Estas fueron las tres razones por las cuales, en octubre de
1971, Humberto Díaz Casanueva, embajador de Chile en la Organización de las
Naciones Unidas, apoyó la necesidad de integrar a Cuba en el G77, reseñó el
diario Granma en esa fecha.
Por otro lado, así daba a conocer The New York Times el
ingreso de la Isla a la organización multilateral:
“Cuba ha sido aceptada como miembro nonagésimo quinto de la
influyente agrupación de países subdesarrollados (…), quienes aspiran a
formular una estrategia común para proteger sus intereses económicos”.
A la vez, el medio de
prensa reconocía que este ingreso no era del agrado del Gobierno de Estados
Unidos, quien a sus instancias había propiciado la expulsión de Cuba de la
Organización de Estados Americanos en 1962.
Esa historia, desde entonces hasta hoy, solo se ha
enriquecido. La mayor de las Antillas siempre ha mantenido una postura que
potencia la integración y el multilateralismo, que condena el imperialismo y
las políticas del orden económico mundial, donde los muchos ricos cada día son
más ricos y los millones de pobres cada día son más pobres.
El pensamiento del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz,
líder histórico de la Revolución Cubana, ha sido esencial en ese devenir; y
arroja luces sobre la Cumbre del G77 y China, que acoge La Habana este viernes
y el sábado.
En una misiva enviada el 19 de septiembre de 1999 a los
participantes en la Reunión Ministerial del Grupo, Fidel expresó que la
organización necesitaba de una reflexión colectiva sobre cómo enfrentar las
nuevas realidades mundiales para tener acceso al desarrollo, erradicar la
pobreza, defender las culturas y ocupar el lugar que le correspondía en la toma
de decisiones globales que a todos afectaban.
También en esa carta, el Comandante en Jefe expresó que, desde su constitución en 1963, este
Grupo había desempeñado una relevante función como representante del Sur y
defensor de sus intereses en múltiples negociaciones. Formaban un conjunto de
países caracterizados por la diversidad en cuanto a la geografía, las culturas
y los niveles de desarrollo económico. “Esa diversidad no debe ser debilidad,
sino fuerza”.
Añadió que, por encima de la diversidad y como factor de
unidad y cohesión, compartíamos la condición de grupo de países al que muy
poco, y en muchas ocasiones prácticamente nada, alcanzaban los beneficios del
orden mundial con sus brillantes tecnologías, expansión de mercados y burbujas
financieras.
Fidel alertó que la globalización era el proceso histórico
que iba definiendo el escenario mundial, y que los impresionantes logros
tecnológicos representaban un enorme potencial para el desarrollo, la
erradicación de la pobreza y el fomento del bienestar en condiciones de equidad
social para toda la humanidad. Nunca antes contamos con tan formidables
recursos tecnológicos como los que hoy existen, valoró.
La razón le asiste al
Comandante en Jefe, incluso ahora, cuando, con mayores índices de tecnología,
con avances deslumbrantes, todavía no encuentran soluciones esos problemas que
aquejan a la humanidad hace muchos años.
En aquella ocasión, agregó: “pero muy lejos se encuentra el
mundo de ver realizadas esas posibilidades que la globalización encierra. Ella
transcurre hoy bajo el dominio de la política neoliberal, que impone un mercado
sin regulación y una privatización a ultranza”.
Apuntó que, lejos de hacer realidad la difusión del
desarrollo en un mundo cada vez más interdependiente y, por tanto, más
necesitado de compartir el progreso, la globalización neoliberal había agravado
las desigualdades y elevado a niveles extremos la falta de equidad social y los
más irritantes contrastes entre opulencia y extrema pobreza.
El diálogo, expresó,
tiene que ser entre partes con igualdad de derechos, y no un monólogo en el que
al Tercer Mundo le corresponda el papel de escuchar el discurso sobre lo que
debe hacer para merecer certificados de buena conducta.
Resaltó que son muchos los puntos para incluir en la agenda
de ese diálogo; nuevos conflictos y crecientes desigualdades requieren de una
negociación en la cual la capacidad de concertación como Grupo de los 77 y una
conducta negociadora inteligente, flexible y con firmeza en los principios, son
condición imprescindible para lograr un diálogo Norte-Sur renovado y capaz de
estar a la altura de los inmensos desafíos globales que enfrenta la humanidad;
en especial el de la necesidad de globalizar el desarrollo sobre bases
sostenibles de preservación del medioambiente y equidad social.
El Sur necesita del Sur, la promoción de esta cooperación es
nuestra vía para compartir las experiencias y capacidades que poseemos, acotó.
“Solo unidos seremos
capaces de hacernos escuchar, de luchar por nuestros intereses, de defender
nuestro derecho a la vida, al desarrollo y a la cultura”, afirmó. (Tomado del diario Granma)
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