José Martí: mucho más que el rostro de las estatuas

Los medios de comunicación cubanos y de otras partes del mundo recordaron en enero último a José Martí; desde varios ángulos y formatos, volvieron una y otra vez a su vida y obra.

Con motivo del aniversario 170 del natalicio del Apóstol, podría uno preguntarse qué se puede decir sobre el Héroe Nacional cubano que no se haya dicho antes. Para hallar la respuesta resulta de mucha ayuda la consulta de la edición crítica de sus Obras Completas.

Sobre la ardua labor que es la conformación de dichos volúmenes, un panel de especialistas debatió, en el contexto de la Feria Internacional del Libro de La Habana.

Los invitados fueron la doctora Marlene Vázquez, directora del Centro de Estudios Martianos; el doctor Pedro Pablo Rodríguez, director general del proyecto, y la doctora Carmen Suárez León, investigadora titular.

Los expertos describieron lo apasionante de su trabajo, la forma casi detectivesca en que van tirando de cada uno de los hilos que conforman la obra martiana, deshaciendo cada puntada del texto hasta lograr tener una idea, que hilvane dónde, cuándo y por qué Martí escribió cada trabajo.

La atención a los detalles ha permitido ubicar al Héroe Nacional en exposiciones y conferencias, leyendo algunos libros y hasta periódicos específicos, así como poner nombre a personajes anónimos de sus crónicas. Paso a paso es posible desandar la ruta del Maestro.

El proyecto fue iniciado por los intelectuales Cintio Vitier y Fina García-Marruz, quienes publicaron los dos primeros tomos. Hasta hoy son 29 los tomos publicados, y otros dos están listos para la impresión. De acuerdo con Vázquez, se calcula que el análisis completo de las obras de Martí abarque unos 50 libros.

La fascinación por la figura del héroe parte de lo incomprensible de su grandeza. Mientras los días de los mortales tienen 24 horas, los de Martí debían tener al menos el doble; esa sería la única explicación para que en apenas 42 años de vida fuera capaz de aprender y escribir tanto, con la maestría suficiente para incorporar en sus textos toda la sabiduría adquirida.

A sus poco más de 30 años redactaba con facilidad sobre artes plásticas, música, danza, historia, política, arquitectura o ciencias. Cual Da Vinci americano, dominaba las más diversas ramas del conocimiento y poseía, una memoria privilegiada. Sumando a esa ecuación la habilidad para hilvanar las ideas dispersas, y aparentemente ajenas entre sí, nació un artista definitivo de las letras, un tejedor de maravillas.

Los discursos del Maestro eran también de máximo vuelo. Prueba de ello son los manuscritos y transcripciones que se conservan de la mayoría. Su elocuencia y austeridad -pues todo lo que tuviese lo destinaba a la independencia de Cuba- valieron para que, como describió el inolvidable Eusebio Leal, sus oyentes lo comparasen con los apóstoles de la Biblia. Martí habría aceptado este nombre “no porque fuese su deseo, sino porque era el veredicto que le ofrecía la admiración de la multitud”, escribió Leal.

La Edición Crítica de las Obras Completas de Martí no está pensada como un material para el disfrute recreativo de la obra martiana, sino como una herramienta para facilitar el trabajo de investigadores de su figura. Sin embargo, es una de las mejores opciones para adentrarse en la vasta colección de textos, y descubrir las experiencias e intereses del más universal de los cubanos. Sirvan estos tomos para lograr que las nuevas generaciones no vean a Martí solo como el rostro de las estatuas, sino como un hombre que caminó por estas tierras y dejó en ellas su huella imborrable. (Granma)

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