Esta vez, en la Ciudad Deportiva, no se escuchó la algarabía propia que allí existe cuando se efectúa un torneo de judo.
Un silencio respetuoso llenó la instalación, adonde llegaron las hijas de Ronaldo Veitía, "El gordo" -como algunas de sus discípulas le decían-, para ser testigos del homenaje que una representación del pueblo de La Habana, a nombre de toda Cuba, le brindó al profe Veitía.
Ante la urna que guarda sus cenizas, desfilaron judocas niños y consagrados. Todos saludaron de forma marcial, sin importar le hubiesen conocido personalmente o no. En las afueras del Coliseo, una multitud de personas espera, paciente, el momento de presentarle sus respetos al "gurú" del judo en Cuba, un hombre al cual sus alumnas califican de recio y sabio, capaz de sacar lo mejor de cada una de ellas.
Los ojos de Idalis Ortiz reflejan el dolor de la pérdida. Para ella, se trata de su segundo padre, ese que a base de constancia la llevó a los planos estelares que hoy ocupa. Esta vez la recia judoca apenas puede hablar, la voz entrecortada y el rostro lloroso son muestras del cariño que tiene por "el profe".
El coliseo hoy permanece en silencio. Alrededor de la urna con las cenizas de Veitía, ofrendas florales del General de Ejército Raúl Castro Ruz; del primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez; de la Comisión Nacional de Atención a Atletas; de la Federación Cubana de Judo; del Comité Olímpico Cubano; del Sindicato Nacional de la Educación, Ciencia y Deporte; de la Central de Trabajadores de Cuba; la presidencia del Inder y del pueblo de Cuba.
Una bandera cubana cubre las cenizas de Veitía; las medallas alcanzadas por "el profe", durante toda una vida de entrega, hablan a las claras del hombre que, por sobre todas las cosas, amó y defendió a su país. (Tribuna de La Habana)
