La literatura cubana en el siglo XXI (III parte)

Los medios audiovisuales han contribuido grandemente a una evolución acelerada en la manera de contar; revolucionan todo el tiempo y adiestran al público en el manejo de nuevas estructuras y formas, los hacen mucho más aguzados y atentos. Sin embargo, ¿por qué son tantos quienes plantean que no les gusta, entienden, o simplemente les aburre nuestra narrativa actual?

Audiovisual y literatura son soportes con lenguajes diferentes, y eso invalida una comparación de estricta equivalencia.

Los audiovisuales están concebidos por igual para el disfrute grupal en el cine o la vivienda familiar, y para el solitario encerrado en su cuarto, mientras que la literatura es un producto de consumo individual.

La masividad tiene una incidencia atendible sobre la formación del gusto estético de los individuos porque, en el reino de la imagen, la percepción tiene lugar y se modifica con más rapidez que en el reino de la palabra escrita.

La imagen trasmite información de manera holística, mientras que el lenguaje lo hace de manera lineal y, por tanto, más lentamente. Las personas más jóvenes han crecido viendo programas con la estética del video clip, y el ritmo de sus vidas es también más acelerado, pues la modernidad se caracteriza por eso precisamente. Por ello el tempo secuencial de la palabra escrita les parece aburrido.

Además, hoy las personas son adictas al audiovisual, en detrimento de la lectura. Cada día la tecnología hace que haya menos lectores en el mundo, o al menos en Occidente.

Y no es tan simple la cuestión como para asegurar que los audiovisuales creen un tipo humano más aguzado y atento. En mi opinión, aceleran la atención a costa de fragmentar la percepción y, sinceramente, yo no veo la ganancia.

Ahora, la cuestión del aburrimiento de los cubanos ante nuestra narrativa actual no se explica en modo alguno por cualquier razonamiento o causa relacionados con el audiovisual, ya que, si este les gusta tanto y los mejora como receptores, entonces debería entusiasmarlos una narrativa cada día más experimental que cada día quiere parecerse más al audiovisual.

Todo pudiera deberse a una razón mucho más simple: asumiendo que se valga generalizar con fines operativos, yo digo que la narrativa cubana actual se está escribiendo y publicando demasiado vertiginosamente, al menos la de las últimas promociones, y abundan escritores apenas formados como tales y aún no se encuentran maduros para publicar obras de auténtica valía; pero están publicando, están inundando las editoriales con las obras con que obtienen premios en concursos de provincias, una auténtica marea de sargazos.

Hay como una fiebre, un mal de san Vito que hace que miles de personas de repente quieran ser escritores; habría que hacer una investigación sociológica para averiguar qué está provocando esta súbita acreditación del gremio.

A esto se suma el hecho de que las instituciones no dan muestras de poseer mecanismos de selección adecuados, y el resultado es esa narrativa que suscita rechazo en los lectores.

Otro factor que quisiera mencionar es que los escritores de las últimas promociones provienen en cifra importante de universidades y talleres literarios donde se atiborran de teoría, que luego quieren llevar a su narrativa: confusión fatal.

Y hay aún otra razón: la insularidad, la maldita circunstancia del agua por todas partes —como diría Virgilio Piñera—, que nos mantiene al margen del flujo cultural mundial, lo que ayuda considerablemente a aumentar la confusión que los escritores cubanos, con su alma tan gregaria, se traspasan mutuamente, y de ello se deriva, desde luego, un modelo autóctono de escritura.

Pero también se han publicado excelentes novelas; ahora mismo estoy recordando La soledad del tiempo, de Alberto Guerra; Ánima Fatua, de Anna Lidia Vega Serova; Desde los blancos manicomios, de Margarita Mateo, que obtuvo el premio Carpentier y de la Crítica, y Fake Las potestades incorpóreas, de Alberto Garrandés. Pero no son las únicas. (Gina Picart. Foto: Radio Habana Cuba)

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