Fermín Valdés Domínguez, médico, patriota y amigo desde la niñez de José Martí, murió en La Habana el 13 de junio de 1910, hace 114 años, cerrando un ciclo de vida extraordinario que le tocó vivir en una de las etapas más difíciles y definitorias del desarrollo de la nacionalidad cubana.
Su origen no pudo ser más humilde, huérfano e
hijo de la llamada Casa Cuna fue adoptado junto a su hermano por un cura que
les garantizó la educación que era posible a su condición social.
Fue condiscípulo de Martí desde la infancia, pero
su amistad se consolidaría en las aulas del maestro Rafael María de Mendive, patriota de ideas avanzadas que sembraba en sus alumnos el
ideal de la independencia de la patria, lo cual influyó sin dudas en el
acercamiento de ambos jóvenes y en su formación revolucionaria.
Aquella fidelidad a Cuba y a la propia amistad
que se profesaban pronto pasaría una dura prueba en La Habana colonial de 1870,
cuando bastaba ser cubano y joven para convertirse en sospechoso de los delitos
de conspiración y víctima de los temidos Consejos de Guerra que luego juzgarían
a los dos adolescentes.
Los militares españoles ocuparon en la casa de Valdés
Domínguez, en octubre de 1869, una carta
dirigida a un condiscípulo alistado en las fuerzas de Voluntarios al que
preguntaban si conocía la pena que aplicaban los antiguos a los
"apóstatas" o traidores, lo cual la justicia interpretaba como
amenaza de muerte a un uniformado, y era punible con la pena máxima.
A pesar del peligro de un proceso sumario que
pudo decidirse en la aceptación de la imputación, para asombro de los jueces,
los dos trataron de convencer al tribunal de haber sido los autores del
escrito, pero Martí por sus antecedentes más conocidos de conspirador y por la
vehemencia de su autoinculpación fue sancionado el 4 de marzo de 1870 a seis
años de trabajo forzado y Valdés Domínguez a seis meses de reclusión.
Pudo Fermín iniciar sus estudios de Medicina en
la Universidad de La Habana y estuvo implicado en otro proceso, el del 27 de
noviembre de 1871 que culminó con el fusilamiento de los ocho estudiantes, del
cual el joven solo se libró de ser uno de los asesinados porque no salió su
nombre en el sorteo. No obstante, fue condenado a seis años de cárcel, pero por
gestiones de su familia resultó enviado al destierro en España, donde coincidió
con Martí en la continuación de sus estudios, aunque sin abandonar los
compromisos patrios, hasta que se graduó en 1876.
Regresó a Cuba durante la Tregua Fecunda y se distinguió como médico e investigador científico sobre la
prevención de enfermedades infecciosas, por lo que resultó aceptado en
instituciones investigativas y sociales, reseña un artículo de la Agencia
Cubana de Noticias.
Valdés Domínguez nunca pudo olvidar el horrendo
crimen contra los estudiantes de Medicina y se propuso demostrar la inocencia del cargo de haber
profanado la tumba del español Gonzalo Castañón, y obtuvo del hijo de este en
1887 el testimonio por escrito de que la sepultura de su padre no había sido
ofendida por los ejecutados.
En esa ocasión, Martí le escribió y se refirió al
alcance de su denuncia: “Si por desdicha hubiésemos estado en guerra, podría
decirse, Fermín, que tú solo has vencido a muchos batallones”.
Militó en el Partido Autonomista, pero lo
abandonó. Viajó a Nueva York y se instaló en Cayo Hueso, donde se vinculó
nuevamente con su amigo entrañable.
Durante la Guerra Necesaria se incorporó a la
lucha y ocupó las jefaturas de la Sanidad Militar del Ejército Libertador y
representó a Camagüey en la Asamblea Constituyente de Jimaguayú.
Cuando terminó la contienda, frustrada por la
intervención norteamericana, Valdés Domínguez volvió a su desempeño como galeno
y se opuso al anexionismo, y hasta su muerte fue fiel a las ideas
independentistas en las que se formó junto a Martí, su hermano del alma. (Redacción
digital. Foto: periódico Adelante)
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