Este miércoles se cumplen 47 años del fallecimiento, en La Habana, del doctor Carlos Manuel Ramírez Corría, Padre de la Neurocirugía en Cuba.
Neurocirujano y profesor, en 1934 creó condiciones en el
Hospital Universitario Calixto García, ubicado en áreas del actual municipio de
Plaza de la Revolución, para formar cirujanos en la especialidad.
En su labor asistencial, docente e investigativa, fundó el primer Servicio de Neurocirugía del país.
También realizó operaciones pioneras en pacientes con daños
traumáticos y tumores cerebrales, y tuvo decisiva aportación en la Cátedra de
Patología y Clínica Infantil de la Facultad de Medicina.
Ramírez Corría, Académico de Número de la Academia de
Ciencias de Cuba, renunció al ministerio de Salubridad en el mandato de Carlos
Prío y, con la Revolución, rechazó
ofertas de trabajo en importantes instituciones de Estados Unidos.
En una investigación de los doctores cubanos Héctor Julio
Piñera-Castro, Roberto Verdial y María Teresa Solomón, se exponen aspectos del
hacer científico del neurocirujano Ramírez Corría.
Los investigadores destacan, por ejemplos, el desarrollo de
ideas y maquetas para la docencia de la anatomía vascular encefálica, la
realización de operaciones neuroendoscópicas con cistoscopios, y la confección
de un equipo atornillado al cráneo para obtener coordenadas estereotáxicas.
Otros de sus aportes se relacionaron con las cirugías de lesiones
de la base craneal y de la fosa posterior, en las que utilizaba una lupa de
pata larga en el suelo y cuello flexible, con un tubo fluorescente para
permitir mayor iluminación, antesala de
técnicas de mínimo acceso y microcirugía.
El trabajo de estos doctores sobre el neurocirujano Ramírez
Corría subraya que, con él, por primera vez en Cuba se comenzó la angiografía
carotidea y la cirugía aneurismática.
VIDA Y QUEHACER CIENTÍFICO
Ramírez Corría nació el 24 de febrero de 1903, en el
pueblecito de San Luis, entonces provincia de Oriente (hoy Santiago de Cuba), en
el seno de una familia muy humilde, refiere la revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba.
Cuando niño, siempre quiso ser agrónomo, pero su padre lo
motivó a ser médico. Según sus propias palabras, “su verdadero amor siempre
estuvo, desde el principio, en las ciencias”.
Decidido por el
estudio de la Medicina, logra costear su carrera, trabajando en su tiempo
libre, al principio como analista de un laboratorio clínico, redactando
conferencias de Matemáticas superiores.
Este dominio lo ayudó a desarrollar su pensamiento lógico y
merecer el apodo de “Pitágoras” entre sus compañeros.
En 1924, de paso por La Habana, el eminente patólogo Dr.
Joaquín Lambías, rector de la Universidad de Buenos Aires, ofrece una beca para
estudiar en el Instituto de Anatomía Patológica.
A pesar de no haber terminado la carrera de Medicina, le fue
otorgada la beca por los aportes que había hecho en esta especialidad, premio
indiscutible para un alumno aventajado. Viaja para Argentina gracias a la
recaudación de dinero que hicieron sus propios profesores.
Un año más tarde, aún sin graduarse, es designado Miembro Fundador
de la Sociedad Argentina de Biología y participa en su primera sesión
científica especial, con un trabajo de investigación sobre Las formaciones braunerianas
gástricas, con tan solo 23 años.
Regresa a Cuba y se
gradúa en 1927 en la Universidad de La Habana, en medio de una intensa crisis
política que desemboca en la dictadura de Machado (1925-1933).
Militante en las filas revolucionarias, perseguido por la
tiranía, sale de modo clandestino hacia Haití, donde asiste a leprosos y
realiza trabajos de profilaxis antituberculosa en zonas rurales apartadas.
A fines de la década del 20, sin recursos, se traslada a
París para proseguir sus estudios.
Por sus investigaciones sobre Anatomía Patológica, es
admitido como discípulo del Dr. Clovis Vincent, del hospital La Pitie, de
París, quien fue posteriormente fundador de la Neurocirugía en Francia.
Esta relación decide su camino y profundiza la especialidad,
en España, con el histólogo Don Pío del Río Ortega y el fisiólogo Santiago Ramón y Cajal, en el Instituto de Anatomía
Patológica de la Universidad Central de Madrid, y en Buenos Aires, con el Dr.
Bernardo Houssay, galenos estos dos últimos que recibieron el Premio Nobel de
Medicina.
En 1934, logró una plaza por oposición en el Hospital
Universitario General Calixto García, de La Habana.
Durante su prolífica vida fue Profesor Consultante de la
Universidad de La Habana e impartió numerosas conferencias en México, La Plata,
Caracas y Los Andes.
El 24 de junio de
1949, fue nombrado ministro de Salubridad y Asistencia Social, pero decide
renunciar por no tener el apoyo del Gobierno para solucionar los problemas de
su ministerio.
En ese año, fundó el primer Servicio de Neurocirugía en el
Hospital Universitario General Calixto García, área que dirigió por el resto de
su vida.
Allí -cuando terminaba su día de trabajo-, colaboraba con tres
estudiantes de Medicina en una “aventura” neuroquirúrgica (como él la llamaba),
haciendo uso de los equipamientos que había traído desde Francia.
En esa época, Ramírez Corría realizó una trepanación craneal en Julio Lobo, el famoso “zar del azúcar”,
después de un ataque de una pandilla, en el cual recibió varios disparos de
bala en la cabeza.
Con el triunfo de la Revolución (enero de 1959), no obstante
las numerosas ofertas de trabajo recibidas desde Estados Unidos, prefirió
permanecer en Cuba, en una época caracterizada por el éxodo masivo de médicos y
otros profesionales.
En 1964, el Decreto n.º 2384 del Gobierno revolucionario lo
nombró Académico de Número de la Academia de Ciencias de Cuba.
(Reinaldo Santana
López, redacción digital. Con información y fotos de la revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba)
RSL