Gastón Leroux (1868-1927) nació
en París. Hijo de un contratista de obras públicas, estudió Derecho, ejerció el
periodismo, viajó por Europa, Medio Oriente y norte de África y escribió más de
40 novelas, entre cuyos títulos sobresalen El fantasma de la ópera y El
misterio del cuarto amarillo.
Fue su época la del apogeo de la novela por entregas, más conocida como
folletín, caracterizada fundamentalmente por la necesidad de mantener el
interés de los lectores de una entrega a la próxima, lo que de por sí
configuraba un canon y una estética, en la cual el suspenso constituía un
elemento de importancia vital.
Leroux, considerado un maestro en
el manejo del misterio y el terror, no clasifica entre los autores románticos
franceses, como tampoco es un realista ni son las suyas novelas catalogables
como sociales, al estilo de Los miserables o Los
misterios de París.
Fue un seguidor apasionado de la
doctrina espiritista de Allan Kardec, pero El fantasma de la Ópera no es el
mejor exponente de una de las constantes temáticas de las obras de su autor —el
tránsito entre la vida y la muerte y los avatares de una existencia posterior—,
por lo que tampoco puede clasificarse como una novela fantástica.
Despliega su trama, atmósferas y escenarios en una cuerda mixta de
romanticismo horror gótico, misterio y tragedia, con un énfasis muy fuerte en
la intriga policial.
La historia se desarrolla en el
París de la segunda mitad del siglo XIX, en el suntuoso edificio de la Ópera,
remodelado por el arquitecto Garnier, siguiendo órdenes de Napoleón III y su
bella esposa, la emperatriz Eugenia de Montijo, quienes deseaban disponer de un
teatro lujoso para la aristocracia y la alta burguesía.
El edificio original había sido
construido sobre antiguas catacumbas y laberintos que rodeaban un lago
artificial, ubicado en el más profundo de los cinco niveles de sótanos sobre
los cuales se erigía el inmueble.
Leroux contó la vida de Erik, un
genio de la música con un pasado muy oscuro que huye del mundo por causa de una
cruel deformidad física, y se refugia en los subterráneos del teatro.
Oculto y segregado, concibe una violenta pasión por la adolescente
Christine Daaé, hija de un célebre violinista muerto y bailarina del ballet de
la Ópera, en quien descubre dotes para el bel canto, que desarrolla con sus
lecciones anónimas.
Christine ignora la identidad de
su maestro, pero está sometida a él por lazos más fuertes que su voluntad,
hasta que el joven vizconde de Chagny, su antiguo amor de infancia, asume el
patronato de la institución y se produce el reencuentro de los jóvenes amantes.
Erik, quien se hace llamar El
Fantasma de la Ópera y escribe los libretos y la música de las piezas
que representa la compañía, lucha con todas las armas a su alcance para
intentar retener a su amada, llegando hasta el asesinato y, finalmente, la
locura, pero termina por permitir que la pareja se salve, y él desaparece para
siempre en medio de los múltiples trucos que ha ido construyendo durante años
en los recovecos y laberintos del sistema de sótanos de la Ópera.
La novela de Gastón Leroux carece
de grandes valores literarios, pero conquistó al público desde su aparición en
1910, y a partir de entonces ha protagonizado un notorio fenómeno en la
historia de la Literatura occidental, al convertirse en uno de los más sonados
casos de multiplicación de un producto artístico de todos los tiempos.
Ha sido llevada innumerables veces al teatro y al cine, se ha vuelto
materia para guiones, comics, discos, posters, gigantografías, obras plásticas,
tema gustadísimo para bandas de rock, ha seguido engendrando literatura y hasta
se ha convertido en un juego de rol.
Pero las cumbres de estas
aparentemente inexplicables resonancias de El Fantasma de la Ópera —novela
mediocre— son, sin duda, la producción musical y el filme cuyo responsable
directo es Andrew Lloyd Webber, Barón de Sydmonton (Inglaterra, 1948), uno de
los compositores teatrales más renombrados de finales del siglo XX, autor de la
música de Cats, Jesucristo Superestar, Evita, Joseph and the Amazing
Technicolor Dreamcoat, Starlight Express, Aspects of Love y El crepúsculo de
los dioses, entre otras que se han mantenido con gran éxito tanto en Broadway
como en el West End londinense.
El musical del Fantasma…
fue estrenado en el Majesty’s Theatre del West End de Londres, en 1986.
Desde entonces, ha tenido cerca de 70 mil representaciones
en casi una veintena de países; se calcula que ha sido vista por más de 80 millones
de espectadores y ha recaudado más de tres mil 200 millones de dólares; se ha
convertido en el segundo musical (después de Cats) de más larga permanencia en
escena en Broadway, y ha conquistado 50 importantes distinciones, que incluyen
tres Premios Olivier, siete Premios Tony, igual número de premios Drama Desk y
tres del Círculo de Críticos Extranjeros, por lo que se le considera entre las
producciones de mayor éxito comercial en el mundo.
La música compuesta por Lloyd
Webber, grabada con el reparto original (Michael Crawford, como el Fantasma, y Sarah Brightman, como Christine) y editada en 1987, ha sido
el álbum de su género más vendido de todos los tiempos, con más de 50 millones
de copias.
Fue el primero de un reparto en la historia musical británica en conquistar el puesto cimero en las listas de rating, y desde entonces ha sido disco de oro y platino en el Reino Unido y los Estados Unidos. (Gina Picart)