Esta semana se hizo público el fallo del tribunal conformado
para la entrega del Premio Nacional de Danza 2024, grupo de expertos que
decidió reconocer con tal lauro al maestro Alfredo O'Farrill Pacheco.
Conocer este veredicto me colmó de alegría y orgullo, no
solo por los lazos personales que me unen a este gran ser humano, sino también,
y sobre todo, porque una vez más se hace justicia con la danza folclórica y
popular cubana.
El Premio Nacional de
Danza es el máximo galardón que confiere el Consejo Nacional de las Artes
Escénicas por la obra de toda la vida. Se otorga a los representantes más
meritorios de este arte en Cuba por el conjunto de su obra y que hayan
alcanzado resultados relevantes en el quehacer danzario.
Simplemente O'Farrill, así se le conoce en Cuba y en el
mundo a quien ha sabido proteger y transmitir los saberes que heredó de íconos
de la cultura popular y tradicional cubana, como Jesús Pérez, Nieves Fresneda,
Trinidad Torregrosa o Manuela Alonso, sus mentores desde que el 10 de febrero
de 1963 llegó al Conjunto Folklórico Nacional de Cuba.
Muchas cuartillas llevaría resumir la historia profesional
de quien fue hasta hace muy poco jefe del Departamento de Danza Folclórica de
la Universidad de las Artes (ISA).
Ya suman seis los Premios Nacionales de Danza vinculados con
el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba: Rogelio Martínez Furé (2002), Zenaida
Armenteros (2005), Santiago Alfonso (2006), Silvina Fabars (2014), Manolo
Micler (2017), Johannes García (2020) y Alfredo O'farril (2024). Con ellos la
legendaria compañía redobla sus fortalezas y compromisos con la cultura cubana.
Pero, mucho más que bailarín es el querido O'Farril. De
Jesús Pérez aprendió y, muy bien, a
ejecutar la música afrocubana (cantos y percusión), convirtiéndose también
en reservorio de conocimientos sobre los toques del tambor batá, el porqué de
cada uno y el significado de cada canto que se entona.
Su historia ha estado marcada por su peculiar manera de danzarle
a Shangó, deidad del panteón yoruba, que se sincretiza con Santa Bárbara y a la
que se le atribuyen el tambor y la sensualidad masculina, entre otros atributos.
Su singularidad al ejecutar las danzas hizo que se le bautizara como “Papá
Shangó”.
Maestro de generaciones, Alfredo O'Farrill Pacheco forma parte de la nómina de imprescindibles docentes-pilares en la transmisión de las particularidades de las danzas folclóricas en el sistema de enseñanza artística.
Su carisma y falta de prejuicios han sido motivos esenciales
para que sus discípulos lo traten con especial cariño, respeto y admiración,
mostrándole, además, una confianza que trasciende los límites de la academia
para convertirlo en un padre consejero en materias a veces alejadas de la
danza.
Ahora, cuando aún no
ha interiorizado que es el nuevo Premio Nacional de Danza en Cuba, O'Farrill se
alista para regresar a la escena junto a su Conjunto Folklórico Nacional de
Cuba, dándole vida a uno de los “Tatas” del cercano estreno con el que se
recordará al Ciclo Congo, presentado como parte del primer espectáculo de la
compañía en la primera mitad de la década de los años 60 del pasado siglo.
Con poco más de siete décadas de vida y con parlamentos y ejecuciones aún frescas en su memoria, será especialmente emocionante el reencuentro con el público, el escenario, las luces y los aplausos.
¡Qué mejor manera de celebrar el merecido Premio Nacional de
Danza! (Digna Rosa Pérez Morejón. Foto de portada: portal Cubarte)
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