Carlos Aldao fue un abogado, político y escritor argentino que mantuvo una
estrecha cooperación de trabajo con José Martí en Nueva York.
Nacido en Santa Fe en 1860, fue
designado en 1893 secretario de la legación de su país en Washington, cargo en
que siguió de cerca la labor de traducción al inglés efectuada por Martí de la
documentación relativa al arbitraje que Estados Unidos desempeñó en la disputa
entre Argentina y Brasil acerca del territorio de Misiones.
Tal labor implicó frecuentes
encuentros entre ambos en Nueva York y que el argentino alcanzara alto aprecio
por el cubano, manifestado en sus recuerdos publicados años después en su libro
titulado A través del mundo.
Las apreciaciones sobre el cubano
las entregó junto a las que le provocó el científico e inventor Thomas A.
Edison en texto dedicado a hombres que fueron incansables trabajadores en sus
respectivos cambios de acción. La
extensa parte dedicada al Maestro observa los más disímiles aspectos de la
personalidad, ocupaciones y trascendencia de Martí durante los últimos tiempos
de su larga estancia en Nueva York.
La hondura de la mirada de Aldao
demuestra el interés, la simpatía y hasta la admiración ante, quien Martí vivía
entregado a la causa cubana y a las tantas obligaciones que le imponía su cargo
de Delegado del Partido Revolucionario Cubano.
El propio Aldao señaló que,
durante los meses en que trabajaron juntos, “el haber penetrado íntimamente en
toda la delicadeza de aquella naturaleza y de aquella alma justa” es lo que le
impulsó a escribir sus recuerdos.
Físicamente lo describe así: “de
pequeña estatura y enjuto de carnes, con ese tinte casi cetrino de los que
nacen en países tropicales, respondía un notable desarrollo del cráneo; cabello
castaño, fino y algo ensortijado, bigote caído, no muy abundante, y marca
debajo de la boca, de labios delgados, guarnecidos de dientes fuertes y
separados. Lo más notable de su fisonomía eran los ojos límpidos, grandes,
notablemente apretados entre sí, que alejaban toda idea de falsedad hipocresía,
con reflejos simultáneos de bondad y fortaleza”.
Dice que el tren elevado o en la calle Broadway iba “envuelto en un
paletó de tejidos de Astrakán roído, con paso corto, rápido y nerviosos,
llevando siempre algo debajo del brazo, un lío de diarios y manuscritos,
mirando al suelo como preocupado y abstraído. ¿En qué pensaba? En Cuba y su
independencia, animado por un patriotismo ascético”.
Continúa Aldao con la altura
moral martiana: “Con entusiasmo de apóstol, sin desfallecimientos, en todas las
horas y en todos los momentos acarició este ideal durante diez largos años la
ruda labor y constante anhelo”.
Según el argentino, esta entrega se completaba así: “Jamás, en medio de
las dificultades y desencantos que encontraba en la paciente y ardua
organización de su obra, se le oía una expresión de odio, o siquiera de mala
voluntad, contra nadie, ni contra España”.
Buen fisonomista y buen conocedor del alma martiana fue Carlos Aldao. (Pedro Pablo Rodríguez. Tomado de HabanaRadio)