Faltaban menos de dos horas para que se cumplieran 19 días exactos de este mayo sin precipitaciones en mi área de residencia, como ha sucedido en el quinto mes del año, en 2024, en casi todas las zonas de Las Habana y del resto de la zona occidental de Cuba.
Poco después del oscurecer dominical, desde mi balcón se veían a lo lejos relámpagos, luego se sintieron los primeros truenos, hacia la zona más al oeste de la capital, lo que indicaba que hacía rato ya podía estar lloviendo en el colindante territorio de Artemisa y, seguramente, en el de Pinar del Río, extremo occidental del país.
En casi seis décadas, no recuerdo un mayo tan seco y, mucho menos, tan caluroso, al punto de que se rompieran varios récords absolutos de temperatura máxima en Cuba, incluso en La Habana.
Que llegara mayo, y con él las lluvias, fue durante años lo más habitual en esta tierra habanera. Recuerdo haber retornado no pocas veces a casa un poco mojada, tras participar en los desfiles por el Día Internacional de los Trabajadores.
Imagen: red social X. |
Constituye un aldabonazo más en las conciencias individuales y colectivas, de las naciones y del mundo, para respetar a cada segundo a Madre Natura. Muchas de sus asperezas son su respuesta a las actitudes inconscientes del ser humano.
Llegaron a La Habana, por fin, las lluvias de mayo, para humedecer nuestros campos, favorecer las siembras y posteriores cosechas, alimentar embalses y manto freático. También para refrescar el entorno y las conciencias ciudadanas en torno al respeto ambiental. (Francis Norniella Yaujar. Foto: archivo)
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