
El contacto de la excelsa bailarina cubana Alicia Alonso con los ballets rusos no viene solo a través de su relación con los hermanos Alberto y Fernando Alonso. Ya había comenzado mucho antes.
A la edad de nueve años, empezó sus estudios de ballet en la Sociedad Pro-Arte Musical, fundada con aportaciones privadas por María Teresa García Montes, en La Habana, con Nikolai Yavorsky. A los 15 años, contrajo matrimonio con Fernando en Nueva York, donde estudió con Anatole Vilzak y Ludmilla Shollar en la escuela del American Ballet Theater, y después con Vera Vólkova en Londres. Todos bailarines provenientes de la escuela rusa de ballet.
Alicia, fundadora de la compañía Ballet Teather, trabajó en ella con Michel Fokine, George Balanchine, Léonide Massine, Bronislava Nijinska, Anthony Tudor, Jerome Robbins y Agnes de Mille, además de otros coreógrafos relevantes de nuestro siglo que habían sido miembros de la compañía de Daghilev. La pareja formada por Alicia e Ígor Yushkévich fue uno de los mejores equipos y junto a él pudo participar en los Ballets Rusos en Montecarlo en 1955. Sobre el tema, Wikipedia señala:
Entre 1955 y 1959, Alicia bailó cada año con los Ballets Rusos de Montecarlo como estrella invitada. Fue la primera bailarina del hemisferio occidental en actuar en la entonces Unión Soviética, y la primera representante americana en bailar con el Bolshói y el Kirov en los teatros de Moscú y Leningrado (San Petersburgo) en 1957 y 1958 respectivamente,
Aunque Alicia tuvo muchos partenaires a lo largo de su dilatada carrera artística, Igor Yushkevitch, bailarín ucraniano procedente del Ballet Ruso de Montecarlo y su pareja por 11 años, y Azari Plisetsky, hermano de la bailarina Maya Plisétskaya, marcaron hitos en su desarrollo. Azari provenía de la Escuela de Ballet del Bolshoi y fue su pareja por nueve años. También fue partenaire de Josefina Méndez y Loipa Araujo, dos de nuestras famosas Cuatro Joyas, y profesor de la escuela cubana de ballet durante 10 años.
He hecho este recuento de los orígenes e influencias de la Escuela Cubana de Ballet y el Ballet Nacional de Cuba, porque la procedencia de un linaje glorioso es siempre honorable y contribuye al prestigio de quien lo ostenta.
Las influencias, cuando son buenas y valiosas, constituyen galardón, y más en este caso, en que unidas al genio de Alicia, dieron como resultado una técnica balletística original que nos identifica en todo el planeta y es altamente admirada por las escuelas de ballet de todas partes y por los expertos más altamente calificados de la danza, quienes se asombran sin cesar de la ligereza, levedad y técnica depuradísima de nuestros bailarines. Sin olvidar que a Alicia Alonso se deben dos de las más excelsas creaciones de personajes del ballet clásico: Giselle y Carmen, que nadie ha bailado como ella.
Gran parte del repertorio del Ballet Nacional de Cuba está compuesta por piezas creadas por los Ballets Rusos del Marinsky, primero, y luego por la compañía de Diaghilev, pero en versiones elaboradas por Alicia, Alberto y Fernando Alonso y otros coreógrafos cubanos.
Es un repertorio adoptado por todas las compañías de ballet clásico del mundo, con excepción de algunas, como El Ballet Siglo XX, de Maurice Bejart, una compañía altamente experimental y con fuentes de inspiración en las culturas orientales, en especial la hindú.
La cultura cubana, tan rica y auténtica, tiene mucho de qué enorgullecerse y, sin duda, nuestro Ballet Nacional de Cuba es una de las más valiosas joyas de esa corona. (Gina Picart Baluja. Foto: Prensa Latina)
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