Las apetencias de Estados Unidos por anexarse a Cuba, enmascaradas o al descubierto, se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII y prevalecen hoy.
El mismo Thomas Jefferson
que redactó la Declaración de Independencia del vecino del Norte, expresó en
1805 el interés de apoderarse de Cuba por razones estratégicas, y en 1820, ya
tercer presidente de la nación, instruyó a su secretario de Guerra dar pasos
para que esa finalidad se cumpliera pronto, recuerda el escritor, poeta y
ensayista Luis Toledo Sande, en su artículo De aquellas Trece Colonias a hoy.
Nacía entonces -añade
Toledo Sande- un proyecto imperial que
no ha cesado, aunque unas pocas veces EE. UU. haya cambiado de apariencia y de
táctica, y sustituido, a nivel de promesas, el garrote por la zanahoria.
Esas pretensiones se robustecen
cuando sus promotores ven en dificultades económicas más serias al pequeño país
antillano.
Así ocurrió cuando la
crisis de los años 90 del pasado siglo (conocida como Período Especial).
Así se evidenció durante
la pandemia de la COVID-19, que abarcó el último tramo de la Administración de
Donald Trump -la cual aplicó más de 240 medidas de bloqueo- y la aún joven de Joseph Biden,
quien ha hecho poco, realmente, por desmontar aquellas, pese a sus promesas de
campaña electoral orientadas en sentido contrario.
Hace más de un cuarto de
siglo, el Comandante en Jefe Fidel Castro afirmó con asombrosa visión:
“No podemos hacernos ilusiones cuando elementos
extremistas hoy están dictando la política en Estados Unidos y queriendo barrer
toda medida de beneficio social para el pueblo norteamericano.”
Aquellas palabras
marcaron la esencia del discurso
que pronunció en el acto con motivo de la Marcha Juvenil contra el Bloqueo,
efectuado en la explanada de La Punta, en La Habana, el 5 de agosto de 1995.
“No puede descartarse que
en un futuro, incluso, esas fuerzas extremistas, con el empleo de todos sus
recursos, que son abundantes, puedan obtener todo el poder en Estados Unidos, y
puedan tener el pleno dominio cuatro años más, ocho años más, doce años más. Si esos elementos extremistas triunfan y
logran el control, no solo del Senado, sino del Gobierno, significará para
nosotros nuevos períodos de peligro, de riesgo, de bloqueos (…).”
En aquella ocasión, ante
miles de jóvenes frente al Malecón habanero, el líder histórico de la
Revolución cubana aclaró: “(…) no constituye una exageración decir que, si hay
que luchar 100 años más, lucharemos 100 años más”.
Fidel, sin embargo, no concebía
la resistencia sin avance, sin luchar con medios propios por el desarrollo del
país y el bienestar de su pueblo.
“Sí debemos hacer las cosas cada vez mejor y
estamos obligados a hacerlas cada vez mejor, a ser más eficientes, a ser más
consagrados a nuestras obligaciones, a nuestros deberes, a nuestro querido y
heroico pueblo; sacar todas las lecciones de estos tiempos difíciles”, convocó el paradigmático dirigente
revolucionario.
En la batalla contra el
bloqueo, Cuba no está sola, como lo ilustran disímiles muestras de rechazo en
el mundo a esa política ilegítima y unilateral, condenada abrumadoramente en la
Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en 28 ocasiones
consecutivas.
En junio de 2021, el
mundo volvió a decir NO al cerco genocida, cuando se sometió a votación el
informe Necesidadde poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por losEstados Unidos de América contra Cuba.
Fue otro mazazo moral del
pequeño David contra el gigante Goliat. (Francis
Norniella. Fotos de Cubadebate y Granma. Video de Granma)