En la última década del siglo XIX, José Martí
culminó en el exilio su obra organizativa de la Guerra Necesaria con la
proclamación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) el 10 de abril de 1892
“para lograr, con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena
voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar
la de Puerto Rico”.
Para entonces Martí contaba 39 años y propuso como
órgano de dirección superior de la Revolución al PRC, de signo muy diferente a
aquellos partidos tradicionales, que definió podía promover “un astuto
aventurero”, instigado por “un pecho encendido que inflama en pasión volátil a
un gentío apagadizo” o por “el empuje de un pueblo aleccionado” que proclama su
redención.
El Apóstol estudió profundamente las prácticas de
las organizaciones partidistas de la etapa del desarrollo capitalista y su
papel como instrumentos de ambiciones de los políticos, que no excluían el
falso populismo y la demagogia para dirigir al pueblo.
Por ello, a diferencia de esas estructuras, concibió
y fundó para la preparación, dirección de la guerra y para la futura república,
un partido diferente, apegado a los principios independentistas con métodos
realmente democráticos que impidiera servir a intereses mezquinos y que uniera
a todas las generaciones de patriotas, indica un artículo de la Agencia Cubana de Noticias.
Esa fue la concepción martiana para salvar la
Revolución de los errores y tendencias negativas presentes en las divisiones
internas de las filas de patriotas en las anteriores campañas independentistas
en Cuba, y de las tristes realidades en que terminaron los procesos
emancipadores de América del Sur, sumidos en el caudillismo y entre la
sobrevivencia de los propios males de la colonia.
El PRC, como recogía su documento fundacional,
establecía las bases principales de “un pueblo nuevo y de sincera democracia”,
con métodos que desterraban las prácticas autoritarias en lo político y la
economía.
Los estatutos eran secretos y el Delegado, figura
máxima del PRC, sería elegido por los miembros de la organización, al igual que
todos los cargos, y se tendría como base las asociaciones independientes y
clubes, los cuales, en la persona de sus figuras centrales, conformarían
órganos territoriales como estructura intermedia.
También se fundó el periódico Patria, que
desempeñaría un rol trascendental en la movilización y unidad de los patriotas
dentro y fuera de la Isla.
El 10 de abril fue proclamado en el exilio el PRC, y
en igual fecha se aprobó la primera Constitución de la República de Cuba en
Armas, pero en 1869. Aunque la muerte temprana en combate de Martí impidió
completar su estrategia revolucionaria.
Al final de la Guerra Necesaria y con la
intervención estadounidense, el programa neocolonial pasó a una etapa de
disolución de todos los órganos representativos de los independentistas,
principalmente el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario Cubano, como
premisa indispensable para instaurar una colonia con engañosa forma de república
independiente.
En esas confabulaciones fue muy importante para el
imperialismo contar con Tomás Estrada Palma al frente del PRC, quien era un
anexionista solapado y resultó primer presidente de la república. En 1898
disolvió el partido fundado por Martí.
No obstante, esa acción provocó el rechazo de
destacados cubanos y delegaciones de base del PRC en el exilio.
Juan Gualberto Gómez, amigo y cercano colaborador
del Maestro, consideró que “en el porvenir de Cuba, donde hay que asegurar la
libertad, el progreso y los principios de la verdadera democracia, bases todas
de nuestro programa, siendo el Partido R. Cubano el único que podrá
implantarlas y sostenerlas”.
Delegaciones de base fuera de fronteras se
pronunciaron contra las decisiones de Estrada Palma, como los patriotas en
Santo Domingo, quienes expresaron que “El Partido Revolucionario Cubano no ha
concluido su obra: él se fundó para obtener la independencia absoluta de Cuba”,
declaración que recoge en su investigación sobre la disolución del PRC el
destacado investigador cubano Ibrahím Hidalgo Paz. (Redacción Digital. Foto: Soldado de ideas)
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