Carlos Manuel Loynaz Muñoz
nació en La Habana el 3 de agosto de 1906, hijo de Enrique Loynaz del Castillo,
general del Ejército Libertador, y la aristócrata María de las Mercedes Muñoz
Sañudo.
Nació en una casa ubicada en
San Rafael y Ánimas, hoy municipio de Centro Habana, aunque luego la familia se
traslada a una mansión en las calles Línea y 14, de El Vedado.
Fue el tercero de los cuatro
hijos de este matrimonio, y hermano de la gran escritora y poetisa cubana Dulce
María Loynaz.
Los hermanos nunca fueron
enviados a escuela alguna.
La familia les asignó
preceptores de todas las materias para que fueran educados en la casa.
Recibieron una formación muy esmerada, que comprendía la
música y la poesía, y en el caso de Carlos Manuel, también la pintura, que se
cree practicó muy poco y de la que no quedan rastros. Al parecer fue un
superdotado. Nunca asistió a la universidad.
En sus Memorias, Dulce María
cuenta que, en una ocasión, durante uno de los viajes de la familia alrededor
del mundo, Carlos Manuel bajó una noche al bar del barco y, encontrando que el
lugar estaba vacío, se sentó al piano y comenzó a tocar una composición suya,
pero no estaba realmente solo: oculto en algún lugar, muy cerca del piano, un
importante empresario francés lo escuchaba, y deslumbrad por su interpretación
le ofreció presentarse en París. La oferta fue rechazada.
Carlos, delante de todos, poseía la
habilidad del dibujo, la música y lo animaban a que escribiera poesía: “
…nuestro hermano Carlos Manuel, que nunca se doctoró, pudo adquirir una de las
culturas más extensas que he conocido, al extremo que se le llamaba en el
círculo íntimo, la Enciclopedia Viva.(…) …solo nuestro hermano Carlos Manuel
persistió en aquel rumbo; sus incursiones poéticas fueron breves, extrañas y
esporádicas, bien que muy ponderadas por lo que pocos las conocieron, entre
ellos Juan Ramón Jiménez y Lorca. Yo sigo pensando que su verdadero reino era
la música, ya desde sus primeros años dominaba el piano, y andando el tiempo se
hizo un consumado ejecutante en el cual granaba un original compositor.”. Se
conservan muy pocos poemas suyos y según la persona más autorizada, Dulce
María, al reflexionar sobre ellos expresó: “…de lo que él quedó se deduce fue
su estilo más leve, más aligerado de filosofía.”
Lo primero a indicar es que de la
veintena de poemas que, funestamente, solo se conservan, todos abarcan un
período muy joven de su vida, fueron escritos entre el año 1920 y 1929; es
decir, entre los catorce y los veintitrés años: “Carlos Manuel destruyó casi
toda su poesía… (…)… la traidora enfermedad que lo sorprendió en plena juventud
y que agotó sus fuerzas creadoras.
Carlos Manuel nunca
concurrió a un estudio fotográfico, y solo quedan de él unas cuantas
instantáneas de Kodak. Dulce María dice que no era mal parecido.
Posiblemente, el origen de su locura comenzó durante una
visita de los cuatro hermanos al cementerio viejo del Camagüey, de donde era
oriunda la familia paterna.
Allí Carlos Manuel descubrió la lápida de un antepasado, un tío con
su mismo nombre que se cree fue el primer amor de la poetisa Gertrudis Gómez de
Avellaneda, y ante el impacto del descubrimiento, creyó que esa lápida era la
suya. Tras su primer intento suicida, recibió tratamiento psiquiátrico en
varias ocasiones, pero nunca se recuperó.
Se dice que fue gran amigo del poeta Federico García Lorca y
su compañero de aventuras nocturnas en la noche habanera. El granadino le
obsequió el manuscrito original de su obra dramática El público, que supuestamente Carlos Manuel quemó, junto con toda
su obra personal, durante una de las crisis de su enfermedad, diagnosticada
como esquizofrenia.
