ciudad. Foto: Cubahora |
(Redacción Digital. Texto y foto de portada tomados de Radio Enciclopedia).
ARTÍCULO RELACIONADO
Eusebio Leal y su novia La Habana
GGG