El 7 de mayo de 1962, se fundó el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, con el objetivo rescatar tradiciones y dignificar las raíces africanas e hispanas de la cultura del país.
Sin embargo, no fue hasta el 25 de julio de 1963 que tuvo
lugar primera función de la compañía, en el teatro Mella, de El Vedado, en el
municipio habanero de Plaza de la Revolución.
El anecdotario del conjunto
es muy rico. Desde las batallas por erradicar prejuicios racistas, la
incorporación a las tareas de un país en Revolución, los viajes por el mundo en
representación de Cuba, las contradicciones entre lo religioso y lo escénico,
los actos de violencia que pusieron en peligro la supervivencia de la
agrupación, hasta las extensas colas en el teatro Mella durante los estrenos.
Por todo ello, registrar su trayectoria es de una gran urgencia, indicó un
artículo de la revista cultural cubana La Jiribilla, a propósito de las seis
décadas de la afamada compañía músico-danzaria.
Los 17 jóvenes que se sumaron al Conjunto en 1966 marcaron un punto de
giro en la danza folclórica, incluidos Johannes García, Silvina Fabars, Alfredo
O’Farrill, Julia Fernández, Juan García y Manolo Micler. Casi al mismo tiempo
llegó Santiago Alfonso, al que todos reconocen como maestro, quien propició a
la compañía mayor rigor técnico.
Dicen que en ese período era habitual el intercambio entre bailarines y
teatristas. Para el Festival de Teatro Latinoamericano, montaron La
tragedia del rey Cristóbal, una obra de Aimé Césaire, dirigida por Nelson
Dorr. El diseño de vestuario lo concibió Eduardo Arrocha, y la asesoría musical
corrió a cargo de Jorge García-Porrúa. Martha
Jean-Claude montó las canciones y bailes haitianos, y Santiago Alfonso
coreografió el minué. Bailarines y actores eran parte del elenco: José Antonio
Rodríguez, Luis Alberto García, Carlos Ruiz de la Tejera, Eduardo Vergara,
Ernestina Linares, Omar Valdés y Carlos Pérez Peña.
Para la puesta en escena de María Antonia, obra de Eugenio
Hernández Espinosa, devenida clásico de la dramaturgia nacional, el director
Roberto Blanco convocó a bailarines y músicos del Conjunto. La temporada fue un
verdadero acontecimiento, se desató la polémica y asistió tal cantidad de
público que se instauró una parada de ómnibus en la acera del teatro Mella.
La presencia del maestro Ramiro Guerra, fundador del movimiento cubano de
danza moderna, fue clave para el Conjunto y para la danza toda. Llevar a escena
tradiciones cubanas fue otra de sus aspiraciones, por eso se dice con justeza
que el Conjunto fue realmente nacional a partir del trabajo que Ramiro hizo
allí. Trinitarias y Tríptico oriental fueron dos de sus
obras.
En el Conjunto se gestó la fundación de tres agrupaciones. El Grupo
Folclórico Raíces Profundas fue creado en 1975 por Juan de Dios Ramos,
bailarín, coreógrafo y percusionista. La
Compañía de Danzas Tradicionales de Cuba JJ surgió por iniciativa de Johannes
García, Juan García y Julián Villa, exintegrantes del Conjunto Folclórico
Nacional, y por Perla Rodríguez, primera bailarina de la que es hoy Danza
Contemporánea de Cuba.
Obiní Batá se fundó en 1993 por bailarinas capaces de tocar con destreza
los tres tambores batá; acción que hasta ese minuto solo podían realizar los
hombres por motivos religiosos. Bajo la dirección de Eva Despaigne, sus
integrantes cantan, bailan y tocan cajones de rumba, maracas, guayos, claves,
tumbadoras, chequerés, bongós y campanas. Por esa razón son consideradas las
abanderadas del auge de los rostros femeninos en la percusión en Cuba.
Una de las más prestigiosas folcloristas de Cuba, la Dra. Bárbara
Balbuena, ha seguido con atención la labor del Conjunto en la década del 90 del
siglo XX y en lo que va del siglo XXI.
En Danzar.cu, tabloide para la investigación,
promoción y desarrollo de la danza (junio de 2012), la especialista insertó el
artículo titulado Conjunto Folclórico Nacional de Cuba. Medio siglo de vida”.
Entonces subrayaba:
En el período de los
90 comienza un esfuerzo de búsqueda por la renovación y del cómo combinar las
formas más tradicionales con las visiones contemporáneas del folclor danzario.
En esta etapa se destaca la labor creativa del joven bailarín Alexander Varona,
quien incursionó como coreógrafo con tres títulos: Oshé (1992),
De Cuba, cantos y danzas (1995) y Aikunwa
(1998). Precisamente con Aikunwa (Rey de la Tierra), el Conjunto Folclórico Nacional
de Cuba obtuvo el Premio Villanueva, que se entrega cada año a aquellos espectáculos
teatrales y danzarios que a juicio de la crítica constituyen estrenos
relevantes.
El artículo de La
Jiribilla incluye valoraciones en torno al primer programa del Conjunto Folklórico
Nacional, firmado por Rogelio Martínez Furé, las cuales subrayan lo que sigue
siendo hoy un gran mérito de la agrupación:
“El Conjunto llenó un gran vacío, porque se desconocían nuestras
manifestaciones folclóricas músico-danzarias, y urgía revalorizarlas al calor
de las transformaciones que sucedían en el país.”
(Redacción digital. Fotos: Radio Enciclopedia)
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