La Plaza Roja de La Víbora


La referencia más remota de lo que es la Plaza Roja de La Víbora, la explanada que se abre frente al edificio del instituto preuniversitario, corresponde al 19 de abril de 1905, cuando Josefa de Armas, viuda de Tarafa, y Ángel Justo Párraga, dueños de casi la totalidad del reparto que se llamaba entonces Catalina de la Cruz, solicitaron al Ayuntamiento habanero la autorización pertinente para abrir una calle de 25 metros de ancho que podía ser Carmen o Vista Alegre. Fue Carmen en definitiva y se extendió entre la Calzada de Jesús del Monte y la calle Párraga, ya que el trazado debió atenerse a la anchura ya aprobada de los repartos colindantes de la finca San Agustín, entre ellos el reparto Acosta.

Recordemos que en la intersección de las calles Carmen y Párraga, frente al Instituto, se erigió el primer monumento que tuvo en La Habana Vieja, Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria. Fue una iniciativa del Doctor Fernando Portuondo, entonces director de ese centro docente, y su esposa, la Doctora Hortensia Pichardo, profesora de la misma casa de estudios.

Naranjito

La urbanización de las fincas Talanquera, La Pastora y Bellavista, situadas entre los kilómetros siete y ocho de la línea del Ferrocarril del Oeste, fue aprobada por el Ayuntamiento el 9 de noviembre de 1917 con el nombre de reparto Los Pinos. Se propuso que las calles Finlay y Naranjito que son de 14 metros de ancho, así como la Avenida de Mayia Rodríguez, de 25 metros, fueran prolongaciones de las calles del mismo nombre existentes en el reparto llamado entonces Nueva Habana. Se indicó asimismo que cada inmueble tuviese tres metros de jardín y otros tres para portal, y que debía existir por lo menos un metro de distancia entre una casa y otra.

La finca Nueva Habana se llamó antes Panteón de Galicia. Situada en el barrio de Arroyo Apolo, su urbanización fue autorizada a partir de febrero de 1914.  Lindaba, por el sur, con la finca La Estrella, donde se encuentra enclavado el hospital de Paula, y está limitada por la Avenida de Acosta, la Avenida Mayia Rodríguez y la calle Amado.

El reparto Naranjito fue fruto de la urbanización de parte de la finca El Rosario. Una calle que desde la línea del ferrocarril eléctrico Habana Central atravesaba el reparto para internarse en la finca Estela, en la calzada que el Estado construía entonces entre Vento y La Víbora.

El fomento del reparto San José de Bellavista se aprueba en 1907, a solicitud de José Genaro Sánchez, padre del olvidado poeta Gustavo Sánchez Galarraga. Cuatro años más tarde, el Ayuntamiento habanero aprobaba, a solicitud de E. F. Rutherford, la urbanización del resto de la finca. Hay en la zona calles que llevan los nombres de Gustavo y de Genero Sánchez, que adquirió el llamado castillo del Barón de Kessel, edificio que fue saqueado a la caída de la dictadura de Machado dados los vínculos del propietario con el déspota. 

El reparto La Lira, a la vera de lo que entonces se llamaba la Calzada Real del barrio de El Calvario -hoy, Calzada de Managua, en el municipio de Arroyo Naranjo- surgió el 9 de diciembre de 1914. Antes, en 1904, se autorizó a su propietario a parcelar la finca San Francisco, en Arroyo Naranjo, a fin de dar vida al reparto El Azul, hoy Barrio Azul. 

En septiembre de 1912, el Ayuntamiento entabló juicio contra los propietarios del reparto El Rubio, que linda con el reparto Acosta y la Loma del Mazo, para obtener el otorgamiento de un espacio de uso procomunal. Cedieron al fin una manzana irregular que debió completarse con parte de otra del reparto Acosta. En ese terreno se construyó el parque donde se erigió la estatua de Emilia de Córdoba y Rubio. Se trata de un monumento clásico, en mármol blanco de Carrara, obra del italiano Ettore Salvatori. Se construyó, por acuerdo del Ayuntamiento, por cuestación popular y se develó el 20 de mayo de 1928.

Emilia, patriota y benefactora, se manifestó contraria a la esclavitud y protegió a los desvalidos. Consagró su vida a la causa de la independencia, por la que sufrió prisión y destierro. Su valor extraordinario como auxiliar del Ejército Libertador despertó la admiración del mayor general Máximo Gómez, que no escatimó elogios para ella. Se distinguió, junto a Clara Barton, en la Cruz Roja en los días de la guerra hispano-cubana-americana, y durante la ocupación militar subsiguiente logró que las mujeres fueran aceptadas en empleos públicos. 

Añadamos, de paso, que la muy transitada Avenida de Acosta debe su nombre a José Acosta y Hernández, propietario del reparto así llamado. Nada que ver con la calle Acosta, en La Habana Vieja que lleva el nombre del regidor Félix Acosta y Riaza, que se distinguió durante el sitio de La Habana por los ingleses (1762) y en dicha calle tenía su residencia.

En 1908, Amalia Zúñiga de Alvarado pidió autorización para parcelar su finca Santa Amalia, enclavada entre la carretera Habana-Bejucal, por el norte; Barrio Azul, por el sur y por el oeste con las fincas Barroso, Cascales y San Antonio.  Sin embargo, en 1914 nada se había hecho, pero el Ayuntamiento aceptó como vigente la solicitud de urbanización a condición de que se le hicieran pequeñas modificaciones al plano original y se le diera la facultad de ponerle nombre a alguna calles. Tres años después, Guillermo de Zaldo, presidente de la Sociedad de Fomento de La Víbora, se mostró de acuerdo con la modificación del ancho de algunas vías, con lo que Alvarado, que iba a ser una avenida, quedó de catorce metros y le dieron veinte metros de ancho a la actual Avenida de Santa Amalia. (Ciro Bianchi Ross. Fotos: www.mapio.net) (Tomado de Cubadebate)


Publicar un comentario

Gracias por participar

Artículo Anterior Artículo Siguiente