Cosas extrañas sucedieron en su vida, algo que era común
dentro de la familia Sañudo.
Por sugerencia de los
doctores, Carlos fue enviado a un largo viaje en compañía de su primo Manuel
Aranda, psiquiatra, pero desapareció en el primer puerto que tocó el barco en
que navegaban, y lo que fue planeado como un viaje de recuperación se
transformó en búsqueda febril por la familia, que había recibido un misterioso
telegrama desde un lugar llamado Perth.
Cuando, tres meses después, lograron averiguar que Perth era
un lugar en Australia, enviaron comisionados para traer de vuelta al
extraviado, y contrataron guardaespaldas en cada aeropuerto donde Carlos Manuel
tenía que hacer escala, para evitar que volviera a esfumarse.
Al regresar a la mansión, estaba muy golpeado y cojo, y
asegura Dulce María, que nunca volvió a caminar bien. Sin embargo, jamás
explicó qué le había ocurrido.
De otro viaje, regresó con una esposa fantasma, Maximiliana
Du Bouchet, con quien dijo haber contraído nupcias en algún país de
Centroamérica y a la que nadie en la familia vio jamás.
Finalmente divorciado del fantasma, volvió a su vida
delirante con lapsos en los que parecía haberse recuperado para, al final,
sufrir nuevas crisis.
Se conservan de él 17 poemas
de adolescencia y juventud, que la crítica ha clasificado como muy cercanos al
movimiento modernista y con cierta influencia del poeta Julián del Casal, muy
admirado por los cuatro hermanos Loynaz.
Por la forma, son versos adquiridos
de la lírica europea, tienen algo de los parnasianos. Se leen catorces versos
de arte mayor: dos cuartetos de rima consonante ABAB:ABAB, y dos tercetos
CCD:EED. Mucho tenía que curiosear Carlos, entre estudios, para escribir este
soneto tan joven, tan pulido. Es basto interés y creación constante. Escribe
con una métrica alejandrina rigurosa y controlada, no da cabida para licencias,
una joya.
En su elaborado trabajo, prima, ya
dicho, la personificación. El título sugiere la labor de la bruma, como ser, ante
lo natural, y va hilando su manto hasta forrarlo todo. Nombra elementos de la
naturaleza que accionan: La bruma, con sus manos heladas; las
rubias arboledas; sacude la floresta su melena salvaje; el
viento, se ríe a carcajadas; el viento, azotando las negras siluetas
del boscaje; el arroyuelo se esconde; la Bruma, encajes desplegando tras las
nubes del cielo; además con la bruma, con sus hilos de plata
confecciona una metáfora, que si bien no es compleja y es cómoda, es la
necesaria referencia al título; y por último, transfiere al penúltimo verso, el
símil mientras surge la Luna como una araña inmensa, que junto con la
imagen del primer cuarteto la fantasma de las manos heladas (…) /
Lentamente, los cuervos en lóbregas bandadas, / prosiguen su diabólico,
infinito viraje van dando, al inicio y al final del soneto, pasos al
inframundo plateado.
Cuando Dulce María se casó con su primo Enrique de Quesada,
llevó con ella a Carlos Manuel a la finca La Belinda, donde lo tuvo a su
cuidado los cinco años que duró su matrimonio.
Años después, ya
divorciada, se casó de nuevo, esta vez con el cronista social Pablo Álvarez de
Cañas, y abandonó la mansión familiar para vivir con su esposo.
Carlos Manuel quedó al cuidado de su madre y, tras la muerte
de esta, de la servidumbre.
Se trata de un personaje singularísimo de la historia habanera, quien pudo haber sido una gran figura de la cultura cubana, pero, por designios del destino y la genética, ello le fue negado. En 1977, a la edad de 71 años, falleció de muerte natural en la misma casa. (Gina Picart Baluja. Artículo completo y poemas)