En la Plaza Santa Cruz de Huatulco, el sol no daba tregua. Los cuerpos ardían. La tierra respiraba vapor. Allí, entre los truenos de bicicletas y el zumbido del mar, Alejandro Rodríguez —Kenya para los suyos— se convirtió en leyenda. Medalla de plata y primer lugar del corazón de un país que lo ve, por fin, alzar vuelo.
Fue su primera
Copa Mundial. Y aun así, con el alma repleta de dudas, escribió con sudor uno
de los capítulos más intensos de la historia reciente del triatlón cubano.
Plata, sí, pero también sangre, gritos, lágrimas.
Setecientos cincuenta metros de natación. El océano no acariciaba, golpeaba. El
grupo se lanzó como una manada de lobos, rompiendo las aguas con violencia.
Kenya se hundió y emergió como si escapara de una vida que ya no quería. Cada
brazada era una frase: “Estoy aquí, no me rindo, no soy uno más”.
Salió del agua
entre empujones y corrientes. No era el más fuerte ni el favorito, pero la
mirada… la mirada era de acero.
Veinte kilómetros de ciclismo lo esperaban. Curvas traicioneras, viento lateral y
piernas que, tras la natación, ya empezaban a protestar. Pero el héroe de esta
historia no escuchaba al dolor. Solo al instinto. Solo a esa voz que desde Cuba
le gritaba que no estaba solo, que en cada pedalada iba su madre, su
entrenador, sus amigos, su pareja, y también aquellos que jamás creyeron en él.
“En mi mente
estaba todo lo que he vivido: derrotas, éxitos, dudas, sueños que parecían
imposibles. Y pensé en todos los que confiaron en mí… y más aún, en los que no
lo hicieron”, le declaró a la Agencia Cubana de Noticias.
Recortó
posiciones, una tras otra, hasta colocarse en un grupo donde ya nadie lo
ignoraba. Kenya, el de Cuba, el que vino sin promesas ni palmarés mediáticos,
se estaba metiendo en la conversación grande.
Quedaban cinco kilómetros de carrera a pie.
Cinco mil metros en los que todo podía derrumbarse. Pero entonces ocurrió lo
extraordinario: Alejandro Rodríguez Diez corrió como si el mundo se le acabara.
Con las piernas acalambradas, con la boca seca, con los pulmones pidiendo
auxilio… corrió. Y fue el más rápido. Catorce minutos y 57 segundos que valen
una vida.
Voló. Superó al
chileno Diego Moya. Rebasó al mexicano Aram Peñaflor. Se coló entre los
grandes. Solo el israelí Shachar Sagiv cruzó antes la meta. Pero ni él, ni
nadie, tuvo el aura de lo que hizo Kenya: el mejor tiempo del evento en el
último segmento, en la disciplina más cruel, cuando el cuerpo ya no puede y
solo queda el alma.
Y al cruzar la
línea, se derrumbó. Lloró el Kenya al cruzar la meta. Lloró como lloran los
hombres que han caminado sobre brasas para alcanzar un sueño. Y en esas
lágrimas, saladas como el océano que minutos antes lo había desafiado, estaba
contenido el peso de una vida de sacrificios. Una vida resumida en 55 minutos y
7 segundos de absoluta entrega.
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Fotos: World Triatlón. |
“Los
entrenamientos son la verdadera competencia”, explicó a la ACN.
Allí solo se va a
dar un espectáculo. Si te preparaste bien, tu cuerpo soportará todo lo que tu
mente le mande”, agregó.
Kenya pasó del anonimato al escalón 66 del ranking global. En América, ya es el número 11. Subió 42 puestos en una sola carrera. Nadie lo vio venir. Pero él sí. Desde el 2018 —cuando se dedicó a este deporte de manera profesional— ya había imaginado ese momento. Ya había visualizado el podio.
Alejandro Rodríguez hace historia para el #triatlón cubano
— JIT Deporte Cubano (@jit_digital) June 22, 2025
Ganó medalla de plata en la Copa Mundial de de Huatulco 2025. #Cuba #DeporteCubano https://t.co/MhvCZZihUa pic.twitter.com/NdqgDqNOKZ
“La felicidad de lograr esto no tiene explicación. Es como si tuvieras un video en la cabeza de todo lo que has hecho, y de pronto te das las gracias a ti mismo por no rendirte nunca”, dijo emocionado.
Ahora sueña con nuevos retos o tal vez con los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Lo cierto es que ya ha vencido. Ha vencido a la duda, a la estadística, al olvido. Porque no todos los días un hombre corre no con sus piernas, sino con su historia a cuestas.
Y cuando lo hace, como lo hizo Kenya en Huatulco, el mundo entero se detiene a aplaudir. (Tomado de la cuenta en Facebook del periodista Boris Luis Cabrera. Fotos: World Triatlón)
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