Catedral de La Habana: una joya de la ciudad (+ fotos)

Catedral de La Habana: una joya de la ciudad

No creo que muchos conozcan con exactitud el nombre de la Catedral de La Habana, tercera fundada en Cuba.

Pues su nombre real, oficial, es Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada, y no Catedral de la Concha, como popularmente se le llamó por un tiempo.

Su construcción la iniciaron en 1748 los Jesuítas, cuya Orden, La Compañía de Jesús, fue expulsada en 1767 por decisión de la Corona española.

Los Jesuitas iniciaron la construcción con la idea de que fuera un templo anexo a su colegio, entonces ubicado en la actual Plaza de la Catedral.

Usaron piedra coralina extraída de los arrecifes habaneros, mezclada con arena, cal y conchas marinas, algo inusual para la época, por lo que podría considerarse un procedimiento arquitectónico realmente osado.

Cuando la Compañía de Jesús tuvo que abandonar Cuba, la obra quedó detenida, hasta que en 1772 el obispo cubano Santiago José de Hechavarría, apodado El Consolidador, adquirió el edificio semiabandonado y destinó fondos para convertirlo en catedral, ya que la anterior, ubicada en la Plaza de Armas, estaba en ruinas.

En 1778, por orden del obispo Felipe José de Trespalacios, comenzó el proceso de transformación del antiguo oratorio de San Ignacio en la catedral habanera dedicada a la Purísima Concepción, cuya imagen es visible en el altar mayor.

En el Gobierno del obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, se realizaron reformas significativas.

Aunque la construcción y diseño de su fachada estuvo a cargo del arquitecto italiano Francesco Borromini, la dirección técnica recayó en artesanos criollos y canarios, bajo supervisión eclesiástica.

Conformaron la mano de obra africanos y libertos negros, empleados en labores de cantería y transporte. Sus nombres rara vez figuran en archivos.

Según fuentes documentadas, la fachada fue concebida de acuerdo con una interpretación correspondiente del barroco cubano.

Durante décadas estuvo en discusión si la disimilitud estructural y de altura entre sus dos torres de fachada había sido el fruto de un error ingenieril, pero hoy se sabe que fueron intentos de adaptación al espacio.

El edificio está inspirado en el templo de San Miguel de Málaga, España; además del barroco cubano, tiene también influencia del estilo barroco toscano.

El arquitecto jefe de la obra se vio obligado a adoptar soluciones ingeniosas adaptables al material elegido para la obra, la piedra coralina cubana, que es muy bella, pero de textura porosa y frágil. Por eso tuvo que optar por muros muy gruesos y ventanas altas. El piso original era de madera, más tarde sustituido por dados de mármol.

Los arquitectos de hoy consideran un milagro que la mole continúe en pie, tras el embate de fuertes huracanes tropicales y el efecto de la erosión del salitre.

Como casi todos los edificios levantados en tiempos de la colonia, este tiene más de un mito propio, pero quizá el más llamativo sea el de que alberga los restos de Cristóbal Colón, “descubridor” de Cuba.

Sin embargo, ese presupuesto es falso. En la nave central estuvo el monumento funerario con los restos de Cristóbal Colón desde 1795 hasta la independencia de España, momento en el que fueron trasladados a la Catedral de Sevilla, su lugar de descanso eterno. La Catedral de La Habana nunca fue su mausoleo oficial ni definitivo.

Las esculturas y los trabajos de orfebrería de los altares, además del altar mayor, estuvieron a cargo del italiano Bianchini y fueron ejecutados en Roma en 1820, bajo la dirección del afamado escultor español Antonio Solá.

Tras ese altar, se observan tres frescos originales del pintor italiano Perovani. Las pinturas interiores fueron realizadas por su homólogo francés Jean-Baptiste Vermay.

Entre las varias capillas que alberga se encuentra la de Nuestra Señora de Loreto, consagrada por el obispo Morell de Santa Cruz, en 1755, antes de la transformación en catedral de la antigua parroquia jesuita.

Tiene una entrada independiente. Su cúpula, que queda por debajo de las torres laterales, visible desde los edificios aledaños con un intenso color naranja.

La catedral, sede episcopal de la Arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana, posee varias reliquias y sagrarios. En su interior se encuentran varias tumbas de personajes ilustres de la ciudad y de Cuba.

Se afirma que el afamado escritor y periodista estadounidense Hernst Hemingway, radicado en Cojímar, escribió dentro del recinto sacro algunas partes de su novela Islas en el Golfo, de lo que no tengo pruebas; aunque sí es cierto que la Catedral es mencionada por su autor en la novela.

En los años 80 del siglo XX, el edificio fue sometido a un proceso de remodelación a cargo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, y muy especialmente por iniciativa del Dr. Eusebio Leal Spengler.

Eusebio Leal Spengler
Eusebio Leal Spengler. Foto: Radio Ciudad
de La Habana/archivo.


La Catedral es uno de los edificios emblemáticos, no solo de la plaza que lleva su nombre, sino también dentro del imaginario popular, pues durante siglos, desde su construcción, ha sido escenario de bodas, bautizos, velatorios y enterramientos, según costumbre de la época.

No me parece uno de los edificios más bellos de la principal urbe de Cuba, pero su pasado histórico la convierte en la joya de la corona de la villa de San Cristóbal de La Habana. (Gina Picart Baluja. Foto de portada: Excelencias Cuba)

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FNY

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