Máximo Gómez, brillantez de estratega en lucha por independencia cubana (+ fotos y video)

Máximo Gómez, brillantez de estratega en lucha por independencia cubana

El aniversario 188 del nacimiento del Generalísimo Máximo Gómez Báez se celebra este 18 de noviembre, y la inmensa mayoría de los cubanos todavía se cuadra marcialmente ante el recuerdo del hermano dominicano, estratega brillante de las tres guerras independentistas.

Llamarlo El Generalísimo habla de un lazo todavía más profundo, que, además de admiración y agradecimiento, expresa amor, reverencia, honores, explícitos en esta tierra de la plena identificación con ese héroe, en persona  un hombre de talante seco, complexión delgada y atlética en su mocedad, principios estrictos y tan elevados como el penacho de las palmas reales.

Es por eso también considerado hijo de Cuba, aunque viera la luz en 1836, en el poblado de Baní, en República Dominicana.

Supo retribuir el orgullo y devoción de los cubanos, luchando por su país desde la juventud y afirmando ser “dominicano de nacimiento, y dominicano y cubano de corazón”, reseña un artículo de la Agencia Cubana de Noticias.

Pasó la gran prueba de la historia al ser calificado por expertos y admiradores como gran genio militar de las campañas libertarias iniciadas en 1868 y 1895, no solo en Cuba, sino también a nivel continental.
Fue jefe de mando con autoridad moral indiscutible, pues era probo y disciplinario tenaz, fiel y corajudo, además de lúcido y sensible.

Sobre el día preciso de su venida al mundo hay un dato curioso, pues él mismo admitió en sus memorias escritas en 1894 no conocer de fuente fidedigna el momento y hora exactos.

De modo que la historiografía acepta, simbólicamente, el 18 de noviembre como su natalicio. En cuanto a la fecha, fue estimada y reconocida por el propio Gómez, luego de obtener el testimonio de sus padres y familiares.

Un joven sin cumplir todavía los 30 abriles desembarcó un buen día de 1865 en el puerto de Santiago de Cuba, en compañía de su familia, siguiendo la ruta del exilio a consecuencia de trascendentales sucesos acaecidos en su país, pues era un oficial (alférez) de la reserva militar española cuando allí se logró la independencia.

Decidió radicarse en la finca El Dátil, bajo la jurisdicción de Bayamo, en el oriente de Cuba. En 1866, se dio baja del ejército de la metrópoli. Tenía experiencia por su participación en las milicias dominicanas contra las incursiones haitianas y en la revolución restauradora iniciada en 1861, fracasada después.

En sus antepasados era cuestión de honor forjar la descendencia bajo los principios de honradez, severidad y disciplina, algo de lo que siempre estuvo orgulloso y fue la base para convertirse en hombre de bien y futuro soldado.

A partir de 1867, se le vio incorporado al movimiento revolucionario independentista, asociado a la cercana comarca de Bayamo, aunque sin dejar de residir en su propiedad.
Al estallar la Guerra de Independencia el 10 de octubre de 1868, el 14 del propio mes se incorporó a la revolución comandada por Carlos Manuel de Céspedes.

Gómez había llegado a Cuba como militar del Ejército colonial y evolucionó en este terruño hacia un pensamiento y accionar claramente independentistas, en proceso rápido de unos cuatro años.
La pronta decisión de Céspedes de ascenderlo a mayor general reconoció méritos demostrados sin demora.

En la batalla que Gómez anotó como la de Tienda del Pino, empleó la primera carga al machete en las campañas mambisas, método que combinaba el ímpetu de los jinetes bravíos y la temible arma blanca en que había devenido el instrumento de trabajo del campesinado, cuyo filo brillaba al sol desde lejos.

Tal técnica de combate en un ejército popular apenas sin recursos resultó demoledora en las guerras libertarias cubanas, así como también otras ingeniosas estrategias ideadas por él y aplicadas de manera muy efectiva en pleno campo de batalla, para vencer la superioridad de los peninsulares en hombres y armamentos.

Por supuesto, coexistieron con el empleo de fusilería y algunos cañones que, de manera general, los insurrectos debían arrebatar a los hispanos, pues las expediciones y desembarcos con pertrechos de guerra eran escasos, debido a la persecución tanto fuera como en las costas de Cuba.

Tras la primera carga al machete efectuada también en un noviembre, el entonces joven general siguió con otras victorias trascendentes en sus etapas en Guantánamo (1871-1872) y Camagüey (1873-1875), donde reorganizó las tropas y estuvo al frente de la contienda luego de la invaluable pérdida de Ignacio Agramonte.

Al término de la Guerra de los Diez Años en 1878, marcha al exilio, y acepta por un tiempo un alto cargo militar ofrecido por el presidente de Honduras. De 1884 a 1886 participa con Antonio Maceo, igualmente en el extranjero, en una conspiración que llevó sus nombres y que retomaba los afanes independentistas. Pero fue abortada y sufrieron represalias.

En el destierro, sufrió de extrema pobreza, cárcel y pérdidas familiares.
La fama de sus hazañas había surcado los mares. Pero nunca eligió cegarse por ella ni tomar el  camino del deshonor ni el servicio a causas miserables.

En el historial de acciones de Gómez, impresionan sus múltiples cruces de la Trocha de Júcaro a Morón, en ambas guerras, y la gran contienda de extensión de la lucha por la independencia de 1895 hacia Occidente, hazaña militar realizada en su condición de General en Jefe del Ejército Libertador, cargo que le aceptara a José Martí, en 1892.

Gómez y Maceo durante ese recorrido iniciado a fines de 1895 en el histórico Mangos de Baraguá hasta Mantua (hoy en Pinar del Río) por el Lugarteniente General y hasta Las Villas, por el Generalísimo, efectuaron maniobras y coordinaron ataques de sorprendente ingenio y eficacia.

La caída en combate de Antonio Maceo Grajales en 1896 fue duro golpe para la causa emancipadora y para el General en Jefe, pues apreciaba mucho a quien acompañaba su amado hijo Panchito, muerto junto al Titán de Bronce.

Acentuó con renovados bríos entonces la campaña de Las Villas (1897-1898), la cual expertos valoran como enjundia de un pensamiento militar maduro y cristalizado, de extraordinaria inteligencia cuya agudeza brilló también en las figuras literarias que empleaba en sus escritos y razonamientos.

Combatió la influencia de ciertos sectores anexionistas cuando ocurrió la intervención estadounidense que puso fin a la guerra liberadora cubana, maniatada ante el empleo de una fuerza muy superior en armamentos, aunque no en moral.

El fallecimiento del Generalísimo se produjo el 17 de junio de 1905, víctima de una infección en una mano que le provocó sepsis generalizada. Su sepelio constituyó extraordinaria manifestación de duelo popular, la mayor de las vistas hasta entonces.


(Redacción Digital. Fotos: Facebook)

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RSL

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