El 21 de mayo de 1892, José Martí publicó en su periódico Patria un texto titulado Canto y dialecto, curioso título en aquel periodista que solía enunciar de modo directo el tema que iba a tratar.
En este caso trata, de hecho, dos temas. Analicemos el primero, a propósito de una carta jocosa enviada por un lector cuyo nombre no nos da.
Según Martí, un lector de Brooklyn que firmaba “Q, Bana” envió una carta “graciosísima”. Y emite a continuación sus juicios acerca del humor: “El chiste de la forma no quita un ápice de mérito a su política sesuda. No todo ha de ser trompa épica y clarín de pelear.” Luego de estas frases valorativas sobre la necesidad del humor, ejemplifica su criterio recordando su empleo por los mambises del 68: “¡Ah, aquellas noches de cuentos, y aquellas comedias, y aquellas conversaciones de la guerra, aquellos chistes de que los hombres se levantaban a derrotar al enemigo, o a morir!” De inmediato hay un salto, y pasa a explicar el efecto positivo de la guerra: “La guerra equilibra y sazona. La guerra es un remedio excelente para los países desequilibrados. Al hervir, se funde. Al sacudir, se confunde. Sobre castas, no se han alzado nunca más que naciones destinadas a la esclavitud. Pueblo que se somete perece.”
El largo párrafo martiano entra luego a ejemplificar y valorar el humor mambí: “Y en aquellos días ¡qué ocurrencias, sobre un tabaco de salvia, o un salcocho de mangos verdes o una jícara de cubalibre!” Por ello explica que la carta, a la que califica de “valiosa”, la depositó en la gaveta de “manuscritos de mérito” no porque “venga de risa … sino porque da su latigazo a espaldas cubanas, que es cosa que a Patria siempre ha de doler aunque sea en su cariño y honor, y de conveniencia y justicia.”
Obsérvese que, como en muchas otras ocasiones, Martí funde su persona con el periódico Patria, y cómo hace gala de su respeto, inclusive, hasta con quien no comparte su posición independentista.
El periodista aprovecha que la carta está escrita en “dialecto”, como solía decirse entonces a la forma de escribir o de hablar de alguien llegado de África y que solo empleaba su lengua propia. Por eso, al escribir “latigazo” y dialecto recodó cómo durante aquel viaje a Las Pozas, al bajar del tren y montar a caballo con un grupo de acompañantes al ver a “un negro joven, con las trabas de hierro de la cintura a los dos pies, hablaba, del otro lado de la cerca, a una esclava cubierta de harapos” que huyó espantada por la cabalgata mientras el esclavo encadenado se acurrucaba al pie de una palma.
Por eso, dice: “se hace muy triste para Patria el dialecto negro. Y aclara de inmediato: “No es pena dulzona, ni hilos de melcocha con que amarrar la simpatía negra: ¡es coraje de hombre!”
Así indica su rechazo visceral a la esclavitud y su cercanía al negro. Así se forjó el revolucionario de cuerpo entero, el líder del patriotismo independentista, que llamaba a todo su pueblo a una “guerra necesaria”. (Redacción digital. Con artículo de Pedro Pablo Rodríguez, tomado de Habana Radio)