Cine cubano en años 40 y 50: entre Hollywood y la identidad nacional


Cine cubano en años 40 y 50: entre Hollywood y la identidad nacional


Los años 40 y 50 del siglo XX en Cuba fueron una época de efervescencia, marcada por las turbulencias de la política, el auge económico azucarero, el esplendor de la música y la noche habanera.

En ese caldo de cultivo, el cine nacional intentaba encontrar su lugar, navegando entre la innegable influencia de Hollywood y la búsqueda de una voz que reflejara la isla y su gente.

Fue una etapa de exploración y desarrollo, influenciada por el auge de las producciones hollywoodenses, pero con esfuerzos por consolidar una identidad propia.

En medio de la modernización cultural y la creciente importancia del entretenimiento, las salas de cine de La Habana se convirtieron en espacios donde la sociedad se veía reflejada en sus aspiraciones y contradicciones.

Estos esfuerzos fundacionales requirieron acceso a técnicas, equipos por lo general limitados y de segunda mano, y promovieron un modelo de industria a emular, aunque a una escala infinitamente menor.

Muchos técnicos y actores cubanos intentaron trabajar en coproducciones o hacer carrera en Estados Unidos.

La influencia del cine estadounidense se reflejó, en lo fundamental, en tres aspectos: en los modelos narrativos y estéticos, pues nuestra incipiente cinematografía adoptó géneros populares de Hollywood, como el melodrama familiar o romántico, la comedia y, más adelante, el cine negro; también reprodujo la estructura narrativa clásica (presentación, nudo, desenlace) y ciertos códigos visuales muy frecuentes.

Y surgieron talentosos actores nacionales, como Gina Cabrera, Enrique Santiesteban, María de los Ángeles Santana, Roberto Garriga y otros.

No hay que decir, o tal vez sí para quienes no los hayan conocido, que los rostros de nuestras actrices de entonces eran tan bellos o más que los de las estrellas norteamericanas.

A pesar de que la industria cinematográfica cubana no tenía una infraestructura consolidada, se logró producir cine local con narrativas propias.

Un ejemplo temprano fue La serpiente roja (1937), película dirigida por el mexicano Ernesto Caparrós, que exploraba el crimen y la corrupción.
Otro título relevante fue Siete muertes a plazo fijo (1950), thriller de suspenso dirigido por Manuel Alonso, quien mostró creciente ambición por adaptar géneros populares a la realidad cubana.

Aunque La serpiente roja tuvo su estreno un poco antes del período referido en este artículo, la incluyo por su carácter fundacional. Caparrós se basó en una novela cubana, y su obra resultó un ambicioso drama de aventuras filmado en locaciones naturales cubanas.

Siete muertes a plazo fijo fue un hito fundamental. Dirigida por el actor y realizador Manolo Alonso, esa película está considerada como la primera muestra de madurez del cine negro cubano.

La historia se basó en la adaptación de una novela policíaca del destacado escritor cubano Enrique Labrador Ruiz.

El guion fue bastante fiel al original, en el sentido de que capturó la atmósfera nocturna o, si se quiere, alterna de La Habana, sus calles, bares y bajos fondos, con un estilo visual influenciado por la estética noir hollywoodense, pero con personajes, diálogos y problemáticas netamente cubanos.

Este filme demostró que era posible adoptar un género universal y "cubanizarlo" con éxito.

También se exploraron temáticas y ambientes netamente isleños, como la vida del campesinado, sus costumbres y desafíos, ofreciendo un contrapunto con la imagen urbana y cosmopolita dominante.

Por otra parte, apareció en nuestro cine la comedia de carácter popular, con filmes que reflejaban el humor, las situaciones cotidianas y los tipos sociales característicos de Cuba, especialmente de La Habana, con un lenguaje sembrado de cubanismos.

René Cardona, director cubano que luego emigró a México, fue uno de los cineastas más prolíficos de la época, participando en producciones dentro y fuera de Cuba.

Ramón Peón, por su parte, dirigió varias películas que buscaban adaptar el lenguaje cinematográfico de Hollywood al contexto cubano. Se le considera el fundador de la primera Cinemateca de Cuba.

La música cubana tuvo gran importancia en este nacimiento del cine nacional. Géneros como el mambo, la rumba y otras expresiones musicales nuestras fueron casi indispensables en las bandas sonoras, incluso como temas centrales de los filmes.

Figuras como Bola de Nieve o Rita Montaner hicieron incursiones en el cine.

Manuel Alonso, actor, productor y director, fue el motor de muchas producciones de este período, para el cual resultó clave su productora, Arte y Cinema.

Además de Siete Muertes..., realizó otras películas, como Castillo de Arena (1946) y La Única (1954), consolidando un modelo de producción local y demostrando una voluntad clara de crear un cine cubano.

Pero no es menos cierto que Hollywood dominó las salas de cine cubanas durante esas décadas, estableciendo modelos narrativos y estéticos que marcaron el gusto del público.
Las producciones estadounidenses llegaban rápidamente a La Habana, donde eran exhibidas en cines emblemáticos, como Payret, AméricaFausto.

Las salas cinematográficas en La Habana no solo eran lugares de entretenimiento, sino también espacios de encuentro cultural y social.

El Payret, inaugurado en el siglo XIX y renovado en los años 40 de la siguiente centuria, se convirtió en un ícono de la ciudad, albergando estrenos y eventos cinematográficos.

Otras salas oscuras, como Radiocentro, reflejaban la modernización de la ciudad y el creciente consumo del séptimo arte.

Las matinés y estrenos cinematográficos eran eventos que reunían a distintos sectores de la sociedad, consolidando la importancia del cine como expresión artística y social en la república neocolonial.

El naciente cine cubano de las décadas 40 y 50 fue una aventura llena de desafíos, con producciones modestas y una industria frágil.

Su valor residió en el acto de haber sido el primer capítulo significativo de una búsqueda creativa que definió décadas, al capturar el alma de Cuba en movimiento sobre la pantalla y abrir el camino para lo que fue después de 1959 el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. (Gina Picart Baluja.Foto: revista Cine cubano)

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