Este 20 de
diciembre le quedarán a la actual administración estadounidense 30 días exactos
para finalizar su mandato.
Lejos de cumplir
su promesa electoral respecto a las relaciones con Cuba, el presidente Joseph
Biden, en sus cuatro años de ejercicio, ha mantenido vigente y en aplicación la
casi totalidad de las medidas de coerción económica draconianas impuestas por
el gobierno de Trump, y ha aprobado otras, como la reciente legislación que
legaliza el robo desvergonzado de la marca Havana Club en el mercado
estadounidense.
La política de
máxima presión aplicada, cuya piedra angular es el reforzamiento del bloqueo,
ha tenido efectos marcadamente dañinos sobre la calidad de vida del pueblo
cubano, su acceso a la alimentación, a los servicios de Salud, a los
medicamentos, a una vivienda digna y a numerosos bienes esenciales, y ha
provocado la migración de miles de personas, a veces en condiciones
extremadamente riesgosas.
Es la concreción
rigurosa del diseño de actuación imperialista hacia Cuba, delineado en el
conocido memorando del subsecretario asistente de Estado, Lester Mallory, hace
ya 64 años, quien definió que el único modo de enfrentar a la Revolución Cubana
“... es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar
económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los
medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción
que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en
la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos
financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento
del Gobierno”.
La estrategia ha
consistido, desde entonces, no solo en llevar hambre y miseria al pueblo
cubano, sino también y, sobre todo, en intentar hacer ver que la causa de tales
desventuras es una «ineficiente gestión» del Gobierno cubano, y no en las
llamadas "sanciones" de Washington.
Pero los números
son claros en mostrar quién frena el desarrollo necesario de la nación cubana.
El bloqueo afecta a nuestro pueblo en una cifra superior a los 421 millones de
dólares mensuales, más de 13,8 millones de dólares diarios, y 575 mil 683
dólares en daños por cada hora de su aplicación.
El bloqueo es el
sistema de medidas económicas coercitivas unilaterales y extraterritoriales más
abarcador, completo y prolongado que se haya aplicado jamás contra nación
alguna.
"Ningún país,
incluso con economías mucho más prósperas y robustas que la cubana, podría
enfrentar una agresión tan despiadada, asimétrica y prolongada, sin un costo
considerable para el nivel de vida de su población, su estabilidad y la justicia
social", dice el informe presentado por Cuba, este año, ante la Asamblea
General de las Naciones Unidas, donde la abrumadora mayoría de los países
miembros de la ONU condenaron esa política de fuerza y asfixia.
A los cuantiosos
daños provocados en la economía, las finanzas y el comercio por esa política
aberrante, se adicionan las medidas restrictivas derivadas de la decisión de
incluir a Cuba, de manera alevosa, en la infame lista arbitraria e ilegítima de
países que supuestamente patrocinan el terrorismo. Fue una jugada perversa de
la administración Trump, unos días antes de abandonar la Casa Blanca.
Esa designación
es cínica, porque Cuba, lejos de patrocinar el terrorismo, ha sido y es víctima
de recurrentes actividades terroristas financiadas y organizadas desde
territorio estadounidense, con anuencia de las autoridades de ese país.
Cuba tiene una
posición clara y firme de enfrentamiento al terrorismo en todas sus formas. Ha
servido de intermediario clave en las conversaciones de paz entre el Gobierno
colombiano, el eln y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
con el mismo espíritu con que convocó, hace una década, a los Estados miembros
de la Celac para declarar la región Zona de Paz, «basada en el respeto a los
principios y normas del Derecho Internacional».
Es un acto cruel
porque está diseñado para maximizar el sufrimiento del pueblo de Cuba. La
inclusión de nuestro país en la lista de naciones que apoyan el terrorismo no
solo dificulta transacciones internacionales, tiene obstáculos en las
exportaciones y restricciones financieras, o entorpece la asistencia al país
con ayuda humanitaria, sino que amenaza o penaliza a ciudadanos de países que
disfrutan del privilegio de esta por viajar a Cuba, lo que incluye a nacionales
cubanos. Interfiere, además, en transacciones bancarias de personas naturales y
de los nuevos actores económicos no estatales. Impide la contratación de
servicios online y restringe los intercambios académicos y científicos.
En mayo de 2024,
el Departamento de Estado retiró a Cuba de la lista de Estados que "no cooperan
plenamente" con los Estados Unidos en la lucha antiterrorista, poniendo aún más
en evidencia el carácter infame y oportunista de la designación de 2021.
Al defender
entonces el cambio racional de actitud, el secretario de Estado, Antony
Blinken, no solo adujo la posición vigente del Gobierno colombiano, sino que
resaltó la cooperación policial de Cuba y la no existencia de elementos
terroristas en territorio cubano.
Pero esto no es
suficiente. Cuba sigue sufriendo como consecuencia de su exclusión cínica,
cruel e ilegal de la economía y las finanzas internacionales, dada su
permanencia en la arbitraria lista de supuestos patrocinadores del terrorismo.
El presidente
Biden puede acabar con esa mentira y atender el reclamo de decenas de
gobiernos, numerosos expresidentes y primeros ministros, cientos de
parlamentarios, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos y otros
líderes religiosos, y de miles de organizaciones de todo el mundo y de los
propios Estados Unidos.
En los días que
le restan de mandato, el presidente Biden puede retirar a Cuba de la Lista de
países patrocinadores del terrorismo; tiene la autoridad para hacerlo. Si algo
de decencia quiere dejar como legado en las últimas jornadas de su vida
política, puede dar ese simbólico paso. Está aún a tiempo de hacerlo.
El pueblo cubano
seguirá batallando contra la agresión injusta, contra el bloqueo genocida,
contra la manipulación y la mentira, contra las listas espurias y coercitivas,
contra los millonarios fondos para subvertir el orden interno y alimentar las
operaciones de desinformación, y reclamará con todas sus fuerzas justicia y paz
para Cuba y para nuestro mundo.
Así lo hará el
próximo 20 de diciembre, cuando, en su nombre, el pueblo de la capital salga en
Marcha Combatiente por el Malecón habanero, para expresar, frente a la Embajada
de Estados Unidos, su demanda de cese de la hostilidad, su condena a la
ignominia imperial, y su irreductible espíritu de lucha y de victoria.
Marcharemos con
la convicción profunda, inculcada por Fidel, de que no existe fuerza en el
mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. (Tomado del diario
Granma)
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